Reconciliar generaciones
La crisis del régimen bipartidista se viene anunciando desde las movilizaciones de 2011, y todo indica que se concretará el 20-D
El historiador e hispanista John Elliot ha dicho a Juan Cruz que “España tiene necesidad de reconciliar las generaciones”. La crisis del régimen bipartidista que se viene anunciando desde las movilizaciones de 2011, y que todo indica que se concretará el 20-D, tiene mucho de generacional.
E incluso si el soberanismo catalán mantiene expectativas de futuro es porque las nuevas generaciones son su territorio más fértil. Nuevos sectores sociales quieren entrar en el reparto de poder. Desde la comodidad del bipartidismo, se perdió la oportunidad de anticiparse y adaptar el régimen a los nuevos tiempos. ¿Los resultados electorales permitirán tender puentes entre generaciones o darán paso a un período conflictivo de transición?
Con 11 millones y medio de votantes mayores de 60 años en el censo, un PP en apuros, que tiene sus mejores cuotas de fidelidad en lo alto de la pirámide demográfica, parece decidido a agarrarse al sector de más edad para salvar los muebles. El miedo, la unidad de la patria, el presente de las pensiones y los riesgos de dejar la cosa pública en manos inexpertas, serán los ejes de una campaña, esencialmente conservadora y reactiva contra las propuestas de cambio.
A su lado, el PSOE sigue timorato a la hora de liderar la mutación del régimen. El temor a perder los privilegios del bipartidismo (bipolio del poder) provoca extrema cautela en los socialistas, como si estuvieran comprometidos con el PP en una causa común: mantener el sistema de alternancia de partidos sin real alternativa de proyectos.
PP y PSOE cuentan con la ventaja de unas reglas del juego —la ley electoral— pensadas en beneficio suyo. Pese a ello, todo indica que el 20-D Ciudadanos romperá el monopolio del PP sobre la derecha, de modo que Rajoy habrá dilapidado el principal patrimonio que le dejó Aznar. Y Podemos estrechará el espacio de un PSOE cada vez más escorado hacia este punto vacío llamado centro.
Con lo que entraremos en una mutación práctica del régimen, con el final de las mayorías absolutas y la llegada de la cultura de coalición que debería servir para activar los cambios que un PP obsesionado en su voto tradicional no ha sabido anticipar. La derecha acabará pagando las consecuencias del inmovilismo de Rajoy.
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