Las sombras del misterio de una torre en llamas
Las circunstancias del incendio de la Torre Windsor son tan reales como increíbles
Tendemos a creer, para bien del prestigio de la justicia, que una condena judicial es la confirmación segura de un delito mientras que el archivo de una causa se asocia a la inocencia con cierto automatismo. El proceso del incendio de la torre Windsor es uno de los que puede inducir a error. No tanto por la imposibilidad del juez de demostrar que el incendio fuera intencionado como por aquellas sombras que misteriosamente aparecieron en una de las plantas del edificio ya en llamas y que el juez descartó investigar. Años después de la catástrofe, muchos siguieron creyendo que el famoso vídeo doméstico sobre tales sombras fue fruto de un efecto óptico dado que la justicia no le dio credibilidad. No fue exactamente así, sin embargo.
Las circunstancias del incendio son tan reales como increíbles
La realidad es a veces tan inverosímil que sé de escritores que cambian datos de lo sucedido para que sus novelas no resulten poco creíbles. Las circunstancias del incendio de la torre Windsor son tan reales como increíbles, a pesar de lo cual las utilicé para escribir mi primera novela, Torres de Fuego, en la que la realidad no exigía grandes dosis de imaginación. El juez que investigó el caso llegó a la conclusión de que, en efecto, en la noche del 12 de febrero de 2005, cuando la torre Windsor llevaba casi cuatro horas ardiendo, al menos dos personas parecían analizar papeles con una linterna unos pisos más abajo (el 12º) del foco del incendio (el 21º). Cuatro años antes, el mundo entero había visto cómo se colapsaban las torres gemelas. Estar allí aquella noche era, por tanto, una temeridad, pero, sobre todo, ¿quiénes eran, qué buscaban y por qué nunca se supo más de ellos? La justicia, tan limitada de medios y, a veces, de mandato, no investigó. Solo apartó el asunto al considerar que tal circunstancia era irrelevante para la investigación principal: la intencionalidad o no del incendio.
Para comprender en su totalidad el misterio que el incendio encerraba, era necesario, sin embargo, salir de las páginas de información judicial y adentrarse en las económicas. En 2005, Francisco González, al frente del BBVA, era ya uno de los banqueros más importantes de Europa tras una carrera meteórica que, años antes, había incluido la venta de su sociedad FG Valores a Merrill Lynch. Pues bien, la Fiscalía Anticorrupción, que llevaba tiempo investigando esa transacción por una denuncia de la CNMV, pidió la base documental de las auditorías de FG Valores, para analizarlas. ¿Saben cuándo llegó esa petición a la auditora? Exactamente, el día anterior del incendio. ¿Quién era la auditora? Deloitte, cuyas oficinas estaban justamente en la Torre de Windsor. ¿Cuál fue el resultado del incendio? La pérdida irremediable de esos documentos.
El final de esta historia, a falta de pruebas, sigue abierto
Hay quien opina que las casualidades no existen. Otros, que todo es, sin embargo, fruto de ellas. En todo caso, las llamas barrieron para siempre todo rastro de realidad para dejar una estela de misterio a la que la imaginación humana no puede resistirse. Tanto la planta 21ª como la 12ª las ocupaba Deloitte y, de hecho, en esta última donde dos personas rebuscaban aquella noche trabajaban los abogados y asesores tributarios de la auditora.
El final de esta historia, a falta de pruebas, sigue abierto. ¿Quiso alguien asegurarse de que unos documentos desaparecieran? ¿Pretendieron, por el contrario, salvarlos de la quema? ¿Quién habría maquinado una operación tan arriesgada? ¿Y cuáles fueron sus consecuencias?
No me dirán que no es un buen inicio para idear una historia de ficción. Diez años después, lo más real es la ensoñación que permite, un entretenimiento producto de una catástrofe que, afortunadamente, no causó víctimas mortales. Que se sepa.
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