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¿Cuánto cuestan ‘Las meninas’?

Una serie de convenciones tienen un papel clave cuando el mercado fija los precios de las obras de arte

Visitantes del Museo del Prado frente a 'Las meninas'.
Visitantes del Museo del Prado frente a 'Las meninas'.Samuel Sánchez
Rut de las Heras Bretín

¿Tienen precio Las meninas? Sí: 400.000 reales, según la tasación que figura en el testamento de Fernando VII, muerto en 1834. No era ni de lejos el cuadro de mayor precio de la colección real. De su autor, Velázquez, lo superan los dos millones de reales de Las lanzas. Y el pintor sevillano no se acerca al valor en ese legado de lienzos de Rafael como Caída en el camino del Calvario, el más caro de los que poseía el rey (cuatro millones de reales). Pero tampoco a los 800.000 de La adoración de los magos, de Rubens, ni a los 600.000 de La bacanal, de Tiziano.

¿Y hoy tienen precio Las meninas? Con esos 400.000 reales de 1835-1840 se podía comprar una finca de unas 10.000 hectáreas. Con la fortuna de Fernando VII (140 millones de reales) se podría pagar todo el pan consumido en España durante una semana de mediados del siglo XIX.

Cuando una obra de arte, sobre todo si es contemporáneo, marca un récord o se vende por una cifra exorbitante se repite muchas veces la pregunta: ¿y entonces cuánto cuestan Las meninas? O La Gioconda. O cualquiera de las obras maestras incontestables de la historia. ¿Tiene sentido ese interrogante con piezas que jamás saldrán al mercado? Quizá alguien en alguna ocasión haya tasado alguna de ellas, pero en ese caso no habría que confundir valor y precio, porque en la variante del valor juegan innumerables cuestiones no tangibles. “La cultura es inmaterial, la investigación es inmaterial. Esa inmaterialidad es la esencia”, destaca Vicente Todolí, quien ha sido director de la Tate Modern de Londres, de la Fundación Serralves de Oporto o responsable artístico del IVAM.

Por tanto, ¿quién y cómo pone precio a una obra de arte? ¿Quién marca el mercado? Un negocio, además, milmillonario. Solo las subastas de piezas artísticas y joyas supusieron el año pasado en el mundo 15.900 millones de euros (un 18,5% menos que en 2015).

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Para Todolí, las subastas son la parte más visible de las transacciones, pero suponen solo un aspecto, “el más mediático, no el principal”, frente al papel que juegan galerías, marchantes…Inevitablemente, la puja final influye en otras formas de comprar y vender arte, ya que los precios alcanzados son públicos y se toman como referencia. Aunque este experto advierte: “Se presta a manipulaciones”.

Juan Várez, ex consejero delegado de Christie's en España, asesor independiente e hijo del fallecido José Luis Várez-Fisa —uno de los mayores coleccionistas de España—, añade que eso siempre ha ocurrido; siempre se ha hinchado el precio de la obra. No todos los autores que actualmente rompen barreras en las subastas sobrevivirán al paso del tiempo o a una revisión de su lugar y valor en la historia del arte. ¿Qué relevancia tendrán dentro de 361 años —la edad actual de Las meninas— el tiburón en formol de Damien Hirst o su calavera de platino con 8.601 diamantes incrustados, vendidos por 10 y 72 millones de euros, respectivamente?

Várez explica con un ejemplo esa condición de convención de los precios del arte: “No es lo mismo tasar para una subasta o para venta privada que dar un valor de seguro. Por ejemplo, una obra de un millón o millón y medio de euros puede subastarse con un precio de salida de un millón y si hay competencia subirá —hay que tener en cuenta que antes se ha hecho una campaña de publicidad importante: Internet, catálogo...—. La misma pieza en una operación privada se ofrecería por millón y medio; es un proceso más largo, con negociaciones [discretas] que pueden durar meses o años. Sin embargo, el valor del seguro de esa pieza arrancaría a partir del millón y medio, ya que si le ocurriera algo tendría que ser reemplazada sin margen de tiempo ni de negociación”.

"No es lo mismo tasar para una subasta o para venta privada que dar un valor de seguro", dice Juan Várez

Y si los precios son convenciones, en mucha mayor medida ocurre en el caso de los grandes maestros clásicos, con quienes no solo cuentan los valores del mercado y la comparación con trabajos o creadores similares que hayan salido a la venta. El peso de la historia también forma parte de la obra y a ese valor histórico hay que añadirle otro social. ¿Cuesta —supone— acaso lo mismo La libertad guiando al pueblo, de Delacroix, para un español que para un francés? O el caso del prolífico Picasso, un autor hoy en el mercado, pero con quien también se queda en elucubración ponerle un precio a Las señoritas de Avignon o al Guernica.

El abismo que existe entre el valor que alcanzan las obras de los últimos 150 años y las anteriores se debe a varios factores: la temática —la religiosa, por ejemplo, no es la que más atrae a los coleccionistas actuales—; la falta de referencias comparativas —la mayoría de piezas clásicas, y especialmente las más relevantes, están en manos de museos públicos—; la escasez en el mercado de obras de primerísimo nivel de las firmas indiscutibles… Por otro lado, los seguros, además de las variantes anteriores, también tienen en cuenta en sus evaluaciones si una obra en una colección es única. Por ejemplo, el único rembrandt que posee el Prado tendría un valor de seguro más alto que otro del Rijksmuseum de Ámsterdam, precisamente porque en el remoto caso de una pérdida la pinacoteca española se quedaría sin representación de ese genio.

Así que, ¿quién se atrevería a ponerle precio a Las meninas? Si se perdiese o se destruyese, ¿cómo se podría reemplazar? ¿Todo el dinero del mundo podría devolver Palmira a su esplendor anterior a la devastación causada por el ISIS?

Las cinco obras por las que más se ha pagado

Nafea Faa Ipoipo. Hasta ahora, este gauguin estaba considerado la obra de arte más cara jamás vendida. Fue adquirido por la Autoridad de los Museos de Qatar en 2014. La semana pasada se supo por un pleito entre el subastador y el vendedor que el total de la operación no ascendió a 264 millones de euros, como se dijo en su momento, sino que se quedó en 174 millones, lo que la aleja del puesto más alto.

Interchange. Esta obra de De Kooning pintada en 1955 se convierte así en la más cara vendida. Kenneth Griffin, una de las figuras más poderosas del mundo de las finanzas, la compró en febrero de 2016 junto con un pollock. Pagó por ambas unos 450 millones de euros, de los que 262 millones eran el precio de Interchange.

Los jugadores de cartas. La familia real de Qatar adquirió en febrero de 2012 este conocido lienzo de Cézanne por 191 millones de euros.

Les femmes d'Alger. Christie's subastó en mayo de 2015 en Nueva York este picasso por 160,8 millones de euros.

Nu Couché. Uno de los últimos trabajos de la corta carrera de Modigliani, fue subastado en Christie's en noviembre de 2015 y llegó a los 158 millones.

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