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El Stephen Hawking de la Guardia Civil

El teniente Javier Gómez, tetrapléjico, se licencia en Derecho

Javier Gomez Herrero en su casa adaptada, en Zaragoza.
Javier Gomez Herrero en su casa adaptada, en Zaragoza.David Asensio

Cuando te quiebran la vida y tu vocación queda hecha trizas hay una solución: “Poner en marcha lo único que te queda intacto, tu cabeza”. Javier Gómez Herrero nació en 1981 y acaba de licenciarse en la Facultad de Derecho de Zaragoza con el mejor expediente académico. Pero él no es solo un buen estudiante más. Su vocación era la Guardia Civil, pero una bala disparada por un compañero le dejó tetrapléjico y ya nunca pudo pasar de teniente. “Derecho no era ni siquiera una de mis preferencias, pero pensé que sería más fácil, en mi estado, esa carrera que otra más técnica”.

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Comenzó con voluntad de hierro. Su madre y su padre, reconoce, han sido sus manos. “Ella tomaba apuntes en la facultad que luego pasábamos a un ordenador”. Javier se mueve por la pantalla con un chip adosado al labio con el que proyecta en el techo, mediante un láser, libros escaneados. Así se prepara para los exámenes, “todos orales o tipo test”. Era un chico alto y fuerte que amaba la Guardia Civil. En un instante, el mundo se hundió. Hoy colabora en la divulgación del Derecho Internacional Privado a través de Millennium, una plataforma docente de la Universidad de Zaragoza, de la mano de la catedrática Pilar Diago. “Hago notas y colaboraciones sobre los vientres de alquiler, sin regular en España, y que provoca muchos problemas que deben solucionarse”.

¿Hacia dónde va a encaminar su vida? Ya se verá, pero él cita el ejemplo de Pablo Echenique, el candidato de Podemos a las Cortes de Aragón. “No hablo de Podemos, hablo de él, que quiso ser científico, lo fue y lo admiro. Está muy preparado y está también en una silla de ruedas”.

Mientras, prepara idiomas, un curso online con una universidad de Tokio, estudia macro y micro economía, lee a Garicano y Stiglitz, pero no va a estudiar más carreras. “No, hay muchas cosas que aprender y la Red es para eso muy buena”. Con ella se relaciona con el mundo exterior porque no sale, “es muy complicado”. En Internet encuentra a compañeros del hospital, de la universidad. Recuerda sus años allí, cuando los alumnos más jóvenes le miraban raro “por timidez, por no saber qué hacer, cómo comportarse”.

También a algún profesor. “Freixas, de Romano; cuando me vio en el aula y en mi estado pensó que iba a morirme allí. Es un gran profesor que comprobó mis resultados y mis exámenes y se dio cuenta de que había aprendido”. Se acuerda de Manuel, un compañero, ya mayor, que le pasaba todos los apuntes. “Mi facultad estaba adaptada sí, pero con un aula anfiteatro que me privaba del contacto directo con mis compañeros; tenía que estar siempre en primera fila”.

El derecho me ha servido para llenar un hueco en mi vida. Aprender me ha mantenido vivo

Y añade: “El derecho ha servido para llenar un hueco en mi vida. Era pesado, sesiones de hospital, llegar a clase. Pero aprender me ha mantenido vivo y ocupado”. Javier vive en contacto con la realidad. No quiere hablar de sus tiempos en la Academia Militar, ni de sus compañeros de allí, pero pide apoyo para la comandante Zaida [la militar acosada por un mando] y se indigna con su caso; también pide que se aproveche mejor el hospital de tetrapléjicos de Toledo: “Debería ser un centro de referencia y no crear minicentros en cada comunidad autónoma”.

Y su opción es meridiana: ha elegido vivir. “No estoy en contra de la eutanasia, pero hay que intentarlo; hay que vivir”. Su ejemplo es el científico Stephen Hawking; “y me alegro de que haya películas como la que ahora habla de su vida”. El caso de Ramón Sampedro lo respeta, pero cree que se resignó “desde el primer día”.

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