La exitosa agenda exterior del lehendakari Urkullu
Los líderes e instituciones internacionales le abren las puertas que cierran a los defensores del 'procés'
La proyección exterior del lehendakari Iñigo Urkullu está resultando inversamente proporcional a la del presidentcatalán, Carles Puigdemont. En los últimos meses, el mandatario vasco ha desplegado una agenda internacional en la que los líderes de los países y organismos internacionales que ha visitado le han recibido en audiencia. Urkullu se convirtió en mayo en el primer presidente autonómico en ser recibido por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. El presidente de Colombia y Nobel de la Paz, Juan Manuel Santos, accedió tres semanas después, a principios de junio, a charlar y fotografiarse con él en Bogotá. Se mostraron apoyo mutuo como representantes de dos países que han sufrido las consecuencias del terrorismo y que pueden intercambiar políticas de reconciliación y paz.
La última referencia de la política exterior de la Generalitat es la anulación del viaje a Marruecos, en mayo, debido a que “ninguno de los responsables políticos marroquíes podría recibirlos”, según explicaron. Tampoco están muy lejos las reiteradas negativas de los responsables de las principales instituciones europeas a mantener contactos públicos con el president, sobre todo el propio Juncker, y los desmarques más sonados de la Embajada de Estados Unidos y del premio Nobel de la Paz, Jimmy Carter, a la hora de apoyar el proceso soberanista.
Pactista y pragmático
Al lehendakari le está funcionando que la imagen que proyecta al exterior es la misma que practica hacia el interior. Su marcado carácter pactista y pragmático y los acuerdos para garantizar la estabilidad del Gobierno se extienden más allá de los límites de Euskadi, con el beneplácito de la diplomacia española.
Urkullu está empeñado en vender una Euskadi que se conozca por su tejido industrial, por la especialización de los servicios que presta a las empresas, y por su peculiaridad tributaria, que puede ser atractiva para los inversores internacionales, sobre todo después de un pasado muy condicionado, también en lo económico, por el terrorismo de ETA. Todo ello en el marco de la estabilidad política, del cumplimiento de las leyes y de la histórica vocación europeísta del PNV.
Aunque el Gobierno vasco elude cualquier comparación con la experiencia internacional de los dirigentes de la Generalitat y evita cualquier tipo de pronunciamiento público, la diferencia es notable en logros y propósitos.
Puigdemont no ha conseguido audiencia con el presidente de la Comisión Europea en las dos veces (abril de 2016 y enero de 2017, aunque en esta última no lo solicitó) que ha viajado a Bruselas. Tampoco logró que le recibiera en mayo de 2016 el entonces primer ministro británico David Cameron, aunque sí se sentó con el exministro principal de Escocia, Alex Salmond. Sus esfuerzos por lograr apoyos para el proceso independentista catalán le han aislado más en el concierto internacional, sobre todo en la UE, pero también en Estados Unidos.
El lehendakari, que en enero se trasladó al Vaticano para conocer la política de refugiados de la comunidad de San Egidio y entrevistarse con el número dos de la Santa Sede, Pietro Parolin, muestra en el exterior la cara más solidaria del País Vasco, pero no solo con los inmigrantes y refugiados, sino con los propios ciudadanos de la comunidad autónoma que han tenido y tienen dificultades tras la larga crisis.
El sistema vasco de protección social y la renta de garantía de ingresos generaron curiosidad en Junkers, que prometió estudiar una visita a Euskadi para conocerlo de primera mano. Urkullu se reunió ese mismo día con el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, y con el negociador del Parlamento Europeo para el Brexit, Guy Verhofstadt. A finales de octubre, Urkullu viajará a Canadá, a la provincia francófona de Quebec, donde ya no gobiernan los independentistas tras perder dos referendos, sino los liberales.
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