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410 gitanos huidos de Galicia vuelven tras la intervención del fiscal jefe

Es el tercer éxodo masivo de miembros de la etnia desde hace cuatro años

Dos mujeres de etnia gitana se abrazan tras regresar del destierro fuera de Galicia el pasado 30 de noviembre.
Dos mujeres de etnia gitana se abrazan tras regresar del destierro fuera de Galicia el pasado 30 de noviembre. LALO R. VILLAR

Los niños gitanos salieron ayer al fin de sus casas, vencieron el “miedo” y fueron a clase. Más de 100 escolares de esta etnia faltaban desde mediados de octubre de sus colegios en los municipios pontevedreses de O Porriño y Tui a causa de un conflicto entre los mayores. Sus padres y abuelos, los conocidos como gitanos zamoranos, vendedores ambulantes con licencia en muchas ferias de la provincia de Pontevedra, se esfumaron de los mercadillos más o menos por las mismas fechas y acordaron en asamblea emprender la huida fuera de la comunidad autónoma, con todos sus parientes, poco después. El ocho de noviembre 410 personas se despedían entre llantos y dejaban atrás sus viviendas en propiedad, la mayoría pisos de promoción pública a los que accedieron hace décadas rompiendo el tópico de que la integración era una quimera.

Detrás de la drástica medida del autodestierro estaba la “advertencia” de otro clan gitano, la poderosa familia del que se proclama rey, Olegario Giménez Salazar, alias Morón. Su hijo, el conocido como príncipe Sinaí, explicaba poco después que a los zamoranos nadie les había obligado a irse. Simplemente se les había “avisado a través de una tercera persona” del “cabreo” que habían suscitado en otras familias de gitanos gallegos, familias en las que “desgraciadamente hay drogadictos” que “no son de fiar” y pueden tomarse la justicia por su mano. En realidad, lo que estaba y está en disputa son las plazas de venta en determinados mercadillos. El príncipe llamaba “traidores” a los zamoranos por no respaldar su guerra contra el Ayuntamiento de Tui, que se negaba a abrir una nueva feria en la frontera con Portugal. Por su parte, un vendedor payo que fue la voz de los huidos en su ausencia denunció en la Fiscalía Superior de Galicia la “extorsión” y las “presiones” a las que sus compañeros de mercado estaban sometidos, supuestamente por parte de “la casta”, es decir, la familia del rey, que controla una cooperativa de comerciantes gitanos. Según este ambulante, Francisco Romero, el objetivo final de “esta mafia de los mercadillos” sería obligarlos a dejar vacantes sus plazas, que luego serían ocupadas por gitanos gallegos. Ayer, el fiscal jefe, Carlos Varela, llamó a declarar en calidad de denunciado a Sinaí Giménez y le dio una última oportunidad antes de “decidir definitivamente si ejerce la acción penal”. El príncipe debe propiciar una “resolución consensuada y pacífica del conflicto” y “permitir a los vendedores el libre ejercicio de su actividad profesional sin ningún tipo de represalia”.

“Estamos ante un drama humano que debería ser noticia en la prensa de todo el planeta”, protesta Romero. Aunque en Galicia este éxodo masivo no es un hecho inédito ni aislado. A principios de este año —en esa ocasión con comunicado oficial de una asociación que preside Sinaí Giménez en el que se apelaba a la ley gitana— fue expulsado todo un clan tras un crimen machista. Y a finales de 2010 se produjo una estampida similar a la actual, esa vez de 600 zamoranos de los que muchos ya nunca quisieron volver.

El pasado día 30, los 410 zamoranos que marcharon de O Porriño y Tui regresaron. Volvían desde Castilla con la esperanza de incorporarse dos días después a sus trabajos en las ferias y devolver a los críos a las aulas. Efectivamente, los niños fueron recibidos por sus profesores payos aquel domingo, en el acto festivo de una llegada sellada con abrazos ante las cámaras de televisión y de prensa. Pero enseguida se encerraron en sus pisos. En la noche del lunes al martes, la Guardia Civil y la Policía Local de Tui tuvieron que intervenir y levantar atestado tras ser alertados desde una vivienda habitada por zamoranos. Según fuentes policiales, personas presuntamente próximas al clan dominante intentaban forzar la puerta para amedrentarlos.

La escena, que corrió como la pólvora entre las familias retornadas, desbarató sus planes. Volvieron a encerrarse a cal y canto, pertrechados con víveres donados por sus vecinos y por los servicios sociales. Tras mes y medio sin atreverse a ejercer su oficio, se declaran “en la miseria”. No obstante, según personas cercanas a los zamoranos (en realidad asentados en Galicia desde hace casi medio siglo, con tres generaciones nacidas en Pontevedra), tras el regreso de los menores a clase y el ultimátum del fiscal es probable que los padres vuelvan a los mercadillos “a partir del lunes que viene”.

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