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La radio como terapia para el trastorno bipolar

Alrededor de 300.000 personas están diagnosticadas en España, según la Sociedad Española de Psiquiatría

Helena Poncini
Moreno, Valero y Corpas, durante el taller de radio.
Moreno, Valero y Corpas, durante el taller de radio.

"¿Nunca os han hecho una cura de sueño?". Laura —no dice su apellido— aprovecha el micrófono abierto para lanzar una pregunta que jamás haría en la calle. "Ahora es mucho más light", interrumpe Alejandro Celemín. Es martes por la tarde y las reflexiones acumuladas durante la semana, meses y años brotan como un torrente. Aquí no importa cruzar las líneas rojas. "Te adormecen la corteza cerebral", prosigue Laura, para quien la radio no es solo un medio, “es una terapia”. Ella y los cinco compañeros que se sientan alrededor de la mesa padecen trastorno bipolar, una enfermedad mental que afecta a 300.000 personas en España, según datos de la Sociedad Española de Psiquiatría y que conlleva, además de luchar contra uno mismo, luchar contra el estigma social.

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La voz grave de Nacho Valero, de 53 años, marca el inicio del programa que por el momento no se emite en directo, sino que se convierte en un podcast. “Buenas tardes. Bienvenidos a Radio Péndulo”. Los medios no van más allá de cinco micrófonos y un ordenador con un programa de edición de audio básico. Aquí no hay mesas de sonido y lo que debería ser un estudio insonorizado es, en realidad, un despacho de la Asociación Bipolar de Madrid, ubicada en un modesto bajo del barrio de Prosperidad. Pero el objetivo final se alcanza. “Puedes expresarte abiertamente. Estás en familia”, resume Mariluz Corpas, una de las integrantes. Una afirmación que rápidamente es respaldada por el resto de sus compañeros.

El número de participantes varía. “Si estás subido —en la fase de manía— no puedes venir. Si estás en depresión, tampoco”, explica Valero, el alma del grupo, en referencia a las dos etapas que caracterizan este trastorno mental y que predominan más o menos en función de cada persona. La forma de modular la voz y el control que lleva de los tiempos denota que no es un advenedizo en el medio. Trabajó en radio y en televisión, al lado de nombres muy conocidos. Ahora, con un 65% de discapacidad, lleva siete años en paro, los mismos que hace que le diagnosticaron la enfermedad, aunque el trabajo no ha sido lo único a lo que ha tenido que renunciar. “De repente, seis matrimonios amigos desaparecieron”, cuenta como ejemplo del estigma que acompaña al diagnóstico y que, incluso, ha mermado la relación con sus dos hermanas.

Como ocurre en muchos otros casos, Valero heredó el trastorno de su madre. “Yo ahora recuerdo cosas que hacía ella que también hago yo”, explica. Unos antecedentes familiares que están presentes en el 60% de los diagnósticos, según Julio Bobes, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, aunque matiza que la causa de la enfermedad es aún desconocida. “Actualmente lo que hay son modelos explicativos. Los que apuntan a la genética son los que más prosperan, pero no estamos seguros de lo que ocurre. Solo sabemos cómo se manifiesta”, explica. En Valero, la enfermedad dio la cara en forma de fase de manía o euforia, que se caracteriza principalmente por la hiperactividad, la falta de sueño y las conductas de riesgo como las compras compulsivas o las relaciones promiscuas. “Me hice el camino de Santiago en bicicleta desde Astorga, en cuatro días en lugar de en seis, a una media de 130 kilómetros por jornada”, recuerda.

Vivir oculto

- “Yo estoy loco. ¿y tú?”, pregunta Valero durante el programa, en un alarde de humor.

- “Yo también”, responde Laura.

Si tuviera que elegir entre continuar ciega o con trastorno bipolar, Laura elegiría seguir sin vista. “Son tormentas. Es un nubarrón negro del que piensas que no sales. Sin que nada haya cambiado, te sientes diferente”, describe Laura. Es una de las varias alusiones a los episodios depresivos que sufre periódicamente. Los casos en los que predomina esta fase son de los que más tardan en diagnosticarse, como apunta el psiquiatra Bobes, ya que tiende a confundirse con depresión. Los principales síntomas de estos periodos son la pérdida de interés, el sentimiento de desesperanza y la tendencia al aislamiento. Laura, que ahora tiene “en torno a los 50 años”, convive con ellos desde la adolescencia. Entonces soñaba con ser periodista; hoy la radio es su vía de escape, sus ojos, sobre todo durante los ingresos hospitalarios.

- “Hay que salir del armario”, jalea Laura ante el micro.

- “Algunos no salimos por miedo”, le responde Julio Moreno.

Julio Moreno es un nombre ficticio, como lo es parte de su vida. A sus 49 años, solo su mujer y unos pocos familiares muy allegados saben que padece bipolaridad. Tampoco lo saben en su trabajo. La ley prohíbe ejercer de vigilante privado a alguien con el trastorno -ha llegado, incluso, a portar un arma-, por lo que que si lo hiciera público perdería el empleo. Tengo “una hipoteca, un coche, una esposa y un hijo”, razona, aunque reconoce que no soporta vivir más así. A pesar de la dificultad de encontrar un empleo con su edad, no tira la toalla y está convencido de que algún día cambiará de trabajo y podrá, entonces sí, salir del armario, incluso con su hijo de 13 años. “Debería decírselo ya, pero no sé cómo explicárselo”, reconoce.

- “Antes lo llamaban psicosis maniaco depresiva. Ahora trastorno bipolar”, apunta Moreno.

- “Es más elegante”, apostilla Laura.

- “Hay muchos famosos con el trastorno”, continúa Moreno. Y empieza la tormenta de nombres: Vicent Van Gogh, Virginia Woolf, Robin Williams...

- “¿Podemos decir alguno que esté vivo?, interrumpe Mariluz Corpas.

Mariluz Corpas, de 41 años, es la más positiva. Este martes, ella es la estrella del programa, la entrevistada. Acaba de sacar su primer libro, Eutimia, una palabra que para la mayoría de la gente carece de significado y que para los que padecen la bipolaridad es una meta. “La eutimia es la fase estable”, explica. Ella la alcanzó hace cinco años y en estos momentos lleva una vida completamente normal, pero arrastra dos décadas de enfermedad en la que ha contado prácticamente solo con la compañía de su madre. “Lo peor es la incomprensión. Lo explicas pero no lo entienden. La gente se cree que son cambios de estado de ánimo, pero cuando vas más allá y les hablas de alucinaciones, de lo que sufres, o indagan por su cuenta, te cogen miedo y/o se alejan, o desaparecen”, expone, mientras subraya que no piensa cejar en su empeño de dar a conocer el problema. “Si tengo que explicarlo mil veces, lo explicaré”, concluye.

- “En la tele enseguida dicen que alguien es bipolar”, protesta Alejandro Celemín.

Para Celemín -y para el resto de sus compañeros-, los medios de comunicación son en parte responsables del estigma que les persigue. “Porque haya alguien con trastorno bipolar que haya hecho una barbaridad, no significa que todos seamos iguales. Se utiliza el término a la ligera”, reivindica. Tras seis meses en paro —desde que cerró la empresa familiar en la que trabajaba— ha comenzado un curso de autoempleo de integración social. “Puedo ser fiel a mí mismo. Porque si me echan de ahí, ya no sé”, dice con sarcasmo. De hecho, reconoce que ha sido durante esta formación cuando, por primera vez, se ha sentido empoderado para decir que padece la enfermedad con total naturalidad. Durante las sesiones de radio, Celemín suele escuchar más de lo que habla, pero se siente parte de un grupo, algo que no le es tan fácil al otro lado de la puerta. “Tiendo a aislarme y esto me ayuda a evitarlo. Es importante. Sube la autoestima”, afirma.

- “No te vas a poner un cartel diciendo: soy bipolar, pero tampoco es ninguna vergüenza”, dice Laura.

- “¿Pero tú crees que la sociedad está preparada para que lo digas?”, pregunta Moreno.

- “Pues desgraciadamente, no”, concluye ella.

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Sobre la firma

Helena Poncini
Es redactora en Gastronomía. Antes pasó por Gente y Estilo y por El País Semanal. Trabajó como redactora y fotógrafa para varios diarios españoles y portugueses en Lisboa, entre ellos 'El Periódico de Catalunya', 'Correio de Manha' y 'Jornal i'. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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