¿Hay una espiral de silencio en Cataluña? Estos datos sugieren que sí
Los catalanes contrarios a la independencia hablan menos de política, responden menos encuestas y dicen sentirse incómodos al expresar sus ideas
A menudo se dice que en Cataluña las personas contrarias a la independencia son reacias a opinar del tema. Se dice que hablan menos de política y que no intervienen en charlas informales con amigos o en el trabajo. A esto se le llama espiral del silencio. ¿Pero ocurre en Cataluña? Los datos a continuación sugieren que sí. No constituyen una prueba definitiva, pero son cuatro indicios del fenómeno extraídos de 10.000 entrevistas y de tres fuentes distintas.
1. Los no independentistas dicen sentirse incómodos
Los catalanes no independentistas se sienten más incómodos al expresar sus ideas sobre la independencia. Así lo dicen cuándo se les pregunta. Según un sondeo de Gesop, que publicó El Periódico en octubre, el 49% de los no independentistas afirmaron «no sentirse cómodos» hablando del tema. La incomodidad es mucho menos frecuente entre los independentistas y solo afecta al 18% de ellos.
2. Los no independentistas hablan menos de política
Lo atestiguan los datos de CIS de 2015. Un catalán no independentista tenía el triple de probabilidades de decir que no habló de las elecciones en su casa o con sus amigos. La probabilidad de no haber hablado «nunca o casi nunca» en casa es del 6% para los independentistas y del 21% para quienes preferían un Estado con Comunidades Autónomas como ahora o más centralizado.
La brecha que muestra el gráfico es robusta. Se mantiene después de controlar diferencias por edad, sexo, provincia, estudios e ingresos familiares. Imaginad dos personas iguales en todo eso, una partidaria de la independencia y otra que quiere que las CCAA sigan como ahora. La segunda persona tiene el triple de probabilidades de no haber hablado de las elecciones con sus amigos.
En realidad hay dos niveles de espiral de silencio. El primer nivel ocurre simplemente si los no independentistas hablan menos de política. Por la razón que sea. Quizás les interesa menos o son más reservados en general. Esto significa que el debate público estará sesgado porque las voces independentistas se escucharán más. Habrá más corrillos alrededor de sus ideas y participarán más cuando sale el tema tomando café. Es posible discutir la magnitud o la importancia de este fenómeno, pero es difícil negar que ocurre en Cataluña. A los datos que acabamos de ver podemos añadir otros, como que los independentistas están más interesados por la política, o que los unionistas son mayores y tienen menos estudios, dos cosas que seguramente les hacen más reservados.
Pero la espiral de silencio alcanza un nivel más grave cuando es inducida. Es decir, si es precisamente el hecho de no ser independentista lo que hace que algunas personas se vuelvan reservadas. Los datos del CIS que acabamos de ver refuerzan esa idea, aun sin demostrarla de forma definitiva, porque son una señal de causalidad más fuerte que una correlación.
3. En las encuestas faltan votantes no independentistas
En Cataluña hace tiempo que faltan respuesta unionistas en los sondeos. Lo podemos ver con los datos del CEO, el equivalente al CIS de la Generalitat. Solo un 5% de los encuestados recuerda haber votado por Ciudadanos en 2015, aunque al partido le votó el 14% de los catalanes. Ocurre lo mismo con el PP: le votó el 6,5% y lo recuerda el 2,6%. Con otros partidos esto no pasa. El caso más llamativo es el de ERC en las últimas generales: le votó el 12% del censo, pero el 19% de las personas en la muestra del CEO recuerda haberles votado.
Estas disparidades ocurren por sesgos en la muestra. Las personas que no contestan las encuestas —porque no quieren o porque no son preguntadas—, son distintas de las que sí contestan. Entre quienes no contestan hay más votantes de Ciudadanos y el PP, mientras que entre los que sí contestan abundan los votantes de ERC, Podemos o Junts pel Sí.
Este sesgo podría causarlo una espiral de silencio. Quizás faltan votantes unionistas porque declinan contestar la encuesta cuando les llaman los entrevistadores.
No es la única explicación, pero las alternativas parecen más enrevesadas. Podría ser que falten unionistas en las encuestas porque los encuestadores no dan con ellos. Por ejemplo, en el pasado las encuestadoras tenían dificultades para encontrar jóvenes que cogieran el teléfono. Con los catalanes no independentistas podría pasar algo parecido.
4. Los entrevistadores ven reticentes a los no independentistas
Hasta aquí hemos confiado en lo que dicen los encuestados. Pero el último indicio de la espiral de silencio lo aporta un observador externo: los entrevistadores. Las personas que hacen las encuestas del CEO rellenan una casilla diciendo si la persona entrevistada "se mostraba reticente a responder". Podemos usar esos datos para salir de dudas: ¿se muestran más reticentes los catalanes no independentistas? La respuesta es que sí. El 42% de los no independentistas fueron percibidos como reticentes, frente al 28% de los independentistas.
Además la diferencia no parece circunstancial. Alguien podría argumentar que la reticencia se debe a la edad, por ejemplo. Y es verdad que las personas mayores se muestran más reticentes al contestar al CEO. Pero como se observa en el gráfico siguiente, las diferencias entre independentistas y no independentistas se mantienen entre personas de la misma edad. Lo mismo vemos con los estudios: las personas con doctorado o máster son las menos reticentes, pero incluso en ese grupo tan homogéneo vemos diferencias entre independentistas y unionistas.
La reticencia de los no independentista parece firme. Para confirmarlo he incluido controles para diferencias por edad, sexo, provincia, ingresos familiares, origen, estudios y lengua. La diferencia se mantiene en 10 puntos y es estadísticamente significativa. Los resultados se ven en el último gráfico: dadas dos personas iguales en todas esas características, la que no es independentista tiene más de probabilidades de mostrarse reticente al contestar.
La diferencia es pequeña, pero importante. No estamos hablando ahora de los unionistas que faltan en las muestras. Estamos comparando personas que sí contestan las encuestas. Y lo que vemos es que incluso dentro de ese grupo, las personas contrarias a la independencia se muestran más incómodas al expresar sus ideas. Lo dicen ellos, como vimos al principio, pero además su reticencia la perciben los entrevistadores.
Fuentes y metodología. Los datos de «incomodidad» provienen de una encuesta de Gesop en El Periódico. Los datos de recuerdo de voto son del CEO. He combinado las tres oleadas de 2017 para tener una muestra mayor (4.500 entrevistas).
Los datos del CIS los he tomado de la encuesta postelectoral de 2015 (1.500 entrevistas). Las probabilidades de contestar «nunca o casi nunca…» están estimadas con un modelo de regresión logit, e incluyen controles por edad, sexo, provincia, estudios e ingresos familiares. En el gráfico se representan las predicciones del modelo "en la media" (dejando el resto de predicciones en valores promediados). Los intervalos de confianza son del 95%.
Los datos del CEO sobre reticencia los he tomado de los cuatro barómetros entre julio de 2016 y 2017 (6.000 entrevistas). He excluido el barómetro de octubre porque me interesaba medir el fenómeno antes de esos acontecimientos. Las probabilidades están calculadas con un modelo logit, e incluyen controles por edad, sexo, provincia, ingresos familiares, origen, estudios. También incluyo una interacción entre lengua habitual y lengua de la entrevista. Quería evitar interferencias si una persona hace la entrevista en catalán, por ejemplo, siendo el castellano su lengua habitual.
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