La pareja en el exilio
Fue el yerno perfecto, el deportista de éxito y ella la hija más sencilla de la familia real. Ambos atraviesan por su peor momento
Fue un flechazo, al menos para ella. Atlanta celebraba en 1996 sus Juegos Olímpicos y Cristina de Borbón asistía como espectadora. Coincidieron en la celebración de la medalla de oro ganada por la selección de waterpolo. Allí Jesús Rollán, portero del equipo nacional y gran amigo de la infanta, los presentó. Quienes presenciaron el encuentro contaron entonces que la hija de don Juan Carlos se quedó impactada con Iñaki Urdangarín, que formaba parte del equipo de balonmano que logró el bronce. Después de ese primer encuentro, la infanta e Iñaki acordaron volverse a encontrar en Barcelona. Cristina, por entonces no tenía pareja pero sí Urdangarin, que llevaba varios años con Carmen Camí. Tras solo ocho meses de relación, la pareja se comprometió. Ese día, Camí se enteraba de que ya no era la novia del deportista.
A los entonces Reyes de España, la boda de su hija menor les pareció un poco precipitada pero el excelente perfil de su futuro yerno no podía ser mejor. Era un chico aparentemente perfecto. Sus amigos y compañeros del Barcelona de balonmano se deshacían en elogios cuando hablan de él. Lo primero que sorprendía de Txiqui, como le llamaban sus íntimos, era su físico. Rubio, alto, de ojos claros y complexión atlética, tenía una sonrisa que conquistó a muchas. A Cristina de Borbón le hizo efecto. Mientras que con Jaime de Marichalar, los servicios de prensa del palacio de La Zarzuela tuvieron que hacer malabares con su currículo, con Urdangarin no hizo falta. En la España de las Autonomías, Urdangarin reunía los mejores requisitos. Aunque nació en Zumárraga, vivía en Barcelona. Cuando conoció a la Infanta ocupaba un pequeño piso en el paseo de Gracia.
La casa era de reducidas dimensiones: un salón con una cocina americana, el dormitorio y el baño. La decoración era funcional, con un espacio en el salón para el equipo de música y otro para el estudio. El grupo Queen y la música funky eran sus opciones preferidas. Nada que ver con el palacete que años después adquirió en Pedralbes con el que comenzaron sus problemas. Urdangarin estudiaba Empresariales y tenía con unos amigos un restaurante, El Pou. Cristina vivía con su prima Alexia de Grecia y trabajaba en La Caixa.
Su boda, el 4 de octubre de 1997, en la catedral de Barcelona fue todo un acontecimiento. La ciudad salió a la calle para celebrar el matrimonio. Se respiraba un aire como el de la Barcelona olímpica.
El flechazo se produjo en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996
Urdangarin comenzó a darse cuenta de que su vida iba a cambiar cuando desde la Casa del Rey le hicieron ver que debía retirarse del balonmano. Las medidas de seguridad que exigía su presencia en los campos era tal que desaconsejaron su continuidad. Fue cuando el entonces duque de Palma comenzó a labrarse una vida en el mundo de los negocios. Así conoció a Diego Torres. Sus primeros años como exdeportista los dedicó a la actividad privada en empresas como Motorpress y Octagon. Esas dos sociedades limitadas estaban dedicadas fundamentalmente a la organización de eventos, la representación de deportistas y esa actividad difusa conocida como asesoría. Paralelamente, Urdangarin ingresó en el Comité Olímpico Español en abril de 2001 de la mano de Alfredo Goyeneche, un hombre procedente del mundo hípico, aristócrata y muy bien relacionado con el rey Juan Carlos. Parecía un puesto perfecto para él, pero las federaciones no le apoyaron. Luego llegó Nóos, fundada con Diego Torres.
En 2004, el marido de la Infanta ya estaba en otros proyectos donde actuaba como intermediario. Sus empresas hacían negocios con el PP, sobre todo en Valencia y Baleares aunque también exploraban el mercado de Madrid.
Tras ocho meses de relación, la Infanta y Urdangarin se comprometieron
El penúltimo de siete hermanos de una familia muy religiosa siempre quiso tener varios hijos. Cuando el matrimonio Urdangarin-Borbón ya tenía cuatro, Juan, Pablo, Miguel e Irene decidieron abandonar el piso que ocupaban en el barrio de Pedralbes para mudarse al palacete, que ha sido su última residencia en la ciudad. Cuentan que fue don Juan Carlos quien habló a la pareja de la residencia. Por aquel entonces, el Rey acudía con regularidad a la clínica Planas, cerca de ese inmueble, a hacerse tratamientos para mejorar su estado de forma y su físico. En 2004 la compraron con un crédito de La Caixa donde la Infanta trabajaba. Les costó 5,8 millones de euros. Mucho dinero para los ingresos que ellos tenían por aquel entonces.
Cuando la Casa del Rey anunció el 22 de abril de 2009 que los duques de Palma se trasladaban a Washington, hacía algún tiempo que las actividades privadas de Urdangarin habían terminado. Sus negocios ya estaban en boca de todos. Telefónica le fichó para América y así se justificó la mudanza de la familia. Pero poco después, el escándalo estalló. El yerno ideal pasó a ser afeado por su “comportamiento poco ejemplar” y retirado de la vida oficial.
Cristina de Borbón conoció por aquella época que su esposo había filtreado con la esposa de un amigo. Unos correos le delataron. Pero ella cerró filas. Desoyó los consejos para que se separara, no por la infidelidad sino por los negocios impropios para un miembro de la familia real. Un apoyo que el lunes la llevó hasta el banquillo.
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