Repetición de la jugada
La jugada más reciente que repitió anoche Pedro Sánchez ante Mariano Rajoy la había ensayado el candidato del PSOE en el debate sobre el estado de la nación el pasado 24 de febrero. Un Rajoy sobrecogido le despidió, al acabar el fuego cruzado, en estos términos, según quedó registrado en el Diario de Sesiones:
-¡No vuelva usted aquí, a hacer ni a decir nada. Ha sido patético!
Pues Sánchez ha vuelto.
Y esta vez la construcción se ha inspirado en otra jugada algo más lejana. La que tuvo como protagonista a Alfredo Pérez Rubalcaba el sábado 13 de marzo de 2004. Rajoy ese mismo día, jornada de reflexión de las elecciones del 14-M, declaraba sobre el atentado del 11 de marzo: "Tengo la convicción moral de que ha sido ETA". Rubalcaba esa misma noche declaró:
-Los ciudadanos españoles se merecen un Gobierno que no les mienta, un Gobierno que les diga siempre la verdad.
El 24 de febrero, según ya hemos evocado en estos comentarios analíticos, ganó Sánchez, según el CIS, lo cual presuponía que Rajoy podía prepararse para no repetir a su vez el descontrol del cual hizo gala en el Congreso de los Diputados.
Pues no.
Tras evocar los sms de Rajoy a Bárcenas [enviados después de conocerse la primera cuenta suiza de 22 millones de euros y la publicación de la fotocopia de la contabilidad B de Luis Bárcenas en este periódico, el 31 de enero de 2013], la declaración de María Dolores de Cospedal sobre el despido diferido del extesorero del PP, la destrucción de los discos duros de los ordenadores requeridos por el juez Pablo Ruz y los pagos en negro de las obras de la sede de Génova 13, el candidato socialista concluyó:
-Usted dijo que todo era falso, y a los días siguientes matizó diciendo que todo era falso salvo alguna cosa. Pero ahora todos los españoles sabemos que lo que dicen esos papeles es cierto...Le advierto: si usted sigue siendo presidente de Gobierno, el coste para la democracia y las instituciones será enorme porque el presidente de Gobierno tiene que ser una persona decente y usted no lo es.
Rajoy picó. Debajo de su asiento, los talones del presidente temblaban intensamente, como quien dribla una pelota de baloncesto.
Le espetó a Sánchez:
-Hasta aquí hemos llegado...yo soy un político honrado, como mínimo tanto como usted, jamás me acusó nadie de "nada. No me dedico a la política por dinero. Usted perderá las elecciones, pero no se recuperará nunca de la afirmación ruín, mezquina y deleznable que ha hecho. Ha sido una intervención miserable.
Sánchez podía haber seguido, pero no lo hizo.
Por ejemplo: estaba en condiciones de recordar que en la contabilidad B de Bárcenas hay 35 apuntes a nombre de diferentes siglas que el extesorero identificó ante el juez Ruz como Mariano Rajoy. Son 322.231 euros. Y la rehabilitación de la planta séptima del edificio de Génova 13, la del presidente del partido, es decir, Rajoy, costó 505.000 euros, según los autos de los jueces Ruz y José de la Mata, pagados en negro como parte del millón y medio. Por esta contabilidad B, el PP es considerado responsable civil subsidiario en el caso Bárcenas.
O podía haber recordado que todos los secretarios generales del PP (Francisco Álvarez-Cascos, Javier Arenas, Ángel Acebes y María Dolores de Cospedal) declararon como testigos en la Audiencia Nacional. Todos menos uno. El secretario general Mariano Rajoy, antes de ser presidente. Es verdad que el juez Ruz no le envió las preguntas a La Moncloa. Pero Rajoy podía haberse ofrecido a contestar en calidad de testigo. No lo hizo.
Pero no necesitó llegar tan lejos Sánchez para desestabilizar a Rajoy.
La influencia de este enfrentamiento sobre la marcha de la campaña electoral y el desenlace de la es difícil de calibrar. Subirá la moral de una campaña socialista muy alicaída y debilitará la capitalización que venían exhibiendo Podemos y Ciudadanos, siempre a juzgar por los sondeos.
Un disparo, tres pájaros
El disparo de Sánchez sobre Rajoy alcanzó, adaptando la expresión popular, a otros dos pájaros.
En el debate sobre el debate organizado por el programa Al Rojo Vivo (el más visto anoche después de los 9,6 millones cosechados por el duelo) tanto Pablo Iglesias como Albert Rivera acusaron la herida. Alberto Garzón, candidato de Izquierda Unida, fue, como en los debates previos, excluido.
I
Iglesias, tras seguir el debate en Atresmedia (foto), explicó ya en cámara que ambos duelistas se habían faltado el respeto y que se habían revolcado en el fango. Pero sobre todo, el blanco de Iglesias fue Sánchez. Se puso a sí mismo como modelo de cortesía y buena educación.
El candidato socialista, a juzgar por los comentarios puritanos del líder de Podemos, había quebrado el monopolio de la crítica al PP.
La presencia de los dos contrincantes emergentes, excluidos del debate bipartidista, fue concebido por ellos como una oportunidad para argumentar sobre el duelo. Por eso suspendieron actividades previstas para la noche del lunes.
Pero esa oportunidad también suponía riesgos, entre ellos el riesgo de verse reducidos a simples comentaristas u observadores.
Rivera recordó que fue él quien había traído en el debate a cuatro de Atresmedia por qué razón Rajoy se había quedado en Doñana y su lugar fue ocupado por Soraya Sáenz de Santamaría, cuando blandió una portada periodística ante las cámaras con la contabilidad B de Bárcenas y aludió al pago de sobresueldos.
El líder de Ciudadanos apuntó que sería "elegante" y no iría a más. La vicepresidenta, airada, replicó que dejara a los demás decidir sobre su elegancia.
Esta campaña va asumiendo a medida que avanza rasgos del teatro japonés tradicional, el drama kabuki, en el cual los actores emergentes se presentan con un maquillaje muy elaborado.
El debate entre Sánchez y Rajoy ha sido sanguíneo al abordar los asuntos de corrupción y otras manipulaciones, a cara de perro, sin Max Factor.
Y, mira por dónde, los candidatos emergentes parecían anoche, con su maquillaje, puro...establishment. Descolocados. O no.
Una batalla no es la guerra
Hacer trastabillar al contrincante, como ha conseguido Sánchez, supone salir a su vez bien parado de un momento estelar, el espectáculo central de la campaña, ¿pero cambia radicalmente el sesgo de una campaña del PSOE que parecía agotada? ¿es mucho más que una habilidad dialéctica ante millones de espectadores?
La respuesta instantánea a ambos interrogantes es no.
Pero a partir de hoy se podrá apreciar la tendencia.
Una cosa ha quedado clara: los candidatos Sánchez y Rajoy eran anoche ellos mismos. Millones de votantes han podido ver su doble cara. La que habían exhibido en los programas de Bertín Osborne y María Teresa Campos.
Y la...¿real?
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