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Columna
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Blindados con Rajoy

Imaginamos al presidente exhausto después de los esfuerzos hercúleos que ha debido desplegar para cambios de gran calado

Los dirigentes políticos tienen el deber de tranquilizar a la población porque, si bien inocular miedo genera sumisión y docilidad, según intenta cosechar con su discurso el Partido Popular y el Gobierno al que sustenta, cuando el pánico prende en el público se desencadenan reacciones incontrolables que desarticulan la sociedad en el ¡sálvese quien pueda!

No es tarea menor desplazar a una personalidad de la talla de Carlos Floriano, a quien se ha querido responsabilizar de los insuficientes resultados de las elecciones

Pero cumplir ese deber tranquilizante, que apacigua los ánimos y produce efectos anestésicos, amortigua las percepciones mientras deja intacta la realidad de los estímulos. Quien se crea capaz de ofrecer la garantía de un blindaje que aislara a nuestro país de las consecuencias del desastre incubado en Grecia, o se considera un nuevo Popeye o ignora la forma en que se transmiten, sin respetar frontera alguna, estos fenómenos así como la velocidad a que lo hacen.

¿Valieron de algo las fronteras cuando se produjo el desastre de la central nuclear de Chernóbil el 26 de abril de 1986? Ni contra la contaminación nuclear, ni contra el desplome de un país en el seno de la moneda única vale alzar telón alguno. Los índices de las bolsas, la cotización de los bancos, la subida de la prima de riesgo y tantas otras variables confirman que declararse fuera de contagio carece de sentido.

Imaginamos al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, exhausto después de los esfuerzos hercúleos que ha debido desplegar para los cambios de gran calado en el Partido Popular y el Gabinete. No es tarea menor desplazar a una personalidad de la talla de Carlos Floriano, a quien se ha querido responsabilizar de los insuficientes resultados de las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo pese al logro de situar a los populares como el partido más votado.

Otro cualquiera habría tomado la senda fácil de hacer media docena de nombramientos, en tanto que Rajoy, sin concederse ventaja alguna, ha ponderado la situación

Añádanse los nuevos vicesecretarios designados en plena juventud y la continuidad del campeón Javier Arenas, listo para cualquier empeño si fuera preciso. Luego, sin concederse tregua, un correo electrónico desde Bruselas para proceder a la remodelación del Gobierno. Otro cualquiera habría tomado la senda fácil de hacer media docena de nombramientos, en tanto que Mariano Rajoy, sin concederse ventaja alguna, ha ponderado la situación y ajeno al ruido ensordecedor de los medios de comunicación y al desconcierto subsiguiente, ha procedido conforme a las necesidades dando suelta al titular de Educación, Cultura y Deportes para encomendar esas responsabilidades a Íñigo Méndez de Vigo.

Escribe Spinoza que los hombres perciben las cosas de formas muy distintas, que por lo general están atentos a lo inmediato, a lo que impacta sus sentidos y su imaginación: los placeres que les subyugan, las riquezas que les incitan a mayores sacrificios, los honores que les parecen el fin supremo. Algunos, sin embargo, se preguntan si no sería posible una nueva actitud, otra nueva tarea. Mariano se ha respondido designándose de nuevo candidato a las generales. Lo hace por nuestro bien.

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