París juzga al último general de ETA por el asesinato de un policía francés
Arranca en París un postrero macrojuicio contra Mikel Carrera, Ata, su lugarteniente y otros tres dirigentes de la banda
La historia de ETA en Francia, su refugio y retaguardia durante décadas, escribe este lunes uno de los últimos y más simbólicos capítulos. En el banquillo del tribunal penal de París se sentará Mikel Carrera Sarobe, Ata, de 43 años, el último general de la banda. Le acompañarán su lugarteniente, Arkaitz Aguirregabiria, de 32, y otros tres destacados etarras. Los cinco participaron en el tiroteo que el 16 de marzo de 2010 acabó con la vida del policía francés Jean-Serge Nerin, la última víctima de ETA. Usaron pistolas procedentes de un espectacular robo de 300 armas en 2006 en Francia en plena tregua de la banda.
El juicio, el último de gran relieve pendiente contra ETA tanto en España como en Francia, se celebra para determinar la responsabilidad de los acusados en la muerte de Nerin, padre de tres hijos. Ocurrió durante una inédita operación en la que al menos ocho etarras, con su máximo jefe al frente, intentaban robar media docena de vehículos en Villiers-en-Bière, a 70 kilómetros al sur de París. El asesinato de Nerin desató la mayor operación de las fuerzas de seguridad francesas para fulminar a la banda.
Hacia las 18,30 horas de aquel 16 de marzo, y de acuerdo con los testimonios y el relato de los investigadores incorporados al sumario, los etarras asaltaron un local de compraventa de vehículos, encañonaron a su único empleado, le encapucharon y se llevaron cinco coches. Veinte minutos después, una patrulla de policía detectó cuatro automóviles aparcados en fila india en un camino cercano y cinco personas en los alrededores.
Los etarras que participaron en el tiroteo utilizaron pistolas robadas en Francia durante una tregua en 2006
Los agentes se aproximaron con su vehículo y descendieron. Eran el brigadier Nerin (52 años), jefe de la patrulla, y los jóvenes Mickäel Ouette (28), Damien Boudesocque (26) y Marie Steimetz (22), recién salida de la academia. Nerin se dirigió a los cinco individuos y les advirtió de que allí no se podía acampar. Nadie respondió.
Les pidió la documentación y se desencadenó el drama. Uno de los etarras, identificado después como Aguirregabiria, gritó una orden. Él y sus cuatro acompañantes sacaron sus pistolas y empezaron a disparar. Ouette cuenta que oyó silbar las balas junto a su cabeza. Él y Boudesocque también abrieron fuego. Protegido tras un coche, Boudesocque encañonó al etarra Joseba Fernández Aspurz y le ordenó tirar el arma. Tras unos segundos de enorme tensión, soltó su pistola y se tiró al suelo. El agente lo esposó.
Mientras, Ouette disparó a Aguirregabiria, que cayó al suelo. Nerin y Boudesocque se acercaron para esposarle. Los policías pensaron que la situación empezaba a estar casi controlada. De pronto, un Citroën 4 de color verde entró en el camino. Se detuvo a 20 metros del grupo. El conductor y su acompañante –uno de ellos Mikel Carrera, según la policía- descendieron y vaciaron sus cargadores contra los policías.
Nerin recibió tres impactos procedentes de dos armas distintas. Dos de ellos le perforaron los pulmones y la aorta. En medio del tiroteo, Aguirregabiria logró escapar con sus compañeros.
Solo Fernández Aspurz, fue detenido. Nerin falleció casi en el acto. Ni él ni la agente Marie Steimetz llegaron a abrir fuego. La novata Steimetz, a la que una bala le rozó la cabeza tras traspasar la chapa del coche policial, confesó que no desenfundó por miedo a herir a sus compañeros. Los 13 impactos de bala registrados en el automóvil de la policía y los 19 disparos realizados por Ouette y Boudesocque dan idea de la dramática escena en Villiers-en-Bière. Los etarras, cuentan los policías, se comportaron en todo momento con frialdad y aplomo.
La policía francesa identificó también entre los asaltantes a Josu Urbieta, Izaskun Lesaca –que participó en el robo, pero no en el tiroteo- y Xabier Goyenechea, el último en ser detenido el pasado julio. Ahora son acusados de homicidio, intento de homicidio, pertenencia a banda con fines terroristas, secuestro, robo, uso de documentos falsos o tenencia de armas.
ETA aún tiene en su poder 250 pistolas y revólveres robados en Vauver y 28.000 placas de matrículas
Mikel Carrera y Arkaitz Aguirregabiria fueron detenidos dos meses después en Bayona. Caía así el último jefe militar de la banda que rechazaba el fin de la lucha armada. Por eso se había enfrentado a Javier López Peña, Thierry, jefe hasta mayo de 2008 y promotor de las treguas en el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero. Mientras dirigió ETA –de noviembre de 2008 a mayo de 2010-, Mikel Carrera, nacido en Pamplona, organizó y ordenó atentados que costaron la vida a una decena de personas.
Incluso durante la tregua en la época de Zapatero, Carrera, entonces jefe de logística junto con Zigor Garro, controló en 2006 el atraco a la empresa Sidam en Vauvert, de donde ETA se llevó 334 pistolas y revólveres, así como 59.930 cartuchos. El 1 de diciembre de 2007, participó en el asesinato de dos guardias civiles en Cap Breton, hecho por el que ya fue condenado en 2013 en Francia como autor del doble crimen.
Hoy, como recuerda la policía francesa, ETA aún tiene en su poder 250 pistolas y revólveres de Vauvert. Y 28.000 placas de matrículas de las 30.000 que robó en Replonges también en 2006. O decenas de kilos de polvo de aluminio que se llevó de una empresa en Heudebouille en 2005 para fabricar explosivos. Es parte del arsenal almacenado por Carrera aún buscado por los servicios de seguridad.
La caída de Ata, sin embargo, marcó el principio del fin de ETA. 17 meses después de su arresto, la banda declaró el fin de su actividad armada. Desde entonces, en Francia han sido detenidos 35 presuntos miembros de la banda, cuya infraestructura, dice la policía, es casi inexistente.
Este lunes, ETA empieza a escribir uno de los últimos párrafos de su sangrienta historia. La juez Laurence Le Vert es instructora de la causa. Ella ha protagonizado casi todos los capítulos judiciales de la banda en Francia. Otro dato simbólico de este último macrojuicio. A sus 64 años, está a punto de culminar un trabajo al que ha dedicado buena parte de su vida.
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