La búsqueda de la paz con principios y pragmatismo
Jonan Fernández, secretario de Paz y Convivencia del Gobierno vasco, recuerda cómo trabajó con el fallecido Txiki Benegas por el fin de ETA
Hablé con Txiki por última vez hace algunos meses. "No te preocupes por la caña que te meten —me dijo—, las cosas van muy bien. ETA ha acabado y todo esto ahora necesita tiempo". La penúltima fue una comida en un restaurante del Santuario de Arantzazu.
Desde principios de 1993, he tenido relación periódica con Txiki Benegas. Compartimos varios intentos de búsqueda de una solución dialogada al final de ETA. De estos 23 años, tengo grabados en la memoria el recuerdo de situaciones y momentos intensos, delicados y especiales. Mantuvimos una relación muy buena. La relación fue clara, franca, trasparente y leal. El trato no solo fue político, también personal, trabamos una relación de afecto y amistad.
Los intentos que compartimos no llegaron a buen puerto. Probablemente, contribuyeran a madurar y a crear condiciones para cambios que llegaron más tarde, o tal vez no. Nunca sabemos exactamente cuál es la influencia de nuestro actos. En todo caso, lo más importante que puedo y que, sobre todo, quiero decir de mi experiencia con Txiki Benegas es que nos fiamos mutuamente. Y esto fue así durante 23 años y en cada uno de esos intentos malogrados.
Uno de sus grandes objetivos vitales y una de sus pasiones políticas fue ver el final de ETA y contribuir a la paz en Euskadi. Él era partidario de lo que en algún tiempo se denominó la "vía noruega", en referencia a una iniciativa mediadora del Gobierno Noruego en el conflicto palestino-israelí. Estamos hablando de los últimos cinco años de los noventa y primeros años del dos mil.
Txiki pensaba que el modelo en que se movía ETA con treguas declaradas públicamente y procesos de conversaciones formales con pretensión de negociación y además seguidos o perseguidos en directo por los medios de comunicación era inviable.
Él consideraba que ETA debía ofrecer una tregua indefinida sin declararla públicamente, comunicándola solo al Gobierno. Sobre esa base, ETA debería aceptar que personas interpuestas y de confianza de las partes; se pusieran a dialogar e intentaran llegar a un acuerdo con la libertad de no representar ni comprometer a estas sino de hacerlo a título personal.
Si estas personas llegaban a un entendimiento debían transmitir esa posibilidad de acuerdo a las partes para que estas valoraran si era factible. Todo ello dentro de la máxima discreción. Esto era la "Vía noruega". No hay negociación, pero el diálogo explora posibilidades de cambio en la situación.
Cuento esto porque me parece que refleja muy bien el espíritu y el lugar desde el que actuó Txiki Benegas en este tema. Actuó sin la hipocresía de la teatralidad política. Este era un tema serio y aquí no cabían tonterías, ni sobreactuaciones mediáticas, tan presentes hoy.
Txiki había sufrido mucho, grandes amigos suyos fueron asesinados por ETA. Quería un final sólido y de verdad. Un final que llegara cuanto antes y que evitara más víctimas. En distintos lugares del mundo prosperaban procesos de paz y aquí seguíamos sin acabar de encauzarlo.
Principios y pragmatismo. Vázquez Montalván me dijo en una ocasión que desde el punto de vista ético y en el tema de la paz tan importantes eran los principios como el sentido del pragmatismo.
En lo que yo le conocí y en la búsqueda de la paz, Txiki actuó con principios claros y sólidos, con el realismo suficiente para conocer la complejidad de este tipo de problemas, y con la franqueza y el pragmatismo necesarios para no olvidar el valor superior del objetivo perseguido: el fin definitivo de la violencia, evitar que hubiera más víctimas. Todo esto, también forma parte de la memoria de nuestra historia reciente.
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