Miguel Ángel Blanco, fundador de Asamblea de Cooperación por la Paz
Su ONG aglutinó a defensores de la dignidad, la justicia y la igualdad
La primera escena se desarrolla a principios de los setenta. Un chaval que no ha cumplido los 20 años se incorpora a la Joven Guardia Roja. En su cara se refleja el entusiasmo. La segunda tiene apenas mes y medio. El protagonista es aquel mismo chaval. En sus ojos ahora se refleja una emoción que se transmite. Acaba de conocerse que la coalición de izquierdas ha conseguido mayoría en Grecia. Pero aunque el brillo en los ojos de Miguel Ángel Blanco sea idéntico en ambas escenas, las fuerzas ya no son las mismas. A pesar de ello, seguía cavando hasta el último aliento como el protagonista de aquella antigua fábula china que reseñara Mao El viejo tonto que removió las montañas. Entre una y otra habían transcurrido 40 años, toda una vida en que sus principios fueron innegociables.
En los años setenta tocaba jugarse el tipo por derribar un régimen dictatorial, así desde sus tiempos de estudiante de Medicina en la Complutense puso su grano a través de su activismo político en el Partido del Trabajo, donde militó hasta su disolución en 1980. Tocaba también crear y fortalecer un tejido social, por lo que se incorpora a la ilegal Unión Democrática de Soldados asumiendo tareas dirigentes y realiza el servicio militar con la intención de extender la organización y propagar una visión democrática del Ejército.
Los ochenta fueron los años del activismo social, de creación de colectivos que miraran el mundo de forma global, fueron los años del “OTAN no, bases fuera”. En esos años milita en IU siendo responsable del área de Paz y Solidaridad y forma parte del Consejo Político Federal. Paralelamente participa en la creación de la Asamblea Pacifista desde la que organiza los proyectos de solidaridad “1.000.000 de lápices para Nicaragua” y la campaña “Barco por la paz para Nicaragua”. Nicaragua, su revolución sandinista, la última de las revoluciones. En ese contexto, el “Barco por la paz” fue un símbolo del apoyo político a las gestiones pacificadoras del Gobierno nicaragüense, de la defensa del derecho a la paz y el desarrollo de los pueblos. Porque la paz, sin desarrollo, es una cáscara hueca. Porque el desarrollo es imprescindible para que los planes de paz tengan viabilidad.
Los noventa son años de huelgas generales en las que participó activamente enarbolando la bandera de CC OO. Fueron los años de la primera Guerra del Golfo y de la respuesta en forma de movilizaciones sociales. Miguel Ángel y la Asamblea Pacifista fueron los impulsores de los movimientos de repulsa y de ahí surge la idea de lo que sería su gran legado, la Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP). Una Organización No Gubernamental que extiende su actividad por Oriente Medio, Centroamérica, Caribe, Colombia, el Magreb y África Occidental, y que Miguel Ángel convierte en un referente político del emergente movimiento de la cooperación internacional al desarrollo y en un punto de encuentro de personas que aspiran a vivir en un mundo que cimente sus pilares en la dignidad, la justicia y la igualdad.
Un proyecto, ACPP, que llevó a cabo con el mismo anhelo del viejo tonto que remueve montañas, que hubiera sido irrealizable sin su presencia constante y que continúa por ese camino de los principios tan bien trazado. Miguel Ángel inculcó el mismo espíritu del viejo de la fábula: “…después que yo muera, seguirán mis hijos; cuando ellos mueran, quedarán mis nietos, y luego sus hijos y los hijos de sus hijos, y así indefinidamente”.
Miguel Ángel Blanco, fundador y coordinador general de Asamblea de Cooperación por la Paz, falleció el pasado 20 de febrero en Madrid, su ciudad natal, a los 60 años de edad.
Joaquín Robledo es vicepresidente de Asamblea de Cooperación por la Paz.
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