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Elecciones vascas
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Estabilidad frente al galimatías estatal

El resultado de las elecciones autonómicas revela que el multipartidismo camina a distintas velocidades

Iñigo Urkullu y el presidente del PNV Andoni Ortuzar en el cierre de la campaña.
Iñigo Urkullu y el presidente del PNV Andoni Ortuzar en el cierre de la campaña.LUIS TEJIDO (EFE)
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Los resultados de las elecciones autonómicas en Galicia y País Vasco ponen de manifiesto que el multipartidismo en España camina a distintas velocidades. La mayoría absoluta del PP y el liderazgo moderado del PNV representan dos modelos, dos culturas políticas diferentes y coetáneas que reflejan la complejidad del periodo de transición que atraviesa España.

En Euskadi queda claro que el marco de referencia es el PNV. Con una cómoda mayoría simple (29 escaños) mantiene una posición de centralidad ideológica y en el tablero político para pactos y/o coaliciones viables de gobierno. El arraigo de la cultura multipartidista es tal en el País Vasco que ni siquiera los propios votantes del partido jeltzale optan por la mayoría absoluta como forma de Gobierno: prefieren el acuerdo (62%), antes que el rodillo (37%), señalaba el sondeo preelectoral de Metroscopia. Así lo han evidenciado las urnas. EH Bildu (17) conserva la segunda plaza y, junto al PNV, evidencia el dominio del nacionalismo vasco que apenas se resiente en número de votos respecto a 2012. La bajada de la participación (tres puntos porcentuales) parece haber castigado sobre todo las expectativas de Elkarekin Podemos (11) que, aún así, desplaza al PSE (9) a la cuarta plaza.

En la Euskadi post-ETA, el frentismo y la polarización se han vuelto técnicas políticas decadentes. La legitimidad descansa ahora sobre los vínculos más primarios y comunes, tras una eficaz gestión de la fragmentación política. Los lemas vistos en esta campaña —“Un país compartido” y “Juntos”— son ejemplos extraordinarios de que las actitudes y el comportamiento electoral de la ciudadanía vasca discurren ya con naturalidad por los senderos de un pluripartidismo consolidado. 

En Galicia, Núñez Feijóo revalida por tercera vez su dominio con 41 escaños en el Pazo do Hórreo, la única mayoría absoluta que sobrevive a la ola multipartidista iniciada en 2015. El oasis gallego demuestra un carácter hermético: no se contagia ni de los cambios políticos en algunas de las principales ciudades gallegas ni del galimatías estatal. La izquierda se realinea pero, una vez más, no obtiene volumen suficiente para superar al PP. El raspado sorpasso en votos, que no en escaños, de En Marea (14) a PSdG (14) colocaría a Luís Villares como eventual referente de la izquierda. Está por ver si los resultados de las marcas gallega y vasca del PSOE pueden suponer para Ferraz el paso de DEFCON 3 a DEFCON 2: de la movilización de tropas a la preparación para la guerra nuclear.

Por el mecanismo de elección de presidente, casi con toda seguridad Urkullu volverá a la Lehendakaritza. El caso gallego empieza por Fei y acaba por jóo. La política estatal podría estudiar más a fondo el ecosistema vasco antes que el gallego, si de veras pretende dar una salida al bloqueo. Parece el mejor espejo donde mirarse para evitar la repetición de las generales.

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