Cómo dar la vuelta a Islandia en bicicleta de mano y con el viento en contra
Carlos Sanchís, discapacitado desde los 18 años, es un experto en viajes de ruta de bajo coste
Rúnar Snaer, reportero de la cadena de televisión pública islandesa, conducía su coche camino a Reikiavik este mes de septiembre cuando se topó con algo en el camino: un hombre en una silla de mano (handike) junto a alguien en bicicleta. Paró y entabló conversación no sin esfuerzo con Carlos Sanchís, que no habla inglés, y con su hermano Michel, que lo chapurrea. Allí mismo grabó un reportaje que se emitió al día siguiente en el que Carlos, inválido desde la juventud, cuenta que están dando la vuelta a la isla durmiendo en tienda de campaña. “El 'electric', al subir, ayuda”, dice Carlos del motor de su silla de mano.
Tenía 18 años cuando, haciendo la mili, el todoterreno descapotable que conducía dio varias vueltas de campana y le partió la columna vertebral. Su acompañante salió ileso. Desde entonces se mueve en silla de ruedas.
Un año después del accidente, en la flor de la vida, abandonó la casa de sus padres, lo que da una idea de cómo funciona la cabeza de este valenciano decidido y muy independiente. “Ellos no le dieron importancia al accidente y yo tampoco”, cuenta 25 años después. Con cinco hermanos, vivían en un primer piso sin ascensor y para subir utilizaba un sistema ortopédico que ponía sus piernas tiesas, lo que le permitía ir subiendo escalón a escalón.
Le resultaba muy incómodo y dejó su hogar... para estudiar protésico dental en Salamanca. Pero no llegó a ejercer. Le adjudicaron una pensión por su accidente. “Con ella he librado todas las batallas”, dice. Vive en Alaquás, un pueblo a las afueras de Valencia con su mujer, que aportó al matrimonio tres hijos a los Carlos quiere como si fueran suyos. Se ha dedicado al deporte en cuerpo y alma. La lista es larga: natación, esquí, esquí naútico, vela, padel, baloncesto, rugby, fútbol, ciclismo hasta llegar al cicloturismo.
Sanchís desarrolla todos estos deportes sin financiación aunque sí recibe en algunos de ellos el material para desarrollarlos gracias a patrocinios de las marcas que los venden. “Hará cinco años, un compañero me dejó una handbike y me he enganchado”. Hice el Camino de Santiago con tres amigos que también van en silla de ruedas.El siguiente año decidió ir hasta la Selva Negra, en Alemania, por su cuenta. Y después dio la vuelta a España en dos meses y medio.
La vuelta a Islandia
Al volver a casa, se cogió un año de descanso y enseguida se puso a maquinar su próxima salida. “Tenía mucha ilusión por hacer la Ruta 66 en Estados Unidos pero no conseguí suficiente patrocinio y tuve que desistir. Un día me pongo a hablar con mi hermano pequeño y le digo, 'Oye, y si nos vamos a Islandia?'. Y me dijo, ¡Venga!”.
Vecinos, familia “y el panadero y el de la ferretería” aportaron dinero para ayudar a Sanchís a hacer su viaje. “Lo más difícil fue el viento, que me echaba para atrás y hacía caer a mi hermano”, cuenta. “Si lo tenías de cara muchas veces era mejor retroceder unos kilómetros para evitar quedarte tirado en medio de la nada”. También recuerda la lluvia, que no paró durante los primeros 18 días de viaje de un total de 23. “Cuando ya llevas 15 días así estas un poco hasta las narices pero aquello es tan bonito y tan gratificante que no me planteé volver. Vimos varias auroras boreales”, resume.
Sanchís gestiona un club de cicloturismo adaptado en Valencia, el Club Tres Rodes Aspaym CV, y actualmente está inviertiendo buena parte de sus energías en un equipo de rugby adaptado para el que busca financiación, pues necesitan ocho sillas de ruedas adaptadas a unos 5.000 euros cada una. “El rugby es un deporte de contacto y el material se deteriora mucho”, explica. También está apoyando a otro equipo de fútbol adaptado, a una modalidad que impulsa el exfutbolista del Valencia Fernando Giner.
Termina la entrevista contando con orgullo que su hijo mayor está estudiando para ser monitor deportivo y es el entrenador del equipo de rugby adaptado de Barcelona. El pequeño está estudiando turismo. ¿Y el mediano? “Diseñador. Ese ya, a mí no ha salido”, ríe.
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