Aznar desencadenado
El sabotaje del expresidente a Rajoy sería más creíble si no fuera Aznar el origen de muchos problemas actuales
José María Aznar ha recuperado el liderazgo de la oposición. Un puesto itinerante -Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Albert Rivera, Esperanza Aguirre…- que el expresidente socava para despecharse de Mariano Rajoy, trasladándonos la impresión de que gobierna España el hombre equivocado. Se ocupó de matizarlo cuando presentó su primer tomo de memorias en presencia humillante del propio Rajoy. Dijo entonces que su candidato ideal había sido Rodrigo Rato, de forma que Aznar ya demostraba entonces sus aptitudes de timonel visionario.
Está en campaña Aznar contra el líder de su propio partido. Y no vamos a cuestionar sus argumentos, menos aun cuando provienen de la evidencia electoral, pero impresiona la obstinación del sabotaje y escandaliza la deslealtad, con más razón cuando el marido de Ana Botella reprocha a Rajoy haber expuesto la Constitución al zarandeo de los nacionalistas catalanes y haberse recreado en el tancredismo.
Convendría recordar que el ogro separatista, tan dopado e intimidatorio ahora, ha sido una creación colectiva, coral, como ocurre en el desenlace de La semilla del diablo. Y fue probablemente el propio Aznar quien más cultivó la expectativa identitaria a cambio de garantizarse la gobernabilidad en tiempos de minoría absoluta.
Aznar hablaba catalán en la intimidad. Solemnizó la sumisión a Pujol en el “Pacto del Majestic”, incluso consiguió que el patriarca de Convergencia lo definiera como su mejor interlocutor en la Moncloa gracias a los privilegios de autogobierno y el chantaje sin restricciones.
Aznar alimentó al monstruo y ahora pretende sustraerse a su responsabilidad embrionaria. Que concernió al “problema catalán”, pero también al liderazgo de una época degradante que convierte la foto de equipo en la Moncloa en una escena de Sospechosos habituales.
El exministro Matas, por ejemplo, ha sido condenado y el exvicepresidente Rodrigo Rato, su delfín, su elegido, comparece hoy ante la justicia para responder de fraude fiscal, alzamiento de bienes y blanqueo de capitales, sin olvidar que la estructura fraudulenta de financiación ilegal del PP no puede desvincularse al airado ex presidente del Gobierno.
No se explica el deterioro actual del PP sin la corrupción ni la gestión de la corrupción, pero urge aclarar que muchos de los “cadáveres” que han emergido en el marjal se encubrieron en edades precedentes y formaron parte de una tradición cultural.
Aznar no tiene autoridad moral ni política para significarse como castigador ni como fiscal. Exagera su credibilidad. Y reprocha a Rajoy el mismo cesarismo que él ejerció. Y que sacralizó en la boda de El Escorial. De ella se ocuparon los periodistas del corazón. De ella, de sus invitados, se ocupan ahora a conciencia los periodistas de tribunales.
El PP se encuentra en una posición crítica. Porque había dos opciones. Una, la más razonable, consistía en salvar el partido, buscar una alternativa a Rajoy, admitir que el marianismo estaba exhausto. Y la otra era salvar a Rajoy. Una solución inapelable que Aznar observa con su disfraz de Casandra, temiendo acaso que su criatura política, PP, se desfigure, o, peor aún, pensando que él mismo podría ser el remedio mesiánico.
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