Campaña de un tiempo feliz
Salvo uno con Pedro Sánchez, Rajoy ha desechado debates confiando en el buen hacer del electorado español
Con el país en guerra, según nuestro ministro de Asuntos Exteriores y Catalanes, el presidente del Gobierno tomó ayer la primera medida de excepción al entrar en tromba en antena a comentar el fútbol. En otro tiempo, con las familias alrededor de la radio para seguir un desembarco, la retransmisión se interrumpiría para dar paso a una arenga: "Ocasión de Benzema". Más allá de la descoordinación entre el tiempo de gobierno y el electoral, la selección de plataformas que el jefe de campaña le está haciendo a Rajoy lo deposita en un espectro sociológico formidable. Se trata de todo un catenaccio, por decirlo en expresión cómplice: no salir a arriesgar ningún voto con nada que se parezca a una batalla de ideas y asegurar los que están con unas ganas enormes de decidirse entre PP y Ciudadanos. Salvo uno con Pedro Sánchez, Rajoy ha desechado debates confiando en el buen hacer del electorado español. Irá a verles a todos a casa de Bertín Osborne, que ha dicho en una entrevista en Papel que antes se veían "los bares llenos de gente sonriente" y que ahora los bares siguen llenos pero la gente está muy seria (es por la cocaína, Bertín). Ha programado como "tarea de gobierno" una entrevista en Telecinco y desembarcará junto a María Teresa Campos en Qué tiempo tan feliz. La Campos presentó hace un año un libro, Amar, ¿para qué?, en el que rajaba del amor pero mientras lo terminaba se enamoró de Bigote Arrocet y tuvo que hacer un epílogo en el que lo refutaba todo. Nunca olvidaré la primera frase de la presentación: "Se ha escrito del amor desde Platón hasta ahora. ¿Qué puedo aportar yo?". Entre chachachás de fondo la visita de Rajoy a Campos puede ser su Vietnam.
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