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Un mes en “el barco del Piolín”

Los 800 guardias y policías alojados en el navío del puerto de Barcelona empiezan a acusar el alargamiento de una situación provisional

Patricia Ortega Dolz
El barco Moby Dada, más conocido como "el del Piolín", en el puerto de Barcelona.
El barco Moby Dada, más conocido como "el del Piolín", en el puerto de Barcelona.Agusti Ensesa (EL PAÍS)

Ha pasado casi un mes desde que ocuparon sus camarotes y la buena disposición de los primeros días empieza a convertirse en hartazgo por las incomodidades cotidianas. “Esto está bien para dos días, que es para lo que está pensado, pero no para pasar un mes y lo que nos quede”. Los 800 guardias y policías que ocupan "el barco del Piolín" desde el pasado 21 de septiembre empiezan a acusar lo que supone vivir en un navío. A la exasperante sensación de espera sine die —Interior asegura que "seguirán allí mientras sea necesario"—, se suman el cansancio de "comer pasta y pescado cada día", la "falta de entretenimientos", los pasillos llenos de ropa tendida "porque nadie se atreve a colgarla en cubierta donde ya ha habido robos", o las guardias en lugares inhóspitos...

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Desde el pasado 21 de septiembre unos 2.000, de los cerca de 6.000 guardias civiles y policías desplazados a Cataluña con motivo del referéndum independentista del pasado 1 de octubre, viven en tres barcos atracados en los puertos de Barcelona (dos) y Tarragona (uno). Y en el Moby Dada, un navío italiano de 1981, más conocido como "el barco del Piolín" por el dibujo animado que decora su casco, nada ha cambiado. Ni siquiera tras la visita del ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, hace una semana. Ya entonces, los agentes hospedados en este barco, le transmitieron algunas de sus demandas urgentes entre saludo y saludo, que van más allá de la equiparación salarial y el pago de las dietas. La sensación de algunos que se han puesto en contacto con este periódico es: "La Administración nos ignora". Conclusión que va precedida de una retahíla de deficiencias que se describen a continuación.

Una garita de vigilancia del barco del Piolín 'customizada' por los agentes para tener sombra.
Una garita de vigilancia del barco del Piolín 'customizada' por los agentes para tener sombra.

Botellones, basuras y ropas por los pasillos

"Hay atascos diarios de los váteres en los camarotes", "luces que no encienden porque faltan bombillas", "la tripulación italiana, descamisada y con tatuajes, por los pasillos no limpian las habitaciones nada más que una vez a la semana, si estás allí, si has salido por lo que sea te lo has perdido", "nada de entretenimiento: ni cine, ni actividades, solo un par de televisiones en el salón principal pero sin voz, solo verlas", "la gente hace deporte donde puede y con su dinero se están comprando material deportivo", "en el bar las cervezas cuestan 2,10 euros y los refrescos 2,80, así que todo el mundo a beber alcohol, ya se hacen botellones en el salón principal", "las habitaciones para dos son muy pequeñas, las duchas pequeñas, es un barco para pasar un par de días y llevamos aquí metidos un mes", "no tenemos ni armarios para la ropa, ni nada, así que todo tirado encima de las camas", "no podemos tender porque ha habido robos en cubierta, así que todo colgado por los pasillos que parecen los de  una cárcel turca y algunas barandillas ya se han caído por el peso", "las bolsas de basura se amontonan en los pasillos de entrada a la espera de su recogida que se hace una vez al día, pero el contenedor principal está justo a la entrada del barco, por la popa, y los olores se meten dentro, además de un chorreo de restos esparcidos por el suelo que atraen moscas, mosquitos y ratas", "en los camarotes apenas llega Internet, porque estamos al final del puerto", "han puesto un Wifi en el bar que marcha a trancas y barrancas, con 30 dispositivos conectados se bloquea", "el agua del restaurante es caliente", "no tenemos nevera en ningún sitio donde mantener algo frio, así que agua caliente siempre o cerveza", "la comida, pasta y pescado, es escasa y repetitiva"... Y por si fuera poco, señalan, "nos ponen a hacer guardias de ocho horas en unas garitas de seguridad del barco, al sol vivo, en algunas no se puede ni entrar porque están mal colocadas, no hay ni agua, ni una mesa, ni un termo, y nos hemos ingeniado una sombra improvisada con un cartón y un resto de camión".

En el barco de Piolín la mayor parte de los huéspedes son guardias civiles, tan solo hay un grupo de policías nacionales, ya que la mayoría de ellos se encuentran en otro barco, más próximo a la ciudad y mejor acondicionado, según fuentes del mismo.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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