Condenado a seis años un estafador que se hizo pasar por millonario

Raúl Bañez cambiaba de coche de lujo como quien cambia de camisa, habitaba chalets en zonas exclusivas de Madrid y quien le visitaba podía comprobar que tenía varias personas a su servicio. Con estos mimbres, entre 2009 y 2010 Bañez aparentaba ser multimillonario, aunque no tenía ni un duro y fue engañando a casi todos los que se prestaron a hacer negocios con él. El Tribunal Supremo ha confirmado ahora la condena de seis años de prisión por estafa y apropiación indebida que la Audiencia Provincial le impuso en enero de este año.

Los jueces dan por probado que Bañez, que ahora tiene 50 años, pertenecía a una “familia acomodada” que se arruinó cuando empezó la crisis. A partir de ahí, el acusado se metió en la piel de un multimillonario dueño del Grupo Bañez, un inexistente holding familiar con sede en la Torre Picasso. Un chófer le paseaba por Madrid, unos días en un Porsche Cayenne y otros en un Jaguar y a sus nuevas amistades le hablaba de su piso en la Sexta Avenida de Nueva York o de la casa que su abuelo había comprado en Mallorca a la duquesa de Windsor.

Patente de un invento

En unos meses convenció a varias personas para que invirtieran en supuestos negocios, entre ellos, un invento llamado “estructurador molecular sónico” que lograba un gran ahorro energético y de combustible y del que aseguraba haber comprado la patente. Contó que tenía apalabrada la venta de 50.000 unidades y que el Grupo Entrecanales estaba interesado en comprarlo. Así convenció a una víctima para que invirtiera 390.000 euros que nunca recuperó.

A otra de sus víctimas le alquiló una finca por 6.000 euros al mes, no pagó ni una mensualidad y, cuando un juez le echó, se llevó muebles, los electrodomésticos y 34 cabezas con cuernos de animales que habían sido cazadas por el difunto marido de la dueña.

El Supremo ha rechazado el recurso de Bañez contra la sentencia de la Audiencia. Entre otros argumentos, el tribunal rechaza que la pena de cinco años por el delito de estafa sea desproporcionada. La sentencia, de la que ha sido ponente el magistrado Andrés Palomo, destaca el “importante quebranto económico” ocasionado a algunas de las personas a las que engañó y la “mendacidad” del acusado, que “al crear una apariencia de amistad, jugó también con los sentimientos de sus víctimas”.