Queda mucho por hacer
El 2,8% de capacidad de intercambio eléctrico y los dos gasoductos existentes son insuficientes
El 20 de febrero, con toda pompa y circunstancia, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el primer ministro francés, Manuel Valls, inauguraron la nueva interconexión eléctrica entre Francia y España por Cataluña. Fue un hito histórico por diversas razones, pero la principal es que se abría la primera conexión eléctrica entre los dos países tras la friolera de 34 años y tras muchas reclamaciones y lamentos por la pasividad francesa, que ha sido mucha, tanto en materia eléctrica como gasista.
Las interconexiones son claves para el sistema que ya está muy interconectado
Aunque la conexión duplica el intercambio de electricidad que había desde 1981, solo supone pasar al 2,8%. Una cantidad nimia para las necesidades peninsulares (España y Portugal) y, sobre todo, para sostener la prédica de la Unión Europea sobre la importancia de las interconexiones para un mercado energético interior y una política común de energía. El Consejo Europeo de octubre de 2014 recalcó el objetivo de interconexión eléctrica mínima del 10% sobre la potencia instalada en 2020.
Comparado con 1981, el panorama bien distinto, con el consumo multiplicado por tres y la generación renovada con nuevas fuentes por la incorporación del gas natural y las energías alternativas. También han cambiado las reglas del juego, con la introducción de competencia en la generación y la comercialización y el progreso hacia un mercado único europeo. En el sector del gas, la península cuenta con abastecimiento a través de dos gasoductos con el Magreb y con el suministro por barco. Pero se da la circunstancia de que, pese a tener ocho plantas regasificadoras (una en Portugal) solo está conectada a la red europea por dos colectores de mínima capacidad que no son suficientes. El Mitcat, por Cataluña, está a la espera del empujón definitivo. Y eso, con la crisis de Ucrania, desató todas las alarmas porque habría solucionado muchos problemas.
Las interconexiones son claves para el sistema, mucho más que para el francés, que ya está muy interconectado. Por eso, la reunión de ayer es un paso decisivo. Hay muchos motivos: diversificación de fuentes, desarrollo de energías renovables, reducción de la dependencia de suministros y, sobre todo, porque permitirá que la energía sea más barata. Ni que decir tiene que, además, mejorará la competitividad de las empresas, por mejores y previsibles costes.
Ahora, con el compromiso común de Francia, Portugal y España y la UE, la maquina tiene que funcionar
España tenía mucha razón para presionar en Bruselas. Ahora, con el compromiso común de Francia, Portugal y España y la UE, un comisario de Energía español y el apoyo del Plan Juncker de Inversiones, la maquina tiene que funcionar. Pero no se ha terminado. El 2,8% de capacidad de intercambio eléctrico y los gasoductos existentes no son suficientes. Por eso, además de buenas intenciones, se precisan nuevas conexiones, como el previsto cable submarino por el golfo de Vizcaya, otra por el Pirineo (con eso se podría al menos acercarse a 2020 con el 10%), y abrir la espita del gas.
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