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¿Es el mundo de hoy menos inteligente?

Las puntuaciones en los tests han mejorado durante 100 años, aunque no sabemos bien por qué

Kiko Llaneras

Esta semana Javier Marías agitó las redes con una frase: “El mundo es hoy mucho menos inteligente”. En realidad el destacado salía de una entrevista matizada y entre dudas, pero las redes hace tiempo que se queman a lo bonzo: ellas solas. En cualquier caso, la polémica me sirve para lanzar la pregunta: ¿es el mundo de hoy menos inteligente?

La respuesta es que no. Probablemente somos más listos. Al menos eso dicen los tests de inteligencia, que durante todo el siglo XX vieron subir nuestras puntuaciones. El cociente intelectual aumentó en Europa, África, Asía y casi todos los países. En España, por ejemplo, un estudio de los profesores Colom, Lluis-Font y Andrés-Pueyo observó que el CI de los niños había mejorado 10 puntos entre 1970 y 2000. En general la mejora es de unos 3 puntos por década. Una persona que hoy está en la media, con un CI de 100 puntos, habría obtenido 130 con los estándares de 1910. Sería casi superdotada.

Este aumento del cociente intelectual se conoce como Efecto Flynn y es una evidencia científica poco controvertida. Tampoco hay grandes dudas con el cociente intelectual. Se sabe que predice resultados escolares y laborales, aunque no capture todas las formas de inteligencia y sea solo una estimación.

¿Pero qué ha cambiado para que las personas sean ahora más inteligentes? Hay varias explicaciones posibles, que suscitan un intenso debate académico. Todas serían buenas noticias.

Para algunos expertos el elemento crucial es la salud. La malnutrición, por ejemplo, impide que todos los niños desarrollen su potencial. El efecto Flynn se podría explicar así: las mejoras en alimentación habrían hecho que seamos más altos, pero también que tengamos cerebros más grandes y que seamos más inteligentes. Otro avance se produjo contra las infecciones. En 2010, los investigadores Eppig, Fincher y Thornhill encontraron una correlación entre la intensidad de las enfermedades infecciosas en un país y el CI de sus habitantes. Su argumento es que las enfermedades durante el embarazo o la infancia perjudican para siempre el desarrollo cognitivo de los niños. Como muchos países han extendido las vacunas y sus sistemas de salud pública, eso podría explicar el efecto Flynn.

La tercera explicación arranca con la educación y su mejora desde principios del siglo pasado. En España, por ejemplo, los años de formación que reciben las personas se han duplicado desde 1970. El colegio nos haría mejorar en los tests de inteligencia porque aumenta nuestra estimulación cognitiva. Este es la teoría del propio James Flynn en su libro «¿Qué es la inteligencia?». Su tesis es que en las sociedades industriales ejercitamos el cerebro de forma constante. Como pasa con los músculos, ejercitar el cerebro lo haría rendir mejor. Eso es algo que ocurre en las escuelas, pero no solo. Flynn piensa también en las familias, que ahora son más pequeñas y con padres más formados, y en cosas como videojuegos, que considera buenos estímulos.

Para Flynn lo que trajo el cambio fue la modernidad. Al estudiar los tests, observó que el aumento del cociente intelectual no venía tanto por mejoras en aritmética, información o vocabulario, sino por mejoras del razonamiento abstracto. Ahí cree que está la clave. El mundo actual, lo que Flynn llama la «era científica», ha movido el equilibrio tradicional entre pensamiento concreto y abstracto, en favor del segundo. Para ilustrar esa idea, Flynn recuerda en esta charla TED los descubrimientos de Alexander Luria, el neuropsicólogo soviético que estudió la mentalidad de los campesinos rusos en 1930. Luria observó que se resistían a la abstracción. Les preguntaba cosas como esta: «En el polo norte siempre hay nieve; y donde siempre hay nieve los osos son blancos; ¿de qué color son los osos en el polo norte?». Y se encontraba respuestas esquivas: «Se necesita un testimonio, si una persona sabia viniese del polo y me dijese que los osos son blancos, podría creerle, pero todos los osos que he visto eran marrones». Esa personas respondían solo a través de su experiencia diaria.

Flynn piensa que el mundo moderno exige más abstracción y que esa práctica nos ha hecho mejores pensadores abstractos. Steven Pinker, el científico y profesor de Harvard, ha llegado a sugerir que inventar palabras podría hacernos inteligentes. Se refiere a neologismos que capturan conceptos complejos, como «proporcional», «placebo», «falso positivo» o «trade-off». Palabras que nos sirven a la personas para pensar más eficazmente sobre conceptos abstractos.

Es importante observar que nada de esto implica que las personas hoy sean más listas desde su concepción. Al contrario. Es un recordatorio de que la inteligencia, o cierta forma de inteligencia, se cultivas y depende de factores decididamente ambientales. El potencial de un niño depende de cosas como su salud o su escuela. Por eso el efecto Flynn tiene una implicación terrible: nos perdemos el potencial de muchas personas por falta de ayuda. Debemos recordar el precio que supone que millones de niños no estén escolarizados, o la injusticia de que existan lugares azotados por la malnutrición y la enfermedad. Debemos recordar, en definitiva, que como escribió Nicholas Kristof, en el mundo el talento es universal, pero las oportunidades no.

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Sobre la firma

Kiko Llaneras
Es periodista de datos en EL PAÍS y doctor en ingeniería. Antes de llegar al periódico en 2016 era profesor en la Universitat de Girona y en la Politécnica de Valencia. Escribe una newsletter semanal, con explicaciones y gráficos del día a día, y acaba de publicar el libro ‘Piensa claro: Ocho reglas para descifrar el mundo’.

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