El tiempo del hombre prudente
Javier Fernández Fernández, presidente de Asturias, lidera la gestora del PSOE con el objetivo de restañar las heridas de los últimos días
El sábado, incluso antes, cuando se daba por hecho que una gestora tendría que hacerse con el mando del PSOE, todas las miradas se dirigieron a Javier Fernández, sentado en la primera fila a la izquierda junto a Susana Díaz, en el comité federal. Allí estaba, sin hacerse notar, con su talante de hombre que escucha y actúa; que prefiere no dar que hablar. Siempre está ahí cuando hace falta. No rehúye los grandes retos. Y si son del partido, con más ahínco. Lo hizo en Asturias cuando asumió el liderazgo de la secretaría general. Asumió también el desafío cuando le faltó un candidato de garantías para encabezar la lista en las elecciones autonómicas, desde la que alcanzó, en el segundo intento, la presidencia del Principado en 2012.
Javier Fernández es hoy uno de los veteranos del PSOE. Se le considera un referente por su honestidad y hombre de partido. Un luchador silencioso, reacio a las excentricidades y abierto al pacto. No se siente a gusto con las peleas internas y se le nota. En las primarias que enfrentaron a Pedro Sánchez y Eduardo Madina se le vinculó, aunque se guardó mucho por mostrar sus preferencias, a este último. Una vez culminada la votación, Sánchez le tuvo que buscar un acomodo, toda vez que no le incluyó en la ejecutiva. Una ausencia que fue muy sonada y comentada. Ahora, dos años después, es él quien tiene que arreglar el entuerto y hacer que la travesía del desierto sea lo menos onerosa para el más que centenario partido. En la guerra fratricida de estos días, que acabó con la dimisión de Sánchez, se decantó claramente por los que quieren evitar unas terceras elecciones.
Cuenca minera
Mamó la izquierda desde la cuna. Nació en Mieres, en plena cuenca minera asturiana, en enero de 1948. Sus padres se conocieron en un campo de concentración y su abuelo fue fusilado. Es, además, sobrino de Manuel Llaneza, fundador del sindicato SOMA, el brazo minero de UGT. Con ese pedigrí tenía difícil no transitar por la izquierda. Se hizo ingeniero superior de Minas y en 1987 se afilió al PSOE. Luego entró en la Administración del Principado como director general de Minas y Energía siendo presidente su correligionario Juan Luis Rodríguez-Vigil, conocido este por el petromocho, un timo que le llevó a la dimisión.
La llegada del PP al Gobierno regional le devolvió a su puesto de funcionario hasta que en 1996 salió elegido diputado en la lista encabezada por su amigo Luis Martínez Noval, exministro de Trabajo con Felipe González y líder regional, fallecido en 2013. Con Martínez Noval tejió muchas de las estrategias políticas y económicas del partido en Asturias.
En aquel Parlamento de los últimos años noventa formó parte del grupo de diputados socialistas más activos contra la política desarrollada por el Gobierno de José María Aznar, que no tenía mayoría absoluta, y del que formaba parte José Luis Rodríguez Zapatero, quien barajó su nombre como ministro cuando formó su primer Gobierno. Fernández se encargó en esa etapa de preparar todas las iniciativas sobre energía, actuando de martillo pilón sobre la política energética dirigida entonces por el ministro de Industria, Josep Piqué, y bendecida por el vicepresidente económico, Rodrigo Rato. Aquella etapa duró tres años, los suficientes como para conocer los círculos políticos de la capital y los manejos parlamentarios, con los que volvería a convivir como senador autonómico en 2003 y en 2007.
En 1999 volvió a su tierra como diputado autonómico reclamado por Vicente Álvarez Areces para ocupar la consejería de Industria, Comercio y Turismo. Aunque prefería no levantar expectativas y mantener un perfil bajo, le llegó la hora de aspirar, empujado por Martínez Noval, a la presidencia del Principado como solución para tapar el hueco dejado por la renuncia de Álvarez Areces a la reelección.
Campaña difícil
La campaña fue dura. Fernández, con la prudencia que le caracteriza, puso toda la carne en el asador. Pero, los socialistas, sin duda arrastrados por el tsunami de la crisis que azotó al partido en toda España, acabaron como tercera fuerza más votada por detrás del Foro Asturias (FAC), de Francisco Álvarez Cascos, y del PP. Algo histórico en una región de izquierdas. Cascos fue elegido presidente del Principado de una legislatura que tan solo duró seis meses.
Pero, a finales de enero de 2012, tras la negativa de la oposición a aprobar los presupuestos regionales, Cascos disolvió el Parlamento autonómico y convocó elecciones. Era la segunda oportunidad para Javier Fernández, que recuperó la fuerza hegemónica, con 17 diputados. No tenía mayoría absoluta, pero logró el apoyo de Izquierda Unida y de UPyD no sin muchas noches de negociación. Sumó 23 diputados frente a 22 del Foro y el PP. Algo parecido pasó en 2015, cuando el PSOE logró una mayoría simple. Esta vez con el respaldo de IU y la abstención de Podemos.
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