“Me encanta dormir porque en este sitio no me pueden quitar mis sueños”
El español Pablo Ibar siempre ha defendido su inocencia y exigido un juicio nuevo
Pablo Ibar, que siempre ha proclamado su inocencia, lleva 16 años en el corredor de la muerte y seis más encarcelado. En 2000, un jurado popular le declaró culpable de un triple asesinato cometido en 1994, por el que fue condenado a la pena capital. Una fotografía borrosa y con poca resolución, extraída de un vídeo de vigilancia, fue la principal prueba de cargo para atribuirle aquel crimen, pero ni el ADN ni las huellas dactilares de Ibar se corresponden con las halladas en el lugar de los hechos.
"Lo único que queremos es que nos den la oportunidad de un nuevo juicio", ha repetido durante años su esposa, Tanya Ibar. El Tribunal Supremo de Florida ha abierto ahora una puerta a la esperanza con su decisión de anular la condena de muerte y ordenar la repetición del juicio.
Ibar, de 44 años, es sobrino del boxeador Urtain (alias de José Manuel Ibar), hijo de emigrantes vascos en Estados Unidos y tiene la doble nacionalidad (española y estadounidense). Su familia y la Asociación contra la Pena de Muerte Pablo Ibar tratan de dar marcha atrás al larguísimo proceso judicial para demostrar que estuvo "plagado de irregularidades" y que el joven de origen guipuzcoano no tuvo una correcta asistencia letrada.
Tras conocerse la noticia del Tribunal de Florida, la esposa y la suegra del reo han dicho estar "muy felices" por la revocación de la condena de muerte. "Estoy en shock, tan feliz", ha afirmado Tanya en declaraciones a Efe. Madre e hija han agradecido el apoyo del Gobierno español y los españoles, que desde el "País Vasco hasta la Costa del Sol" se han volcado en la causa de Ibar.
La vida de Ibar cambió por completo a finales de junio de 1994, cuando la policía entró en un domicilio de la localidad de Mirarmar, en el Estado de Florida, y halló los cuerpos sin vida del propietario de la casa, Casimir Sucharski, dueño de un local nocturno, y dos de sus bailarinas, Sharon Anderson y Marie Rodgers. La posterior investigación culminó en la acusación formulada en agosto de 1994 contra Seth Peñalver y Pablo Ibar. Ambos fueron condenados a muerte, pero han corrido una suerte dispar.
El alto tribunal de Florida aceptó en 2006 la repetición del juicio contra Peñalver, quien en diciembre de 2012 fue declarado no culpable por un jurado de 12 personas en el Tribunal de Broward County. Tras 10 días de deliberaciones, llegaron a la conclusión de que no había suficientes pruebas para demostrar su culpabilidad. Ibar, en cambio, sigue aún en el corredor de la muerte.
Un día entre rejas
Ibar ha descrito cómo es un día entre rejas: "Mis días habitualmente comienzan acompañados de fuertes gritos: Chow time, lo que viene a significar que es la hora del rancho, como si fuéramos animales. Esto suele darse a eso de las cinco y media de la mañana; la comida llega en bandejas de plástico que deslizan bajo las barras de la puerta de las jaulas en las que estamos. El tamaño de las celdas es de aproximadamente de dos por tres metros, un espacio excesivamente pequeño para hombres que llevan aquí 25 o más años esperando su muerte".
En la web de la asociación que lleva su nombre Ibar describe que, tras tomar el desayuno, suele trabajar en su apelación ante el Tribunal de Florida, lee nuevas leyes que puedan afectar a su caso "con la esperanza de que pueda encontrar algún error que pueda ayudarme". Escribe cartas a las personas que le envían mensajes de apoyo, a sus amigos, esposa y resto de familiares. "Todo esto si no nos permiten salir por la mañana", relata.
Me encanta dormir porque en este sitio no me pueden quitar mis sueños. Más tarde, vuelvo a escuchar los gritos y me doy cuenta de que sigo en este horrible y oscuro sitio
Solo tiene permitido salir dos veces a la semana durante dos horas cada vez: "Fuera puedes hablar con otros internos, jugar al baloncesto (mi deporte preferido), al vóley o hacer pesas y pasear. Sin embargo, si hay recuento, el tiempo de recreo es cancelado. También si llueve se cancela". El ejercicio físico es su principal válvula de escape, pues "es como una terapia" y lo transporta "fuera de estas paredes, de este aislamiento".
Por las tardes tienen permitido ducharse tres veces por la semana (solo 10 minutos). Antes de acostarse suele ver la televisión, escuchar música o leer algún libro. "Así, el cansancio llega y si no hace mucho calor, intento dormir. Me encanta dormir porque en este sitio no me pueden quitar mis sueños. Más tarde, vuelvo a escuchar los gritos: Chow time, y me doy cuenta de que sigo en este horrible y oscuro sitio… Mi día en el corredor de la muerte".
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