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Microcirugía para rejuvenecer a un diablo de tres metros

El telón del Teatro Cervantes de Málaga, pintado por Bernardo Ferrándiz en 1870, se somete a una restauración en público

Empleados trabajan en la restauración del telón de boca del Teatro Cervantes de Málaga.
Empleados trabajan en la restauración del telón de boca del Teatro Cervantes de Málaga.Garcia-Santos

Mefistófeles mira con cierta arrogancia. Mide algo más de tres metros y viste con tonos rojos, parecidos a los del terciopelo de la cortina que pretende descorrer con su mano derecha. De la parte izquierda se encargan Pierrot y Arlequín. Este último empuja con fuerza y de espaldas al público para abrir la tela y mostrar del todo lo que ya se vislumbra en el centro de la composición, una alegoría sobre las artes que incluye una columna en la que están grabados los nombres de Esquilo, Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón y Moratín.

Los puntos frágiles (grietas, parches o remiendos) se han protegido con papel japonés y cola de pescado para evitar riesgos en el traslado de la tela

La escena pictórica adorna el telón de boca pintado por Bernardo Ferrándiz en 1870 para el Teatro Cervantes de Málaga, una valiosa pieza, normalmente oculta por su mal estado de conservación, que está siendo restaurada. Los trabajos se prolongarán durante aproximadamente cuatro meses y la parte final se abordará a la vista del público, en el Patio de Banderas del Ayuntamiento de la ciudad. Un equipo de ocho conservadores de la empresa Quibla Restaura, dirigidos por Estrella Arcos, es el encargado del exhaustivo arreglo. La superficie del paño, que pesa 160 kilos, se extiende por 115,29 metros cuadrados.

Joaquín Gallego y Francisco Zambrana, restauradores, recuerdan las dos reformas anteriores del telón, muy desafortunadas. La primera fue en 1904, cuando “torpes repintes de purpurina” terminaron por inutilizarlo, describe la catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Málaga, María Teresa Sauret, en un artículo sobre la decoración pictórica del Teatro Cervantes. Dejó de usarse. Estuvo guardado y se generaron unos pliegues que estropearon aún más la tela. El sombrero de Mefistófeles, figura en la que Ferrándiz se autorretrató, es uno de los puntos donde se ha encontrado este polvo de tono dorado.

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En la década de los cincuenta del siglo pasado se acometió una segunda reparación, posiblemente más agresiva. Se dio una capa de color sobre el original que subió el tono de la obra. “La estética es parecida a la de los carteles de cine de la época”, apuntan los conservadores. El retrato del demonio que seduce a Fausto, con este exceso de pintura, alargó su bigote y aumentó el volumen de su pelo. La perspectiva del pie izquierdo también es rara. En esta ocasión se añadió un forro, responsable de que la tela pese tanto y de algunas de sus deformaciones, que ahora será retirado y sustituido por otro flotante y de tejido ignífugo.

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Una fase previa del proceso de intervención ha concluido con un pormenorizado análisis visual, fotográfico, gráfico, físico-químico y de investigación documental. Los puntos frágiles (grietas, parches o remiendos) se han protegido con papel japonés y cola de pescado para evitar riesgos durante el traslado de la tela, enrollada en un enorme cilindro con torre metálica y estructura de madera acolchada creado expresamente para moverla. La actuación se centra en eliminar el material superpuesto y añadir la entretela que dará estabilidad a la obra, su limpieza y la retirada de repintes. Conseguir que aflore la pintura decimonónica es complicado, porque en las anteriores reformas se utilizó temple sobre temple, aunque hay zonas donde se percibe el original. La reparación de la capa pictórica es lo que se hará a la vista del público, con el estucado y la aplicación de color donde falta.

Se trata, resumen los expertos, de “muchísimas pequeñas acciones” sobre una gran superficie. La Fundación Málaga y el Teatro Cervantes, que este año celebra el 30º aniversario de su reapertura, financian conjuntamente la restauración del telón de boca de Ferrándiz, considerado en su época, recuerda la catedrática Sauret, “uno de los mejores” de España. La abertura imaginaria de la cortina que se descorre juega con el movimiento real del bastidor, que sube y baja. Con su reforma, las pinturas de la tela recuperarán su diálogo natural con las del techo del edificio, reparadas hace algo más de una década y también del prestigioso pintor valenciano que cayó en la tentación de ceder su rostro a Mefistófeles.

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