La extraña caída de Camotín
El exalcalde socialista de Cartagena, recién imputado, lleva lustros señalado como muñidor del urbanismo local
José Antonio Alonso, conocido como Camotín por su cabeza grande, es un tipo con recursos: don de gentes, simpático, fiestero y con una extensísima agenda de contactos. Alcalde socialista de Cartagena entre 1991 y 1995, aparece en todas las grandes operaciones urbanísticas de la ciudad gracias a su buena relación con la actual alcaldesa, la popular Pilar Barreiro, según todos los consultados. “En Cartagena no se mueve una piedra sin que pase por José Antonio Alonso”, cuenta José López, portavoz de Movimiento Ciudadano en el Ayuntamiento, opinión que comparten otras fuentes. Él lo niega y defiende que tiene una pequeña consultora y que a veces le atribuyen trabajos de su hermano. Por el momento, ha quedado en libertad sin fianza, aunque imputado. Le investigan en principio por un contrato sospechoso de 24.000 euros que en Cartagena suena a una cosa menor. “Es solo la punta del iceberg”, sostiene López. El caso está bajo secreto de sumario, por lo que puede haber otras operaciones que estén siendo investigadas.
Según el juez Eloy Velasco, Alonso es la “cabeza de un entramado de tráfico de influencias, habiéndose acreditado que se ha concertado con diversas autoridades en Murcia, León y Madrid para la adjudicación de contratos públicos o para la facturación de trabajos a la Administración a través de contratos públicos adjudicados a terceras empresas”. El magistrado afirma que Alonso accede a contratos públicos para sí o para terceros “a cambio de una comisión, incurriendo presuntamente en los delitos de organización criminal, tráfico de influencias, cohecho, malversación, falsedad documental y fraude”.
La historia de Alonso (Cartagena, 1959) es la de la economía de la ciudad y la del ladrillo. A finales de los setenta, este empleado de una tienda de aparatos eléctricos que estudiaba Magisterio se afilia al PSOE, según recuerda Cayetano Jaime Moltó, portavoz de IU en el Ayuntamiento y compañero suyo de instituto. Muy joven y aún conocido como El Nene, entra como concejal en Cartagena. Sobrevive al “escándalo de los sobres” —una cosa tan vieja y tan nueva como que los ediles del Ayuntamiento se repartían sobresueldos—. Pasa a alto cargo de la comunidad y en 1987 es elegido diputado. En 1991, José Antonio, un tipo listo de poco más de 30 años, recupera la alcaldía para los socialistas.
No es un buen momento para ser alcalde de Cartagena, una ciudad industrial. La crisis azota la ciudad como a pocas. Se caen Bazán (hoy Navantia), Ercros, Española del Zinc, la minería, la fundición de Peñarroya... En febrero de 1992, los trabajadores del astillero incendian la sede de la Asamblea Regional. En 1995, Alonso pierde la alcaldía. Después trabaja para Borrell en las primarias como coordinador territorial y en 2000 la política le abandona. “Me fui al INEM. Es algo poco común hoy, pero salí de la política con menos de lo que entré”, dijo el viernes al teléfono.
En 2000, comienza la otra vida de Camotín, la que realmente le va bien. Tras una fracasada aventura como exportador de verdura, pasa a vivir de su agenda. Monta una consultora y promueve viviendas en Madrid. Se convierte en inseparable de la nueva alcaldesa, Pilar Barreiro, del PP. Junto a David Marjaliza, Alejandro de Pedro, su hermano Agustín Alonso o el exconcejal de urbanismo de Cartagena Fidel Saura (también detenido en la Operación Púnica), la oposición sitúa su nombre de una forma u otra en muchos de los grandes movimientos de la ciudad: la venta de los terrenos de Española de Zinc (Zincsa) para pagar a los trabajadores despedidos, la construcción de un barrio nuevo en una zona deprimida de la ciudad, la recalificación de un plan parcial... Se mueve en un Lexus y pasea en barco.
“Alonso y la alcaldesa son como pareja de hecho”, zanja José López, concejal por el Movimiento Ciudadano de Cartagena. Se trata de un tipo impetuoso, importador de café, que dispara sin parar contra Alonso, quien se ha querellado por injurias contra él. En la instrucción han salido más trapos sucios, como cuando un promotor enfrentado a Alonso declaró ante el juez que la alcaldesa le obligó a venderle unos terrenos a Alonso o cuando un trabajador de Zincsa lo identificó como comisionista.
Cuando el lunes la Guardia Civil reventó la consejería de Turismo de Murcia, lo hizo en busca de un contrato de una firma en la que participan Alonso y De Pedro para posicionar a Murcia en los buscadores de Internet cuando alguien busca destinos turísticos de Vela. El contrato es de 24.000 euros y, según la investigación, el secretario de Turismo, Fidel Saura, exempleado de Alonso y exconcejal de Urbanismo en Cartagena, trató con De Pedro cómo prepararlo.
Alonso pasó el jueves dos horas declarando. Fue uno de los que más tiempo estuvo ante el magistrado. “Fui muy sereno y tranquilo porque creía que podía explicar mi actuación profesional”, asegura. Sostiene que el contrato investigado no tiene nada raro “ni en su gestación ni en su trámite”. Y añade: “Me parece increíble que se montara este revuelo y que tres personas de valía hayan dejado su responsabilidad”, en alusión a los tres altos cargos de Turismo de la comunidad dimitidos.
Ni en su peor momento ha perdido el apoyo de la alcaldesa. Esta lamentó la detención de su amigo y avaló todos los contratos firmados en la ciudad. Él admite la relación: “Soy muy amigo de Pilar, desde antes de que fuese alcaldesa”. A Camotín no le faltan amigos.
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