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Rajoy y el escapismo de Houdini

El presidente se enfrenta este miércoles a una prueba seria. No es un mago, pero sí un gran escapista

Rajoy, durante su declaración.
Rajoy, durante su declaración.Chema Moya (EFE)

Harry Houdini fue un famoso ilusionista y escapista. Concebía la magia como un espectáculo total. Su capacidad para liberarse de todo tipo de esposas, cuerdas, baúles cerrados con candados, cajas fuertes arrojadas al mar y cadenas de cualquier tipo, le hizo mundialmente famoso. Sus números eran espectaculares, como el de liberarse de una camisa de fuerza mientras estaba colgado boca abajo de un rascacielos. Fue un artista excepcional y un erudito de la magia con una extraordinaria colección especializada que legó a la Biblioteca del Congreso de Washington.

Houdini nos hizo creer en lo imposible a través de la ilusión. Y lo más importante: creer que —en cualquier circunstancia— siempre hay una escapatoria. Sea de la miseria (como la que él vivió) o del destino vital. Su filosofía era un desafío, un reto, una hazaña. Era tanta la ilusión sobre su naturaleza sobrehumana que se desvanecía su auténtica realidad íntima: todo era un truco. Extraordinario, sí. Pero truco.

Mariano Rajoy no es un mago, pero sí un gran escapista. Nadie, sin su instinto natural para la superviviencia política, puede salir indemne —o a flote— de tantos candados como su larga trayectoria atesora. Para escaparse, para zafarse de los nudos, Rajoy no emplea la fuerza física o el contorsionismo, sino el quietismo y el silencio. Se libera casi por disolución o relajación del cepo. Unas habilidades inexplicablemente eficaces en tiempos de aceleración y densidad comunicacativa. Rajoy sorprende, aunque no ilusione.

El presidente se enfrenta este miércoles a una prueba seria. No puede evadir las preguntas del abogado de la Asociación de Abogados Demócratas de Europa, la única acusación que pidió que Rajoy declarara. Y no se sienta, por cortesía institucional, en el banquillo, sino en el estrado. Evita así un plano televisivo cargado de negatividad y del que podría asomar, en el fondo de la imagen, la figura de Luis Bárcenas.

No puede evitar las preguntas, ni tampoco puede evadirlas, como habitualmente hace, por ejemplo, con la prensa. Rajoy cuando no quiere responder habla del tiempo. No me imagino al presidente haciendo predicciones de meteorología o escapándose hablando de la lluvia —como sí ha hecho en muchas otras ocasiones— cuando le preguntan por sobresueldos en sobres manila, por ejemplo. Aunque el gallego tiene más de 70 palabras para hablar de la lluvia, demostrando una riqueza lingüística y cultural extraordinaria, no creo que conteste al letrado de manera esquiva reflexionando sobre Babuña, Babuxa, Barbaña, Barbuza, Barrallo, Barrufa, Barruñeira, Barruzo, Borralla, Breca, Chuvisca, Chuviscada, Chuviñada, Froallo, Lapiñeira, Marmaña, Orballo, Parruma, Parrumada, Patiñeira, Patumeira, Poalla, Poallada, Poalleira, Poallo, Zarzallo… Y todas estas maravillosas palabras son solo para las lluvias finas.

No sabemos si Rajoy ha leído la biografía de Houdini o si ha visto las películas que se han inspirado en él. El personaje era fantástico. Sus actuaciones se alternaban con sus declaraciones, dejándonos números y frases únicas: «Esa deslealtad de los ayudantes de confianza es una de las cosas más desalentadoras que le puede suceder a un artista intérprete», afirmaba en defensa de la patente de sus trucos. ¿Bárcenas fue desleal, o leal? No sabemos si escapará Rajoy de la sospecha mayoritaria de que no es posible ser líder de un partido político y desconocer la arquitectura financiera de tu propia organización. Pero si hay alguien que puede zafarse de lo imposible, en política, es Rajoy.

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