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CONTAMINACIÓN ATMOSFÉRICA

El frío y las escasas lluvias, detrás de los picos de polución

Las alertas se disparan durante los meses de invierno

La boina de contaminación de Madrid, durante el brote de polución que vivió la capital a principios del mes de noviembre.
La boina de contaminación de Madrid, durante el brote de polución que vivió la capital a principios del mes de noviembre. Santi Burgos

El episodio de alta contaminación que vive Madrid se desató el lunes, cuando cuatro estaciones de la zona centro superaron los límites establecidos de dióxido de nitrógeno. Algo normal en estas fechas si se revisan los datos de mediciones de este contaminante durante los últimos 15 años: en diciembre y enero se produjeron los mayores picos de NOx, uno de los principales contaminantes atmosféricos urbanos. Este grupo de gases, de los que forman parte el óxido nítrico (NO) y dióxido de nitrógeno (NO2), están relacionados con problemas de salud en menores como bronquitis, asma o reducción del crecimiento de la función pulmonar, según la Organización Mundial de la Salud.Las altas concentraciones puntuales de este compuesto provocan también episodios de asma o bronquitis a la población afectada. De hecho, existe una relación significativa entre los picos de polución y el aumento de los ingresos hospitalarios. Además, la presencia de NOx está relacionada con la de otros tóxicos: es un precursor del ozono troposférico (a nivel del suelo), que genera problemas respiratorios y afecciones a la salud. 

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El invierno es un buen caldo de cultivo para la polución ya que fomenta la concentración de contaminantes. ¿Por qué aumenta la concentración de estos gases durante los meses más fríos? Este fenómeno se debe a la dinámica atmosférica. El aire frío pesa más que el caliente por lo que, en condiciones normales, este último asciende de manera natural y se mezcla en las capas más altas de la atmósfera. Normalmente, el aire más cercano al suelo está más caliente que el que tiene por encima —a mayor altitud, menor temperatura—. Pero durante el invierno, en ciudades con un clima estable se produce un fenómeno denominado inversión térmica. Es decir, que se altera el orden de las capas de aire.

Este fenómeno suele ocurrir las noches de invierno, con cielos despejados, con viento débiles y sobre suelo continental. En estas circunstancias, cuando la temperatura baja, el suelo se enfría rápidamente y provoca también una bajada drástica de temperatura en el aire de las capas más bajas —el que respiramos y el que presenta una mayor concentración de contaminantes que salen del tubo de escape de los vehículos—.

Ese enfriamiento del aire más cercano al suelo altera la dinámica atmosférica. Como las capas de aire que tiene encima están más calientes, la masa de aire contaminado queda atrapado a esasos metros del suelo, en la puerta de casa. Así se produce la denominada —y visible— boina de polución de Madrid y del resto de ciudades con un clima semejante. Una dinámica que solo se rompe con lluvias —el lunes se prevén lluvias en la capital con lo que se podría poner fin a esta situación de alerta— vientos fuertes o una disminución de las principales fuentes de emisión de contaminantes.

El episodio actual de alta contaminación que vive la capital se debe justamente a la inversión térmica. Los dos últimos días casi todas las estaciones de la capital han presentado altas concentraciones de NO2. El martes, varias de ellas rebasaron los límites. La alerta a la población se da cuando dos estaciones de la misma zona superan durante dos horas consecutivas una concentración de NO2 de más de 180 microgramos por metro cúbico; el protocolo se activa cuando se supera el límite de 200 microgramos por metro cúbico. “Y eso es complicado”, cuentan desde el Ayuntamiento de la capital, “porque tiene que haber una concentración muy alta de contaminantes”. “Actualmente la hay”, añaden.

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