“Cualquier lugar es mejor que el horror que dejamos atrás”
Varios solicitantes de asilo llegados a España, tras huir de la guerra y el yihadismo, narran cómo pagaron a las mafias y atravesaron miles de kilómetros con sus hijos y familias
A los 22 años, Mohammed Sammaraie vio cómo un proyectil de mortero sobrevolaba su cabeza. Aún recuerda esos segundos interminables que acabarían con una explosión a sus espaldas. Ese golpe de artillería que lo lanzó 13 metros por el aire, que le destrozó dos vértebras, que le dejó en una silla de ruedas. Para siempre. “Nunca más he podido caminar”, relata, ya con 24 años, a las puertas del Centro de Acogida de Refugiados de Vallecas (Madrid), donde reside desde hace 10 meses.
Llegó a España hace casi un año con su madre y su hermano de 17 años. Después de dejar atrás su ciudad natal, Sumarra, a unos 130 kilómetros de Bagdad (Irak). Su padre, que trabajó como traductor para los estadounidenses, ya se había visto obligado a abandonar antes el país por las amenazas de los yihadistas. La familia, suní, tuvo que seguir sus pasos. "Venían a casa y preguntaban dónde estaba mi padre. Vivíamos aterrorizados", relata Sammaraie. Dos de sus tíos y un sobrino de su edad fueron asesinados.
"Cualquier lugar es mejor que el horror que dejamos atrás", apostilla. Resignado. Y detalla cómo volaron en avión hasta El Cairo, atravesaron en coche el norte de África y entraron a Europa por Melilla. "Tuvimos que malvender la casa y todo lo que teníamos". Otro de sus hermanos, de 23 años, aún está en Marrakech (Marruecos). Salió después que ellos de Irak: "Se tuvo que quedar con mis abuelos". El joven, que estudiaba tercer curso de Odontología cuando quedó parapléjico, calcula que pagaron a las mafias casi 10.000 dólares por persona.
Huida de Siria para evitar coger un fusil
Los soldados llegaron a casa de Muoatasem Alafande dispuestos a reclutarle para la guerra de Siria y él optó por huir, según relata. Hace un año y medio dejó atrás su casa en Damasco y ahora busca su futuro tras recalar en Líbano, Argelia, Marruecos y finalmente España. "No quería disparar, ni mi hermano tampoco", explica desde Sevilla, donde lleva ya cuatro meses después de otros cuatro meses en Málaga.
La familia del joven, de 20 años, abandonó su comercio de ropa en la capital siria para huir y ahora están los padres y tres hermanas en Líbano y un hermano en Holanda. Tras pagar 50 dólares para llegar en un coche con otros tres hombres a Líbano, adonde llegó en abril de 2014, Alafande voló con su hermano Hassan hasta Argelia cuatro meses después, con un billete que le costó 400 dólares (360 euros). De allí ambos partieron hasta Nador (Marruecos) en otro coche. "La policía marroquí nos quiso echar para atrás porque explicaron que no quería sirios", afirma. Sin embargo, volvieron y de Marruecos entraron en Melilla. La policía le trasladó hasta Málaga, donde pasó cuatro meses en un centro de acogida para refugiados, y de ahí fue trasladado al Centro de Acogida al Refugiado (CAR) de la capital andaluza.
El joven salió de Damasco con 100 dólares en el bolsillo y luego su familia le fue enviando diferentes transferencias para subsistir y proseguir su periplo. Ahora recibe clases de español tres horas al día de lunes a viernes y solo piensa en encontrar un trabajo cuanto antes. "Sí, me iría con una familia si me abren su casa", comenta en un precario castellano como preferencia ante el centro de refugiados de Sevilla Este, que ahora aloja a 120 personas. Las ofertas de particulares para alojar el aluvión de inmigrantes en sus propias casas se han dirigido en la capital andaluza hacia la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), según confirman fuentes del centro.
Desplazados por el Estado Islámico
"A Irak solo le espera la destrucción. Me pusieron una bomba en el coche, dispararon ráfagas de ametralladoras contra mi casa, me enviaron mensajes al móvil y amenazas por carta. Me fui al norte y al sur, pero las amenazas seguían llegando". A. A. relata que abandonó Bagdad cuando formaba parte del Gobierno iraquí, agotado de sobrevivir a las amenazas del Estado Islámico y de huir para salvar a su familia del desastre.
Este iraquí de 30 años, que solicita el anonimato porque sus padres aún están en Bagdad amenazados, llegó a Sevilla procedente de Estocolmo (Suecia) el pasado noviembre, hace ya casi un año. Había viajado al país escandinavo como primer destino para escapar a la pesadilla que vivía en Bagdad. "Denuncié los disparos contra mi domicilio pero la policía no hizo nada", recuerda.
Ahora reside en el Centro de Acogida al Refugiado (CAR) de la capital andaluza junto a su mujer y sus dos hijas de cuatro y un año. "En Bagdad tenía un puesto de responsabilidad para fijar el diálogo y las relaciones necesarias del Gobierno central con las diferentes comunidades religiosas. De tener continuas reuniones he pasado a una rutina muy gris con clases de español y poco más. Pero solo sé que quiero paz". A. A. entiende que Irak afronta una guerra civil porque la carencia actual en aspectos como la comida y la salud son alarmantes y la desesperación de la población lleva a protestas constantes. "A esto se le suma cómo afecta la caída del precio del petróleo a la economía del país", matiza.
Sobre la situación en el centro de refugiados sevillano relata: "No me quejo, pero no es un privilegio vivir aquí". No se arrepiente de abandonar su país y en España le gustaría trabajar en alguna profesión vinculada a su formación, la informática, cuando domine el castellano. "La situación es cada día peor y los terroristas están ya a solo 20 kilómetros de Bagdad".
"De una noche para otra, nos quedamos sin nada"
Los tres niños de Ali Alshawish juguetean a su alrededor. Con 9, 7 y 2 años, apenas paran quietos junto a su padre, un vendedor de coches sirio de 33 años que huyó de la guerra con su familia. "Teníamos un lugar para vivir y un trabajo. Pero, de una noche para otra, nos quedamos sin nada", relata en Madrid, adonde ha llegado junto a su esposa y los pequeños. Este refugiado salió de Siria a Jordania. Allí pidió asilo a la ONU. Y, tras aceptar su solicitud, voló en avión hasta Madrid. Por ello se considera "afortunado". No tuvo que jugarse la vida en el Mediterráneo. ¿Y ahora? "Si puedo asegurar el futuro de mis hijos, me quedaré en España. Si no, buscaré otro lugar".
"Nuestro país está absolutamente destruido. La situación en mi ciudad, Hama, es muy difícil", continúa Alshawish, que aún tiene a parte de su familia en Jordania. Ahora sabe que será muy complicado encontrar trabajo en España. "No sabemos que vamos a hacer. Tenemos miedo a quedarnos en la calle. Muchos sirios han ido a Alemania y cuentan que allí no hay tantos problemas, que hay dinero", relata el hombre, que cuenta que España solo le da una ayuda de 18 euros al mes para mantener a sus hijos. "Vivimos los cinco en una habitación de 3x5 metros", sentencia.
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