“Apagamos las llamas a escobazos, estábamos solos”
El fuego devora más de 5.000 hectáreas en la comarca extremeña de Sierra de Gata El presidente Fernández Vara apunta a que el incendio es intencionado
Ni una gota. En plena lucha contra el fuego, Pedro Navarro, de 50 años, vio cómo se acababa el agua con la que combatía las llamas. El incendio que asuela la comarca extremeña de Sierra de Gata, que ha devorado ya 5.000 hectáreas y ha provocado la evacuación de más de 1.600 personas, cercaba su finca a última hora de la madrugada del viernes. Las cabras, burros, caballos y ovejas que tiene se habían desperdigado tras huir de la zona. "Un compañero, que vino a ayudarme, me llamó para decirme que se estaba quemando todo", relata horas después de que su propiedad de cinco hectáreas, entre las pequeñas localidades cacereñas de Hoyos y Perales del Puerto, quedara arrasada. "Nada, no ha quedado nada", añade en una colina, mientras observa los numerosos focos que se reproducen por toda la montaña. Avanzan por el monte. "Estábamos solos. Las llamas se nos echaban encima. Y no podíamos hacer nada. Nos enfrentamos a ellas con lo que teníamos: a escobazos", rememora resignado.
El incendio, aún descontrolado en la tarde del viernes, empezó al mediodía del jueves en el término municipal de Acebo, de apenas 600 habitantes. Las labores de extinción se complicaron a medianoche. "Debido a las fuertes y cambiantes rachas de viento", subrayan en la Consejería de Medio Ambiente. Pasadas las dos y media de la madrugada, se ordenaron los primeros desalojos: los vecinos del pueblo y los clientes de dos campamentos cercanos debían marcharse. "Pasó un coche de la Guardia Civil que, por megafonía, nos decía que teníamos que irnos rápidamente. Salimos con lo puesto y dejamos todo atrás. Aún no sabemos cómo está aquello", comentaba una joven vecina ayer por la tarde tras trasladarse a casa de unos familiares en la cercana Moraleja. La escena de prisas y caos se repitió apenas unas horas después en Perales del Puerto, también evacuado.
"Todo parece indicar que la mano del hombre está detrás de estos incendios", sentenció este viernes el presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, en referencia a los cinco fuegos que ha sufrido este verano la comarca. "La Sierra de Gata no está más seca que el resto de Extremadura", ha apostillado, antes de informar de que más de 300 personas trabajan en las labores de extinción. A ellas se sumaron ocho helicópteros y siete aviones anfibio cuando la visibilidad lo permitió. El humo llegó a pueblos a decenas de kilómetros, que se quedaron brumosos.
En primera línea de fuego, las sirenas se suceden. Los medios aéreos anuncian así su inmediata descarga de agua. Un helicóptero Kamov de dos rotores avanza en el cielo. Desaparece en el interior de una imponente columna de humo negro y suelta más de 4.000 litros. Pero las llamas, apenas unos minutos después, vuelven a brotar con fuerza en el mismo punto. "Ahí abajo es donde está todo montado ahora", sentencia Raúl, que conduce un automóvil de brigadistas por las carreteras cortadas al tráfico. Los focos se suceden allá donde se lanza la vista. El fuego ha acabado con hectáreas de pino, olivar y monte bajo. "Y se ha dividido en tres lenguas", explica sin quitar la vista de la calzada. Las llamas avanzan hacia los núcleos urbanos de Villamiel, Cilleros y Acebo.
Sin pegar ojo
En el camino se topan con fincas y casas de campo, donde los dueños no desisten. Pero la desesperación hace mella. Junto a una vivienda de tres plantas de Hoyos, rodeada por altos pinos verdes, dos chavales refrescan las paredes y la maleza acumulada en los alrededores. "Tú enchufa la manguera allí. Yo me pongo aquí", grita uno al otro. Descamisados. Cansados. Las llamas brotan imponentes a menos de cien metros. Y llevan horas así. A cinco minutos de allí, Luz Lozano y José García cuentan las últimas horas: "Nos despertamos de madrugada y aún no hemos podido pegar ojo. El fuego avanzaba hacia nosotros, pero el viento ha cambiado y ha modificado su dirección". Esta pareja de 53 y 50 años, que tiene una casa de piedra en una finca cercana, ha decidido que esta noche no dormirá allí. Se irán a Moraleja, de 7.000 habitantes, donde se han habilitado pabellones para que los desalojados pasen la noche. "Nuestro miedo es que se reavive el incendio y nos cerque. No nos arriesgamos. Nos vamos de aquí".
Un valle de humo
Un importante número de vecinos de Perales del Río volvió a mediodía de ayer a sus casas, tras ser desalojados de madrugada. Con la carretera cortada hacia el norte, en dirección a Hoyos, observan desde los balcones y las calles cómo los fuegos se reproducen en el monte que les rodea. María Belén Zaca, de 47 años, estaba pendiente de su madre, que había sido desalojada y ya ha vuelto a su domicilio. "Hemos pasado mucho miedo porque la evacuaron de madrugada y, durante un tiempo, no supimos nada", cuenta mientras sigue, en primera línea, el avance del incendio.
Ella tiene una finca en Hoyos, a pocos metros de donde están las llamas. "Mi marido está con el tractor, que tiene una cuba con 400 litros de agua, apoyando a la Unidad Militar de Emergencia. Y mi hijo está haciendo cortafuegos. Allá abajo", dice, a la vez que señala con el dedo un valle donde se multiplican las columnas de humo.
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