Sin salida al futuro
La preocupación general ante la misión imposible de formar gobierno, resulta del todo explicable. Solo que mirando de cerca lo sucedido, responde a una lógica indiscutible. Para empezar, como todo el mundo sabe, estamos ante un juego de cuatro partidos, distantes entre sí, sabedores además de que una concesión errónea al adversario, posible aliado, puede provocar el propio hundimiento. Sobre el PSOE, no existe duda alguna, y en cuanto a Ciudadanos, el 26-J le hizo ver que la baza de la racionalidad, en un marco de alianzas móviles, no genera popularidad, sino desgaste. Lo mismo que sucedió al tándem PSOE-Ciudadanos, cuando pretendieron dar ejemplo de política positiva.
A Podemos es imposible hacerle tal reproche; aquí el desgaste ante la opinión vino de su ostentosa renuncia al objetivo proclamado, sacar del gobierno al PP, para entregarse a una OPA permanente contra el PSOE.
Por su parte, el PP tiene una clientela asegurada, aun cuando también cuenta con una enorme carga de la corrupción y con el desprestigio ganado a pulso por su líder, dispuesto además a que se hunda su barco, con tal de permanecer al mando. A estas alturas, las idas y venidas sobre su paso adelante, afrontando la investidura, y las ambiguas ofertas a Ciudadanos y PSOE, revelan una vez más que todo a desgastar a los citados partidos. Le salió bien del 20-D al 26-J y ahora cuenta con el espantajo de las terceras elecciones, como si de ellas fuera culpable esa amplia mayoría de españoles que detesta su continuidad al frente del gobierno. Siempre sin dar la cara. Cuando se habla de que el PP es el primer partido, confirmado ampliamente el 26-J, se margina adrede ese otro dato. El ¡Rajoy, no! tiene poco de explosión irracional: es la justa valoración de lo que este político viene representando desde su llegada al poder para la democracia española.
Desde el ángulo opuesto, Rajoy ha puesto en práctica durante esta crisis una táctica similar a la de Pablo Iglesias, dejando de lado los intereses del país, y la consiguiente necesidad de proponer reformas que atrajeran a PSOE y Ciudadanos, para pensar únicamente en jugar para ventaja propia. Iglesias falló, como se merecía, pero Rajoy no, gracias a la inseguridad dominante, aunque requiera para gobernar el auxilio/sacrificio de Ciudadanos y del PSOE. Sería un acuerdo precario, muy costoso para ambos. Hacia el futuro, un callejón sin salida.
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