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La red yihadista de Ikassrien captaba adeptos en la mezquita de la M-30

El juez Ruz procesa a la banda liderada por el expreso de Guantánamo

Fernando J. Pérez
Dos policías detienen a Lachen Ikassrien en junio pasado.
Dos policías detienen a Lachen Ikassrien en junio pasado. álvaro García (EL PAÍS)

La red de captación de yihadistas encabezada por el ex preso de Guantánamo Lahcen Ikassrien estableció su principal caladero de adeptos en la mezquita de la M-30, la mayor de Madrid. La cafetería de este centro de culto se convirtió en base de reclutamiento y adoctrinamiento de combatientes islamistas con destino a Irak y Siria, según se desprende del auto del juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz, que ayer procesó a 15 miembros de la banda, desarticulada el pasado junio. Familiares de miembros de la red confirmaron a los investigadores el proceso de radicalización de aquellos tras contactar con los círculos salafistas de la mezquita madrileña.

Se llamaban entre ellos Brigada Al-Andalus y fueron dejando un notable rastro de su actividad yihadista en papeles, vídeos y redes sociales. Es el caso de Hicham Chentouf, que se enroló en el Estado Islámico en Siria en el otoño de 2013. Este joven empezó a acudir al Centro Cultural Islámico de Madrid (la mezquita de la M-30) en 2010. Tras un año de contacto con la red de Ikassrien, Hicham se dejó crecer la barba y abrazó las tesis del islam más rigorista, hasta ser nombrado imán de la mezquita de Yunquera de Henares (Guadalajara). En junio de 2014, colgó en su perfil de Facebook, un permiso del emir militar del ISIS en Homs (Siria) para ausentarse una semana del combate. Meses antes, en febrero, publicó una foto suya en la red social con un fusil AK-47.

Un caso parecido es el de Ismail Afalah, quien en mayo pasado, tras un año de asistencia a la mezquita de la M-30 con el líder operativo de la banda, Omar El Harchi, pidió el finiquito en la empresa donde trabajaba y se integró en las filas del EI en Siria. Sus padres creían que su hijo estaba de vacaciones.

El grupo estaba liderado supuestamente por Lahcen Ikassrien, antiguo miembro de la célula de Abu Dah Dah y que pasó cuatro años en el centro de detención estadounidense de Guantánamo tras ser capturado en 2001 en Afganistán y fue absuelto tras su juicio en España en 2006. En el auto de procesamiento, de 49 páginas, el juez Ruz desgrana el reparto de tareas en la organización, activa desde 2011 y que llegó a contar con una finca para el adiestramiento de los combatientes en las cercanías de Ávila. El magistrado describe a Ikassrien, de 46 años, como “líder carismático” del grupo salafista, una especie de ideólogo que se complementaba con Omar El Harchi, cabecilla operativo, volcado en las labores financieras y de captación, primero en la mezquita de la M-30 y desde 2013 en Tetuán (Marruecos). Dos miembros del grupo, Abdelatif El Morabet y Bilal El Helka, fallecieron en combate en Siria en 2012.

En el domicilio de Ikassrien, en el barrio madrileño de la Concepción, los agentes de la Comisaría General de Información hallaron numerosa documentación manuscrita destinada al adoctrinamiento de futuros combatientes islamistas. Uno de los elementos que destaca el magistrado en su resolución es una poesía que ensalza la figura de Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda que ordenó los atentados contra Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, y una carta de su puño y letra en la que manifiesta al reclutador, también procesado, Nabil Benazzou, que “es una obligación hacer la Yihad”.

Además de los papeles, a Ikassrien se le incautaron vídeos de entrenamientos de los miembros del Estado Islámico, archivos de audio con cánticos religiosos yihadistas y al menos cuatro discos compactos de incitación a la guerra contra los no musulmanes. Además del delito de integración en organización terrorista en calidad de jefe, castigado con hasta 12 años de cárcel, a Ikassrien se le imputa falsedad documental, ya que en el registro se le intervino un permiso de residencia español con su nombre y su fotografía pero cuyo número correspondía con el de otra persona. El supuesto líder de la banda manifestó que compró este documento a su dueño por 300 euros.

El gran organizador del grupo era, sin embargo, Omar El Harchi. Según el auto, este “sujeto radical” activo en “uno de los círculos de la mezquita de la M-30” captó y adoctrinó a los dos combatientes fallecidos en Siria. El Harchi fue quien abonó en metálico los billetes de avión con los que El Morabet y El Helka viajaron a Turquía para entrar en Siria.

El Harchi se convierte, según Ruz, en la “figura de referencia” en el desplazamiento de los yihadistas a las zonas de conflicto. Junto a su lugarteniente, Nabil Benazzou, planeaba desplazarse a Siria y desde allí organizar la entrada de otros miembros de la banda en alguna de las filiales de Al Qaeda en ese país en guerra.

Días antes de que se desencadenara la Operación Gala contra la red yihadista de Ikassrien, Nabil Benazzou destruyó gran cantidad de papeles comprometedores. Sin embargo, olvidó una memoria informática tipo USB con vídeos y proclamas yihadistas de todo tipo. Uno de estos vídeos muestra a una mujer, identificada con el nombre de Fátima, que cuenta las supuestas violaciones y abusos sufridas por las presas en la cárcel de Abu Graibh, del Ejército estadounidense en Irak. En el vídeo, según el auto, esta mujer “hace un llamamiento a los muyahidines para que las maten a ellas y a sus violadores” para poder así “descansar”. Otro vídeo pretende “transmitir la idea de que las operaciones suicidas son una obligación primordial frente a otras obligaciones religiosas”.

Otro supuesto adoctrinador, Mohamed Bouyakhlef, alias Mohamed El Grande, poseía otra memoria USB en su mesilla de noche. Este dispositivo contenía vídeos de extrema violencia, como el degollamiento de un comandante del Ejército del presidente sirio Bachar el Asad o el asesinato de tres personas en su casa acusadas de apostasía.

El juez Ruz tomará declaración a los miembros de la red detenidos en España antes de enviarlos definitivamente a juicio.

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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