Tímido, buen estudiante y fanático de los coches y el fútbol: así era Younes Abouyaaqoub
Cuatro amigos y vecinos del terrorista abatido hablan de cómo era la persona más buscada de España
Mira, te lo voy a resumir: “Un tío de puta madre. De verdad, un tío de puta madre”. Habla, apoyado en la barandilla de un puente sobre el río Ter, en Ripoll, un amigo de Younes Abouyaaqoub, el terrorista abatido este lunes por la tarde en Subirats (Barcelona) y autor de la masacre de La Rambla.
“Ya sé que cuesta creer esto, sobre todo después de lo que pasó. Pero es que de verdad lo era”, insiste el amigo. Y el resto, los otros tres amigos que asisten a la charla, respaldan asintiendo. Los cuatro son amigos de Younes desde pequeños. También vecinos. Y uno de ellos compañero de equipo de fútbol. Se acaban de enterar de que los Mossos d’Esquadra han abatido al que hasta hace unas semanas era su amigo. “Yo todavía no me lo creo. Es que no me lo puedo creer”, dice un amigo mientras se coloca las gafas de sol sobre la cabeza. Ninguno de ellos quiere hacer público su nombre. Tampoco quieren ser fotografiados. “No, por favor. Es que hay mucha tensión. No queremos preocupar a nuestras familias”.
Younes Abouyaaqoub nació en 1995 en la ciudad marroquí de Mrirt. Cuando tenía apenas cuatro años se trasladó con su familia a Ripoll, donde residió el resto de su vida. Tenía cuatro hermanos: uno del mismo padre y el resto de padre y madre. Uno de estos tres era Houssaine, muerto en el tiroteo de Cambrils. La pequeña es una niña de tres años.
Abouyaaqoub vivía en la calle Santa Magdalena, donde estos días se agolpan periodistas de todo el mundo para intentar robar una palabra o una fotografía a la madre, Ghanno Gaanimi, una mujer destrozada, según cuentan los familiares. “Todavía no ha dormido desde el atentado. Solo llora. No puede ni cocinar, así que está con otras mujeres que le ayudan”. Ghanno apareció el pasado viernes en la plaza del ayuntamiento de Ripoll y le pidió públicamente a Younes que se entregara. Después, desapareció ante el previsible acoso mediático.
El joven estudió en el colegio público Joan Maragall, en pleno centro de Ripoll. Sacaba excelentes notas, según explican sus amigos. De ahí pasó a Institut Abat Oliba, donde completó sus estudios y accedió a un Grado Superior de Electromecánica, que aprobó sin dificultades. “Era un estudiante ejemplar. Era de los mejores”, dice un amigo.
Lo definen como un chaval “tranquilo, bastante callado, algo tímido. Nunca se metía en líos, al contrario que nosotros”, dicen los amigos entre risas. “Mis padres siempre me lo ponían como ejemplo, cuando yo me metía en un lío me decían que podía ser como Younes. Y mira ahora, joder…”. Los rostros vuelven a ponerse serios cada vez que recuerdan que su amigo acaba de ser abatido después de cometer un atentado.
Younes trabajaba con un contrato fijo desde hace meses en Soldatal, una empresa de soldadura y mantenimiento industrial a las afueras de Ripoll. “Era el que mejor sueldo tenía de nosotros”, dicen.
Tenía dos pasiones: los coches y el fútbol. Sobre la primera los amigos recuerdan que se sacó el carné de conducir nada más cumplir los 18 años. “Tuvo un Seat Ibiza, un BMW que vendió después de estrellarse con él -otra vez los amigos ríen- y un Citroen C5. Le gustaba ir a hacer trompos”. En cuanto al fútbol, llegó a jugar con los juveniles del equipo de su pueblo, el Ripoll CF. “También jugábamos en el barro, en la carretera de Barcelona. Era un crack”, dice un amigo.
Lo vieron por última vez hace dos semanas. Y todos coinciden: “Alguien muy listo tuvo que lavarle la cabeza ¿eh? Pero que muy listo. Porque era un tío muy bueno”. Y alguien añade: “no me quiero ni imaginar cómo está esa familia hoy”. Después se van, puente abajo, a recordar a su amigo.
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