“Triquiñuelas” en el juego y un campo sin portero
El PP se las ingenió para exhibir su eslogan en las mesas en una jornada sin más incidencias que las habituales
Hay algo peor en unas elecciones que ser citado para formar parte de una mesa. Y es madrugar para votar temprano, para disfrutar después de los planes de domingo, llegar al colegio y tener que quedar allí porque un titular y su suplente no se han presentado y la ley marca que apanda el primero que entra en la sala papeleta en ristre. Así sucedió ayer en una mesa electoral de A Coruña. Era más o menos la hora en que los votantes más puntuales de Galicia, los de los extensos, despoblados y envejecidos municipios rurales de Ourense, empezaban a llegar a las urnas, alguno todavía en pijama pero con la gabardina encima por eso del decoro y las nieblas matinales, en comarcas en las que siempre arrasa el PP. Lugares en los que los otros partidos ya no tienen interventores, como en un rosario de aldeas de la comarca de Celanova, donde solo se presentaron los representantes del Partido Popular, entre ellos (según la oposición) trabajadores con sueldo municipal, desde funcionarios hasta barrenderos, o de empresas adjudicatarias de servicios. “Es impotencia lo que sentimos, no vale la pena ir, está todo copado”, reconocía un miembro del PSdeG en la zona.
No obstante, Democracia Ourensana y En Marea se revolvieron contra lo que la primera de las formaciones definió como “triquiñuelas” de los populares. Los apoderados e interventores del partido en la provincia de Ourense se desplegaron con carpetas y material de trabajo en los que lucían impreso, y muy vistoso, el logo de Feijóo y el lema “en Galicia sí”, el eslogan utilizado durante toda la campaña, la criticada imagen de marca que relegaba a un plano casi microscópico el sello del PP. La queja de sus rivales surtió efecto rápidamente y al mediodía la junta electoral obligó a retirar todo ese papeleo bajo sospecha de fraude.
Pero si de lo que se trata aquí es de trucos y suspicacias, no se puede dejar pasar la alarma del presidente de un colegio de Cambados (Pontevedra), que paralizó temporalmente la votación porque un entusiasmado elector coló dos papeletas en la urna. Según él, no se dio cuenta, pero con su afán votante se convirtió en una de las anécdotas del día, como también lo fueron el vecino de Redondela (Pontevedra) que echó a la urna un sobre con 200 euros para un bautizo y el portero titular del Lemos, equipo de fútbol lucense. Jesús Melendo no pudo parar el gol de sus obligaciones ciudadanas y tuvo que sentarse de ocho a ocho en una mesa electoral de Monterroso (también en Lugo), así que su equipo tiró de suplente (y ganó) en su choque contra el coruñés Arteixo.
Después de acudir a votar por tercera vez en 10 meses, los gallegos cumplieron como siempre e incluso mejor que en 2012, aunque algo más desmotivados. Porque además, para muchos, no vale ya la pena esforzarse por llegar al colegio si lo que se elige no es el alcalde. Así sucedió, por ejemplo, con la censada más anciana de Galicia, la tercera en el ránking de supercentenarios de España, Avelina Mouzo, que el 24 de diciembre cumplirá 112 y suele ser objeto de reportajes cada vez que llega con todo su fervor democrático, fresco como una rosa, a su colegio electoral en Camariñas (A Coruña). Esta vez Avelina, según fuentes del consistorio, no fue a votar. Los candidatos a las autonómicas le resultan algo distantes, y además el sábado su familia tuvo una gran boda. Se le casó una bisnieta.
Pese al hartazgo general, y salvo las dos quejas de Democracia Ourensana y En Marea, la jornada se desarrolló, como se suele decir siempre, “sin incidencias”, dentro de una “normalidad” asumida. Porque, por no haber, a diferencia de otras ocasiones no hubo ni denuncias ante la junta electoral por acarreo masivo de votantes, un clásico en la provincia de la dinastía Baltar. “Si no se demuestra la coacción, las denuncias nunca van adelante, y aquí ocurre que la gente, al final, no reconoce jamás que fue presionada a ir a votar en el coche de un agente electoral del PP”, comentan con desaliento ("desquiciados" por lo que ellos consideran "impunidad") representantes del BNG y del PSOE en Ourense. “Además, en esta provincia, cada vez se vota más por correo desde los geriátricos y es por esta vía como se carrexa [acarrea] con sutileza", asegura la eterna oposición en la zona. "El que hace cuatro años podía ser llevado hasta la urna, ahora está encamado”. La edad, en Galicia, no perdona.
Aún así, conectados por WhatsApp, concejales de izquierdas compartieron en privado información sobre ancianos de noventa y tantos que llegaban a sus correspondientes colegios electorales del ganchete de algún empleado de la Diputación Provincial de Ourense, o de destacados populares que traían y después devolvían a sus domicilios a grupos de vecinos, "de cuatro en cuatro", todos "muy mayores". "Cada vez, las tácticas son más sutiles", pero la tradición "persiste", describía una militante socialista.
Y también ayer, según la costumbre, la primera mesa en recontar los votos y acabar con el trabajo fue la única que hay en Negueira de Muñiz (Lugo). El municipio más esquinado y más despoblado de Galicia (también uno de los más bonitos), con 213 vecinos y solo 187 potenciales electores, aguanta el aburrido goteo con el colegio abierto de sol a sol pero liquida el trabajo mejor que nadie. "En las municipales no, porque tenemos listas abiertas y eso lleva más tiempo", explica la secretaria del Ayuntamiento, "pero en las generales y autonómicas, es facilísimo contar". Ella misma se encarga de hacer el sorteo informatizado de los integrantes de la mesa, de avisar y de recordar varias veces, "hasta el último día por teléfono", a aquellos a los que les toca estar allí. Y aunque parezca imposible, con un censo electoral de 187, que no carguen muchas veces los mismos con el mochuelo, la funcionaria asegura que no pasa: "Hay chicos jovenes locos por salir en el sorteo a los que no hay forma de que les toque. Y me protestan".
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