La revancha de Rajoy
Mientras en el PSOE todo eran caras largas, la bancada popular, eufórica, disfrutó del duelo con Iglesias
Mariano Rajoy se cobró este jueves la revancha tras la investidura fallida del 2 de septiembre, cuando el registrador de la propiedad más joven de España —aprobó la oposición con 23 años—, suspendió su primer examen. “El gallego impasible”, como le bautizó Joan Baldoví (Compromís) pretendía no hurgar demasiado en la herida del rival roto, según sus colaboradores cercanos, pero lanzó a la bancada socialista dos piropos envenenados: les agradeció su “sensatez” y destacó lo mucho que tenían en común.
Con su socio, Ciudadanos, el candidato a la presidencia fue mucho más cariñoso que la última vez, cuando despachó en un párrafo el apoyo —entonces insuficiente— de sus 32 diputados. Y con los demás tiró de ironía, el registro en el que mejor se entienden las antípodas. Cuando terminó la sesión, casi 11 horas después, nadie tenía dudas: lo mejor había sido el falso duelo entre Rajoy y Pablo Iglesias, dos rivales que se necesitan. Y lo segundo, el intercambio entre el líder del PP y el portavoz de ERC, Joan Tardà.
La cara de Antonio Hernando, que se presentó, pese a todo, con una corbata rojo socialista, era un poema y los del “no es no” paseaban inconsolables por el Congreso, mascullando las frases que acababa de pronunciar su portavoz: “¿Qué es eso de que Rajoy es malísimo pero le tenemos que apoyar?”, lamentaba una.
Pedro Sánchez le aplaudió con desgana y al salir, cuando tuvo que responder qué le había parecido la intervención de su antiguo escudero, se zafó con un “es un buen parlamentario”, que recordaba al “es muy limpio” con el que se zanjan otras preguntas incómodas fuera del hemiciclo. Desde la tribuna de invitados oteaba el presidente de la gestora socialista, Javier Fernández, junto al omnipresente padre Ángel, el exministro de Sanidad Alfonso Alonso, alguna novia y Pío García Escudero en su palco de presidente del Senado.
En la bancada popular todo eran sonrisas, abrazos y palmaditas en la espalda. José Luis Ayllón, del PP, y Albert Rivera se habrían dado, además, codazos de complicidad si hubieran podido, porque el pasillo que les separaba en el hemiciclo no impidió que comentaran entre risas cada intervención de Iglesias. Durante la jornada circuló un vídeo en el que parecía que el líder de Ciudadanos llamaba “gilipollas” al de Podemos, pero Rivera lo negó. Iglesias se llevó, en cualquier caso, un “¡payaso!” y otro “¡sinvergüenza!” desde las filas populares. Previamente él les había llamado “delincuentes”. El idilio con Rajoy, que le reconoció su torpeza con los SMS —refiriéndose a su mensaje de ánimo a Luis Bárcenas— no caló en los cuadros inferiores. Los diputados de Podemos terminaron abandonando el hemiciclo en protesta porque la presidenta del Congreso, Ana Pastor, no les permitió responder al portavoz del PP. Pese al mensaje conciliador de Rajoy, Rafael Hernando fue fiel a sí mismo y les acusó de “venderse a dictadores”.
La jornada incluyó poco originales metáforas futbolísticas —desde el socorrido “partido a partido” de Simeone, a la Champions League—; la inevitable referencia de Rivera a Adolfo Suárez y de Rajoy a la EPA; y un curioso intercambio entre el líder del PP y el peneuvista Aitor Esteban:
— “Si me quieres, Mariano, menos leña, y más grano”
— “Si quieres grano, Aitor, te dejaré mi tractor”.
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