14 de abril
Estas elecciones no supondrán un cambio de régimen, pero sí una modificación sustancial en las relaciones de fuerzas políticas
Estas elecciones no supondrán un cambio de régimen, pero sí una modificación sustancial en las relaciones de fuerzas políticas, reflejando no solo una continuidad con las tendencias marcadas desde hace un año, sino la incidencia de episodios recientes.
Es el caso del PSOE: la imposibilidad de Susana Díaz para formar Gobierno en Andalucía erosiona la pretensión socialista de mantenerse como eje de la izquierda. Sus esperanzas quedan así reducidas al impacto de candidatos positivos (Gabilondo) y a un voto de resistencia, sobre un fondo de retrocesos irrecuperables, como en la capital o Cataluña. Y el otro componente de la izquierda clásica, IU, agoniza tras la OPA de Podemos, aun fracasando esta parcialmente y contar con candidatos estimables como García Montero.
Por el contrario, las quiebras en la definición de Podemos, en una consulta difícil (sin Iglesias candidato, cuadros nuevos, rifirrafes con IU, Monedero) se compensaron con el éxito de su presencia en candidaturas de renovación (Barcelona, Madrid). Ventajas de ir contra algo identificable como enemigo. En ambos casos, el reto a la hegemonía consolidada de CiU y PP, de concluir en victoria, les garantizaría el liderazgo en la izquierda para noviembre, porque sus aliados de hoy tienen proyección solo territorial. En lugares como Euskadi, Podemos ha sabido abrir hueco entre PNV y Bildu.
Otra cosa será gobernar, aunque las dificultades serán todavía mayores para Ciudadanos, encerrado en una pinza al no poder asumir el desprestigio del PP y encontrarse distante de Podemos, con un PSOE débil. Y el PP a resistir con la perspectiva de victorias insuficientes: batalla de Madrid. No supo hacer la entrega de calidad en Andalucía y su aislamiento es inevitable. Una fortaleza sitiada.
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