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¿Quién mató a la mujer del banquero?

La conspiración familiar y la pista latinoamericana centran la investigación del crimen de Mari Carmen Martínez

La policía científica registra el vehículo de la víctima.
La policía científica registra el vehículo de la víctima.Manuel Lorenzo (EFE)

No existe en Alicante una charla de amigos o una tertulia de bar que se abstraiga de comentar el crimen de María del Carmen Martínez, tanto por la edad (72 años) y el rango social de la víctima, como por la sordidez de la ejecución: dos balazos a quemarropa en el vientre de un túnel de lavado.

Fue la trampa en que cayó la viuda del banquero Vicente Sala el 9 de diciembre. Y no porque desconociera el lugar, un concesionario de su propiedad, sino porque el asesino se cercioró de que no había cámaras de seguridad, incluso se valió de un silenciador para rematarla a bordo de su Porsche.

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Semejantes detalles se han instalado en el imaginario de la sociedad alicantina como una prueba inequívoca de la profesionalidad del crimen. También se ha arraigado en la opinión pública local el consenso de localizar en la propia familia el móvil y la autoría intelectual, observándose que la víctima, sus cuatro hijos —un varón, tres mujeres— y sus yernos estaban involucrados en los detalles de la sucesión y de la gestión del imperio doméstico.

Imperio quiere decir que Vicente Sala, expresidente de la CAM (Caja de Ahorros del Mediterráneo) y fallecido en 2011, había creado una constelación de empresas no solo diversificadas en la actividad —industria química, construcción, automoción—, sino ramificadas en Latinoamérica.

Reviste importancia la clave trasatlántica porque los investigadores manejan alternativas a la hipótesis predominante del crimen endogámico. Empezando por un ajuste de cuentas que se habría cebado con la matriarca del clan y que podría tener su origen en alguno de los países —México, Brasil, Argentina, Perú...— donde operaba con dificultades la compañía Samar.

Es el acrónimo de los apellidos Sala y Martínez, la expresión simbólica de una familia unida que dejó de estarlo a raíz de la muerte del patriarca, entre otras razones porque se precipitaron las discusiones sobre la titularidad de las empresas y porque el único varón, Vicente Jesús, adquirió un papel predominante en las preferencias y decisiones de Maria del Carmen.

Era ella la heredera del 51% del imperio y la portadora de la acción de oro que consentía vetar cualquier operación financiera. Pretendió delegarla en Vicente Jesús, dando origen a un recurso de las otras hijas que prosperó en el Registro Mercantil y que hizo evidentes las divergencias familiares.

Tanto se había distanciado Maria del Carmen de ellas que tenía previsto el pasado jueves (15 de diciembre) reunirse en Madrid con un notario y abdicar accionarialmente en su vástago. De ahí la corpulencia que adquiere el móvil del crimen doméstico, aunque los investigadores consideran precipitado adelantar las conclusiones. Que el dinero y la desavenencia familiar formen parte de los argumentos prosaicos de un asesinato no significa que constituyan un criterio dogmático. Menos aún cuando los Sala-Martínez han convocado a un comisario cercano a la familia experto en bandas organizadas del extranjero para verificar si la pista latinoamericana es digna de explorarse. En concreto, por los conflictos que habrían podido engendrarse en alguna filial argentina de la firma Samar.

La Policía Nacional ha logrado contener las filtraciones, pero no las especulaciones. Muchas de ellas relacionadas con el extremo conocimiento que el sicario tenía de los hábitos y los movimientos de María del Carmen. Que acostumbraba a visitar el concesionario los viernes -el día del crimen- y que solía acompañarse de una de sus empleadas. No ocurrió el 9 de diciembre. Ni pareció tampoco cometer error alguno el homicida. La propia ubicación del teatro de operaciones facilitaba la fuga: cuatro opciones de autopista y el aeropuerto de L'Altet a unos diez minutos.

Habría podido salir de España el sicario. O haberse quedado si lo hubieran reclutado en el ámbito del hampa local. Es decir, si el homicidio de encargo tuviera que ver con un escarmiento a los planes de María del Carmen.

Clan de la Santa Faz

Operaba como un binomio con su hijo repartiéndose las atribuciones de apoderada y administrador único, no en todas las empresas, pero sí en las fundamentales. Era la razón que había degradado la imagen del “Clan de la Santa Faz”, una hipérbole literaria que alude al lugar de las afueras de Alicante donde la familia Sala-Martínez había construido la mansión nodriza y los cuatro chalets que marcaban el territorio de cada hijo.

Muy cerca, mucho, se encuentra el tanatorio de La Siempreviva. Allí se celebró el pasado domingo el funeral por la memoria de la matriarca y se demostró tanto la masiva adhesión de los alicantinos a la discretísima difunta como el peso cualitativo de los amigos. Entre ellos, el presidente de Mercadona, Juan Roig, el presidente del Hércules, Carlos Parodi, la senadora popular Asunción Sánchez Zaplana, varios excargos del PP alicantino, incluso Roberto López Abad, exdirector general de la CAM imputado por el falseamiento de las cuentas de la institución.

El escándalo de la quiebra de la Caja de Ahorros del Mediterráneo -fue necesario un rescate de 5.200 millones- no alcanzó a involucrar la gestión de Vicente Sala. La presidió once años con el impulso de Eduardo Zaplana y tuvo que abandonarla por los estatutos de jubilación. Pudo así prevenirse de la intervención del Banco de España, pero no del seguimiento que le hizo la Fiscalía Anticorrupción en un legajo del caso Brugal por haber tenido información privilegiada en el desarrollo de proyectos urbanísticos.

¿Un imperio de 1.800 millones de euros?

El conglomerado empresarial de la familia abarca tantos ámbitos de la actividad empresarial —químicas, construcción, concesionarios, alquiler de vehículos, inmobiliaria— como impresiona por su proyección en Latinoamérica. Un negocio estrictamente familiar cuyo valor podría calcularse en unos 1.800 millones de euros. Y un holding bastante saneado y próspero, empezando porque las cuentas de 2015 arrojan números en positivo y porque la división química facturó en el ejercicio anterior 193 millones de euros. Es la herencia que había dejado en situación de prosperidad el patriarca Vicente Sala, un empresario discreto, muy bien relacionado -allegado a la Familia Real- que desembarcó en la CAM en 1994 -la presidió desde 1998- y que se había especializado en el sector químico cuatro décadas antes. Murió a la misma edad de su esposa, 72 años, de cáncer, habiendo consolidado el negocio en Argentina, Colombia, Perú, incluso en Brasil, aunque, según parece, los asuntos brasileños habían sufrido un retroceso en los últimos años.

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