Rajoy fía a la recuperación económica el éxito de una legislatura sin reformas
El problema del actual Ejecutivo es político y de gestión, según admiten varios de sus miembros
En el Gobierno de Mariano Rajoy ya no afloran camarillas ni versos sueltos y el enfrentamiento evidente entre la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y la ministra de Defensa, Dolores de Cospedal, ha sido aparcado hasta un mejor momento. La economía se recupera a un ritmo superior al previsto y a España se la vuelve a dejar entrar en los grandes foros internacionales. Sin embargo, el Ejecutivo se escuda en la falta de mayoría en el Congreso para no afrontar las reformas pendientes y sigue atascado en el laberinto catalán.
El problema del actual Ejecutivo es político y de gestión, según admiten en privado varios de sus miembros. Los afectados reconocen que el anterior equipo podría tener más peso y legisló mucho más, porque disfrutaba de mayoría absoluta, y alegan que ahora toca negociar mejor.
Rajoy se siente con fuerzas y ganas para pensar en volver a ser candidato en las posibles elecciones de 2020 y ha vuelto ya a las andadas, a sus rutinas, retruécanos y maneras habituales. El buen tono, la mayor accesibilidad, la disposición al diálogo y los contactos más frecuentes y abiertos con los medios de comunicación pasaron a mejor vida. Fueron útiles para el año de parón político. Ahora, en la mayoría de los viajes sus asesores le esconden, evita las ruedas de prensa, hace discursos breves y anodinos y cuando se para apenas cuenta nada relevante.
La agenda oficial del presidente suele estar bastante vacía y se llena a lo largo de la semana de protocolarios, institucionales y de imagen. El jefe del Ejecutivo informó, durante su reciente declaración testifical en el juicio del caso Gürtel, que tiene 10 u 11 reuniones al día. La Moncloa no informa de esos encuentros, ni siquiera de las charlas o citas que mantiene con otros líderes, como Albert Rivera (Ciudadanos) o Íñigo Urkullu (PNV). A Rajoy no le gusta y la política de la casa es informar a su gusto. Sí se explaya más Moncloa en publicitar sus innumerables viajes, nacionales, de partido y a cumbres mundiales y foros en el extranjero. Esa línea de comunicación proliferará aún más en el futuro. La otra no existe.
En noviembre pasado, cuando por fin logró ser investido y remodeló su equipo, prescindió de los más veteranos y que más quebraderos de cabeza internos le habían causado. Salieron del Gobierno José Manuel García Margallo, Jorge Fernández y Pedro Morenés, cayeron antes víctimas de sus torpezas José Manuel Soria o Alberto Ruiz Gallardón y fue ascendida y apartada del Gabinete su amiga personal Ana Pastor, presidenta del Congreso.
Sáenz de Santamaría negoció con Rajoy dejar la portavocía, mantener la coordinación del Gobierno y asumir el mando del gran reto de la legislatura: la operación diálogo sobre Cataluña. A los nuevos ministros, seis, ahora se les cuestiona en general su escasa presencia política. No emiten. Tampoco legislan.
Tregua entre Cospedal y Sáenz de Santamaría
“El equipo está más cohesionado de lo que pensaba y con mucha solvencia técnica y preparación en las materias", asegura uno de los nuevos ministros supuestamente afin a María Dolores de Cospedal. Una de las sorpresas positivas que todos los consultados destacan es que el duelo entre la viscepresidenta y la ministra de Defensa no solo no se ha recrudecido, sino que se ha aplacado.
Entre otras razones porque ambas tienen cometido suficiente para lucir y Cospedal se ha puesto con gusto el traje de ministra de Estado y ha delegado su labor como secretaria general del PP en el actual coordinador, Fernando Martínez Maillo. Santamaría, por su parte, se ha volcado en la operación Cataluña cuyo incierto resultado será determinante para su futuro. Y el de España.
El Ejecutivo apenas ha llevado a las Cortes en este primer ejercicio de la legislatura media docena de proyectos de ley. La iniciativa en el Parlamento la ha tomado la oposición. Para malestar del presidente, que parece forzado a digerir iniciativas incluso de Ciudadanos que en el fondo le desagradan. En los cuatro años de la décima legislatura, con el PP disfrutando de su mayoría absoluta, se batieron todos los récords. Se tramitaron 244, pero casi un tercio de las mismas (75) nacidas de reales decretos-ley aprobados en solitario por su Consejo de Ministros, que es como le parece más útil a Rajoy hacer las cosas.
Una "tarea diferente"
"La tarea ahora es completamente diferente, la legislatura pasada era para aplicar grandes reformas pendientes, más volcada en el tema legislativo y ahora lo que procede es demostrar más capacidad de gestión, dentro y fuera de España, y más trabajo de negociación y diálogo, más presencia sobre el terreno que en el Congreso, y en eso claramente hemos ganado", reconoce uno de los miembros más relevantes de ambos ejecutivos. El ejemplo que se pone para ilustrar ese cambio es el del nuevo ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, que viaja semanalmente por España ofreciendo acuerdos y pactos, aunque apenas ha podido inaugurar un pequeño tramo de carretera en Burgos.
Uno de los ministros incorporados al nuevo equipo reitera que no se puede repetir la intensidad de leyes de la anterior legislatura, dada la exigua mayoría parlamentaria (134 diputados), y remacha que ahora toca desarrollar aquellos proyectos y sacarlos adelante con pactos con otras fuerzas.
El PP confía en que cuando los españoles noten en su bolsillo la mejora económica y se supere antes de 2020 la meta de los 20 millones de ocupados se olvidarán de los juicios por corrupción que van a jalonar esta legislatura y la disposición de los electores para votar por Rajoy derrotará a las encuestas ahora tan agoreras.
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