Enfrentados por partida doble
Los partidos actúan bajo la amenaza de que si se mueven de su campo están perdidos
Es curioso hasta qué punto la irrupción de nuevos actores en el sistema de partidos, en lugar de haber multiplicado, ha reducido, si no bloqueado, las expectativas de formación de un Gobierno con mayoría. Nadie, de izquierda a derecha, ha considerado siquiera la posibilidad de enfrentar las próximas elecciones presentando un programa compartido por otro partido, incluso si cada uno se presenta por separado. Ni se ha oído voz alguna procedente de Ciudadanos o del PSOE que reivindicara el programa firmado, tras una seria negociación, para la sesión fallida de investidura. Y eso que fue el único dotado de cierta coherencia y claridad para abordar algunas de las cuestiones que tenemos pendientes.
El entierro de aquel programa y de la idea misma de un acuerdo entre un partido liberal y otro socialista testifica que la política española está muy lejos de haber superado o disuelto el eje izquierda/derecha sobre el que ha girado desde 1982. Más aún: testifica que ese eje se ha reforzado, debido a que la relación de poder interna en cada uno de los campos impide a cualquiera de los partidos que lo integran pactar con alguno del campo contrario. Así hemos llegado a una situación en la que todos los partidos actúan bajo la amenaza de que si se mueven de su campo están perdidos. Y no porque formen cada uno de ellos un bloque, sino porque sin posibilidad de pacto por encima de la línea divisoria, cada cual se siente y es prisionero en su propio campo.
De modo que, si nadie tiene el valor y la fuerza para remediarlo, de dos partidos pasaremos a dos bloques, uno a derecha, el otro a izquierda. No es una situación nueva en nuestra historia. Todo lo contrario. Sí será nueva, sin embargo, en caso de que se consume la formación de estos dos bloques, una situación congelada de doble enfrentamiento, el de un bloque contra otro y el de los componentes de cada bloque entre sí, situación de la que nada con futuro puede esperarse cuando lo que se necesita son acuerdos debatidos y tomados por mayoría cualificada de las Cortes. Y de eso, hoy, estamos más lejos que nunca.
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