Gobernar sin partidos ni candidatos
Casi un tercio de pueblos de Navarra han sido regidos alguna vez por comisiones gestoras Bargota lleva 16 años así; prefieren elegir a su manera entre todos los vecinos
Después del verano, entre septiembre y octubre, se repetirán las elecciones municipales en una treintena de pueblos españoles. La inmensa mayoría, 24, están en Navarra, y el problema es que nadie presentó candidatura a la alcaldía el pasado mes de mayo. Si en esa segunda vuelta sigue sin dar nadie un paso al frente, el Gobierno foral nombrará, entre los vecinos, una comisión gestora para dirigir los asuntos municipales los próximos cuatro años. No sería la primera vez. De hecho, en la comunidad existe una particular y larga tradición: el 42% de las 334 comisiones gestoras municipales que se han nombrado en España desde 1979 han sido en pueblos navarros. En muchos de ellos, se ha repetido en varias legislaturas, de tal modo que casi uno de cada tres municipios de la autonomía (82 de 272) han sido gobernados alguna vez por ese sistema.
Municipios pequeños
Se trata de pueblos pequeños, sin gran penetración de los grandes partidos, pero eso no explica esa extraña acumulación en Navarra, pues hay municipios con características similares por toda España. Por ejemplo, la segunda comunidad donde más gestoras ha habido es Castilla y León (93) y allí el censo de municipios es nada menos que 2.248.
“La verdad es que no lo sé”, responde Pablo Llorens cuando se le pregunta al respecto. Él solo puede hablar de su pueblo, Bargota, que lleva 16 años sin presentar candidaturas para que sea una comisión gestora la que mande en el Ayuntamiento. “La gente se acomoda y les gusta. Y no se crea que no les importa la política; están muy implicados”, dice Llorens, actual presidente de la comisión, pero al que todo el mundo llama alcalde en esta localidad de algo menos de 300 habitantes a 70 kilómetros al suroeste de Pamplona. Tan cómodos están que tampoco se presentó nadie el pasado mayo y planean hacer lo mismo en la segunda vuelta, con lo que acumularán el récord de cinco legislaturas, dos décadas, con ese modelo.
Las gestoras son nombradas por el Gobierno autónomo (o, en su caso, la diputación) cuando no hay un número suficiente de concejales para gobernar hasta las siguientes elecciones, en la mayoría de los casos, porque nadie se ha presentado a los comicios, pero también ocurre por dimisiones masivas, fallecimientos... En algunas ocasiones las ha habido al crearse un municipio nuevo, bien por la segregación de alguno o por la unión de varios distintos. La comisión, en todo caso, debe designarse “de acuerdo con el sentir del pueblo y ser representativa”, explica Juan Jesús Echaide, portavoz de la Federación de Municipios y Concejos de Navarra, por lo que se suele preguntar al pueblo en cuestión.
Primero, a los que ya estaban en el Ayuntamiento, por si alguno quiere seguir, y estos tantean al resto de vecinos, ya sea en su casa, en el bar o en plena calle. Así se ha hecho en Utzarotz cuando tuvieron gestora a finales de los ochenta, cuando volvieron a tenerla en la legislatura pasada y así volverán a hacerlo ahora.
Otros municipios han desarrollado sus propios sistemas alternativos, los cuales, si bien se parecen mucho a unas elecciones, se acercan más a las de delegado de clase o presidente de comunidad de propietarios que a unas municipales. En Bargota, se convoca una votación —con presidente de mesa y vocales— en la que cada habitante coloca en la urna una papeleta en la que ha escrito el nombre de los siete vecinos que quiere que formen la comisión. De los siete que salgan, el que obtenga más votos será el presidente-alcalde; el segundo, teniente alcalde; y el resto, concejales. Pero primero tienen que aceptar; si alguien lo rechaza, se pasa al siguiente de la lista. “Muchas veces te preguntan antes por la calle: ‘¿Quieres que te vote o te hago una faena?’. Pero bueno, la última vez los que salimos dijimos todos que sí”, cuenta la concejal Miriam Díaz de Cerio, de 31 años. La participación en sus particulares elecciones es muy alta, de más del 80%, añade.
“Aquí se vota a las personas”
“Aquí se vota a las personas, por eso creo que estamos cómodos y nadie quiere presentar una candidatura. Porque representar a un partido político hasta te fastidia”, dice Llorens. “Nos parecía el sistema perfecto de democracia: cada uno puede votar a quien quiera”, explica Saturnino Fernández, el último alcalde elegido por la vía tradicional en Bargota, allá por 1995. En 1999, cuando nadie se quiso presentar, decidieron tirar por la vía de la gestora, que sabían que se había aplicado en otros municipios navarros.
Así, el mero conocimiento de esa posibilidad parece extender su práctica. Además, “tampoco hay incentivos para que se presenten los grandes partidos”, añade Echaide en referencia a que en Navarra no hay diputación provincial, un organismo cuyo gobierno se decide por el número de concejales de cada partido en la suma de pueblos de una provincia, lo que hace importante, aunque sea de forma indirecta, el resultado electoral en los pueblos pequeños.
Un plan b contra imprevistos
No hubo candidatos en las elecciones de 2011 a la alcaldía de Garínoain, un pueblo de medio millar de habitantes en el Valle de Valdorba, a 27 kilómetros al sur de Pamplona. Pero cuando se repitieron las elecciones seis meses después, los vecinos vieron con sorpresa que había presentado su candidatura Derecha Navarra y Española, un partido ultraderechista y ultracatólico. La formación consiguió apenas 18 votos de más de 300, pero fueron suficientes para alcanzar el 5% del censo, necesario para poder formar legalmente la corporación.
Después de una legislatura llena de polémica, de amenazas de los vecinos, dimisiones y sustituciones de concejales, un partido independiente se ha vuelto a hacer con el Consistorio; el alcalde y todos los concejales son de la Agrupación Unidos por Garínoain.
Pero en Bargota tienen todavía muy presente lo que pasó allí. “Hay que estar muy atentos y, si se presenta alguien en la segunda vuelta de las elecciones, activar el plan b”, dice el teniente de alcalde, Luis María Ruiz. Un plan b que consistiría, por mucho que les doliera abandonar su apreciado sistema alternativo, en presentar una candidatura para competir en unas elecciones locales a la clásica.
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