“Nos entendimos hasta con gente que nos encarceló”
Ha recibido el encargo de Manuela Carmena de aplicar en Madrid la Ley de Memoria Histórica. Ella tiene su propia memoria
Tensión otra vez. ¿Qué es lo más que le preocupa de lo que pasa? Tensión y crispación. Mi generación nació en la posguerra e hizo la Transición; nos entendimos con gente que nos metió en la cárcel durante la dictadura. Había que cerrar un capítulo, sin represalias, para avanzar en democracia. Ahora habría que entenderse. Es más fácil.
Pero la memoria histórica tardó mucho en ponerse en marcha... Porque quisimos cerrar rápidamente aquella etapa. ¡Y esperamos hasta 2007! Era difícil hacer cosas que ahora parecen fáciles. Pero en la época de Tierno conseguimos un Madrid sin crispación; en el ámbito de lo que me toca ahora [cumplir la Ley de Memoria Histórica], se recuperaron calles y signos que significaron la sublevación. Y se hizo sin alteración. La gente reaccionó con normalidad.
Ahora lo mismo, o parecido, ha soliviantado... Ahora hay como otra vuelta a la crispación en la sociedad, pero con una generación todavía más joven. Nosotros también estamos crispados. Me preocupa porque con la crispación a veces se saca lo peor de nosotros; se sacan recuerdos más negativos que tienes del otro. Dejas de ser tolerante.
Preocupante. Claro. Nosotros tenemos la obligación de hacer unas sociedades más tolerantes, en las que haya un diálogo que no sea tan crispado. Nos lo exige la propia historia de este país. Madrid ha sido una de las ciudades que más ha sufrido de Europa. Aquí empezó y terminó la guerra. Y hubo una larga posguerra. Es verdad que en Euskadi y en Cataluña hubo represión, como aquí. Y esta ciudad, que Machado llamó “rompeolas de España”, necesita reencontrarse, reafirmar a aquellas personas olvidadas, o que han sido humilladas. Sus familiares tienen derecho a que se cuente la verdad.
¿Y cómo se dice la verdad? Siempre es complicado, cada uno tenemos la nuestra. Lo que hay que intentar es componer una historia más objetiva y que sobre todo suponga el reconocimiento de una parte olvidada.
¿Qué olvido subrayaría? Me parece importante recuperar a las mujeres represaliadas por los dos lados, que tuvieron que exiliarse y que no existen. Aquí hay muy pocos símbolos de estas mujeres. También hay aquí descendientes de los emigrantes de los cincuenta. De Andalucía, de Extremadura. Los descendientes deben saber cuál es ese mapa humano de nuestra historia.
¿Y por qué ha sido tan difícil? Porque tardamos en hacer la ley. Y ahora hay una situación nueva, y hay otra vez crispación. La Ley de Memoria Histórica no va contra la ideología, consiste en rescatar vidas olvidadas. Ha habido errores en la aplicación, sin duda; pero se tienden a magnificar los errores.
¿Cómo se recupera uno mismo del dolor? A usted le asesinaron un hermano los fascistas en el despacho de Atocha... El asesinato de mi hermano, la muerte de mi hijo y la de mi marido... El recuerdo lo tienes tú, es tuyo, vives con él. Yo hablo muchos días con mi propio recuerdo. Tengo dos mochilas: la del sufrimiento y la de la esperanza de seguir haciendo cosas positivas. La ciudadanía lo hizo muy bien cuando ocurrió el dolor del 11-M. La ciudad se merece el esfuerzo para que el dolor se respete y no olvidemos las víctimas.
¿Y acabará alguna vez, Paquita, esa dinámica izquierda-derecha, vencedores-vencidos, que nos marca? Es lo que pretendo aquí. Hay que contar que, en efecto, unos ganaron y que la dictadura reprimió 40 años. ¡Pero hubo otros 40 en paz! Hay que contarlo también. La tolerancia hay que ganarla peldaño a peldaño. La intolerancia, ay, se gana igual. Desgraciadamente.
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