El trasfondo de una llamada

Después de meses de un cierto juego absurdo y soberbio de ignorarse, despreciarse y mirar para otro lado, el líder y presidente del PP de Andalucía, Juan Manuel Moreno, decidió que había llegado el momento de romper el fuego y llamó por teléfono el martes de la semana pasada a la presidenta en funciones de la Junta de Andalucía, la socialista Susana Díaz. No habían tenido ningún contacto directo desde las elecciones del 22 de marzo, cuando los votantes les situaron a ambos en teoría como los líderes de los dos partidos más importantes del nuevo y complejo parlamento andaluz sumando en total 80 de los 110 escaños a reparto. La charla fue cordial, franca y aportó novedades y mucho trasfondo, pero todo parece indicar que tendrá nulas consecuencias.

Los dos partidos manejan calendarios y ambiciones distintas. El PSOE de Díaz quiere seguir en el gobierno andaluz sin quedar marcado ni manchado con posibles alianzas permanentes ni con Podemos ni con el PP. El plan pasa, sobre todo, porque Ciudadanos lo permita y con ese apoyo Díaz pueda seguir presentándose por toda España para el futuro como la gran dirigente socialista centrada que no sucumbe a cantos de sirena radicales y no se deja contaminar por la derecha. Moreno le planteó en la charla a Díaz una oferta que parecía en cierto punto lógica y coherente con sus planteamientos previos, pero que escondía una jugada marcada que Díaz escuchó y no se molestó en despreciar.

Ni Moreno ni su PP están en disposición con 33 diputados (17 menos que en 2012) de exigir ni condicionar casi nada en el nuevo tablero político andaluz. Pero el dirigente popular le ofreció negociar su apoyo en la investidura a cambio de una cosmética reforma fiscal en clave interna y de que permitiera gobernar a la lista más votada (del PP) en unas cuantas ciudades. Ni siquiera de todas. Fundamentalmente en las tres capitales más simbólicas, Sevilla, Cádiz y Córdoba, y en Jerez y Marbella.

Díaz no se mostró muy receptiva aunque le pudo parecer más atractiva la posibilidad de evitar un gobierno de Podemos en Cádiz, para marcar terreno con el enemigo futuro en el ámbito de la izquierda, que regalar al PP la joya recuperada de Sevilla. Moreno creyó ver la luz cuando entendió que la lideresa andaluza se desmarcaba de los pactos antiPP de Pedro Sánchez con Podemos pero Díaz no le ofreció ninguna esquirla de optimismo y le derivó para despacharle a otros interlocutores.