Me agobia a ratos tu dominio imponente
El expresidente de la Comunidad de Madrid critica el modo en que la dirección socialista ha apartado a Tomás Gómez de su puesto
“Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Porfirio Díaz
Como estoy convencido de que “las formas” son a la Democracia lo que el oxígeno es a la vida y que saltarse a la torera las normas conduce a la barbarie, ante una crisis como la generada en el PSOE madrileño me parece obligado comenzar por ahí.
La decisión de la Permanente de la Ejecutiva Federal (ni siquiera de la Ejecutiva a la que pertenece Tomás Gómez) fue esta: “Suspender la actividad orgánica del PSM-PSOE”. ¿Y cuáles fueron las razones para tan drástica decisión? “Constatar el deterioro de la imagen del PSM-PSOE ante la ciudadanía y entender que el PSM-PSOE carece de la estabilidad orgánica necesaria para afrontar con garantías el próximo proceso electoral”.
Pero los estatutos no habilitan para tomar esa decisión por esos motivos, ni siquiera el artículo 19.2, que habla de “restaurar la normalidad”, ni el 68.1, que señala una posible “situación conflictiva”, ni el 69 (“restablecer la normalización de la vida interna”). Tampoco se podía nombrar una Comisión Gestora, que, según el artículo 70.2, se ha de designar “de mutuo acuerdo entre la Ejecutiva Federal y la Ejecutiva Regional”. Y qué decir del maltratado artículo 6 de la Constitución, el cual exige a los partidos políticos que su estructura interna y su funcionamiento sean democráticos.
Si para fulminar de esta manera a los órganos elegidos en un congreso basta con que su líder dé mal en las encuestas, la apisonadora no debería quedarse en Madrid
Si para fulminar de esta manera a los órganos elegidos en un congreso basta con que su líder dé mal en las encuestas, la apisonadora no debería quedarse en Madrid. Y si existían sospechas acerca del comportamiento de Tomás Gómez, tendrían que haberse explicitado, pues afectan a la honorabilidad de esa persona, y en eso no valen ni rumores ni insinuaciones. Y desde luego no vale alegar que se ha de ir “tres pasos por delante de la ley”.
Lo de los “tres pasos por delante” es “una de esas barbaridades populistas que incluso envilece explicarlas. Ni procesamiento ni imputación: basta el rumor. Hay algo que sí va tres pasos por delante de la legalidad y es la jauría” (Arcadi Espada).
En cuanto a esa fábula mediática según la cual el socialismo madrileño es la permanente piedra en el zapato del socialismo español, solo cabe decir que la peculiaridad madrileña se deriva de dos hechos: 1) que los resultados electorales en Madrid se comportan como un “indicador adelantado” de lo que más tarde ocurre en España, y 2) que al socialismo madrileño se le puede aplicar la sentencia de Porfirio Díaz que encabeza este artículo. A saber, que la plaza del Callao está demasiado cerca de la calle de Ferraz.
Sería un milagro que la solución a la decadencia que golpea desde hace tiempo al PSOE se superara mediante un golpe de mano. Los males son mucho más profundos. Para empezar, el PSOE (y también el PP) no puede seguir reclutando a sus dirigentes mediante una endogamia que ha llevado a la aberración de tener hoy al frente de los grandes partidos —y al frente de las instituciones— a una enorme cantidad de personas que no han cotizado jamás a la Seguridad Social.
El PSOE sufre también una crisis de identidad que se agudizó hasta el tuétano durante el mandato de Rodríguez Zapatero y que le ha llevado a confundir la izquierda con lo políticamente correcto. Un pensamiento tan blando como inoperante. Lo ha escrito Nicolás Redondo: “Han querido ser el 15-M sin bajarse del coche oficial, republicanos y monárquicos a la vez, autonomistas y federalistas…”.
Las crisis pueden ser buena ocasión para cambiar de rumbo, pero eso no se va a conseguir mirando de reojo a Podemos, un hongo de crecimiento rápido cuyo rocío nutricio se compone de odio y desesperación, materiales con los que jamás se puede construir algo bueno.
Se trata de ofrecer a la mayoría de los españoles de izquierda y de centro-izquierda —un grupo social nada proclive a las ocurrencias ni a los saltos en el vacío— un discurso político estable y creíble. Reformista e institucional y cuyo soporte ha de estar formado por gente competente y dispuesta a defender sin complejos lo que en España se ha construido desde 1975, bajo el espíritu y la literalidad de la Constitución de 1978.
El título está tomado de un verso del poeta ruso Mijaíl Lérmontov (1814-1841).
Joaquín Leguina, ex diputado socialista, es autor de Historia de un despropósito: Zapatero, el gran organizador de derrotas.
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