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“Homicidio policial” con versión única

La juez sostiene que los agentes detenidos por matar a un hombre pactaron su versión

Familiares de Diego con la foto que repartieron para su búsqueda.
Familiares de Diego con la foto que repartieron para su búsqueda. PEDRO VALEROS

La juez del caso, la fiscal y el grupo de Asuntos Internos del Cuerpo Nacional de Policía están convencidos de que los seis policías encarcelados en Cartagena (Murcia) por la muerte de un hombre —que llamó para pedir auxilio al 091 el pasado 11 de marzo y dos semanas después apareció flotando en una cala alejada del centro— pactaron su versión de los hechos antes de ser detenidos el 6 de octubre. Todos los arrestados ofrecieron un relato similar, primero ante sus compañeros de Asuntos Internos y después a la juez instructora del caso, María Antonia Martínez. Contaron que la noche que desapareció Diego Pérez se lo llevaron de su casa a esa playa del extrarradio para calmarlo porque estaba muy nervioso y alterado y que, una vez allí, cuando un agente abrió la puerta del vehículo oficial, el hombre echó a correr y le perdieron la pista.

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Mucho antes de llegar al calabozo, los agentes ahora encarcelados supieron, igual que toda la comisaría de Cartagena, que se les estaba investigando. En agosto se detectaron micrófonos en los tres vehículos policiales con los que salían a patrullar. Los seguimientos de Asuntos Internos alertaron al menos de una reunión celebrada el pasado 27 de junio en el Mesón Yunke II de Cartagena, en la que los policías acusados de homicidio manifestaron su preocupación por la investigación en marcha. Uno de ellos, que los investigadores no lograron identificar, aseguró al resto: “Si es que no tienen nada, no tienen nada, no pueden tener nada”.

Las sospechas de la juez y el fiscal quedaron patentes en los interrogatorios donde se les preguntó directamente a todos los arrestados si habían acordado una versión única que ofrecer ante la justicia, sabedores como eran de que se les seguía la pista. La mayoría admitió haber tratado el tema, pero descartó el pacto. Todos aseguraron que habían dicho la verdad después de su arresto, tras meses de mentiras para ocultar que actuaron irregularmente al trasladar a un hombre enfermo que pedía ayuda a una playa alejada del casco urbano. Defendieron que no dijeron nada –ni durante la búsqueda del hombre ni cuando apareció su cadáver flotando en el mar– por temor a ser expedientados, pero que nunca pegaron y muchos menos mataron al vecino de Las Seiscientas, un barrio muy humilde de Cartagena.

El testigo B83 dio el giro al caso

Nació como una investigación más sobre la muerte de un don nadie, un hombre enfermo e indigente, adicto a la cocaína, que malvivía solo en un piso destartalado en una zona deprimida de Cartagena, Las Seiscientas. Una barriada marginal donde impera la ley de la calle.

En el rellano del edificio donde vivía Diego Pérez los investigadores tomaron muestras de sangre en abundancia. No era suya, correspondía a otro vecino que perdió varios dientes en una paliza. Los agentes le preguntaron por la reyerta y él, que dijo conocer al agresor por su alias, se negó a denunciar. Ese es el contexto en el que vivió la víctima hasta la noche del 11 de marzo en que llamó dos veces al 091 para denunciar que una familia quería matarlo por robar dos bicicletas.

Cuando dos semanas más tarde su cuerpo apareció flotando en Cala Cortina, la primera hipótesis fue el ajuste de cuentas. Por las bicicletas o por cualquier otro lío. Sus idas y venidas a pisos de camellos eran constantes: para consumo propio o como recadero de terceros, según aseguró su hermano manuel en la denuncia de la desaparición.

Pero la Policía Judicial de la Comisaría de Cartagena dio con un testimonio clave. Una persona que lo vio todo e hizo llegar un recado a la familia a través de un intermediario cuando aún se le estaba buscando vivo: “Diles que se lo llevó la policía, que pregunté allí”.

Nació el testigo protegido B83 que dio un vuelco al caso. Contó que a diferencia de lo que recogían los partes policiales del 11 de marzo, esa noche no se desplazó uno sino tres coches patrulla a Las Seiscientas sobre las 4.30 de la madrugada, tras la segunda llamada de auxilio del desaparecido. Que pudo ver perfectamente a cinco agentes de pie en la calle y a uno en el coche rodeando a Pérez y que uno de ellos “el más alto de todos, moreno, con el pelo corto de entradas pronunciadas y complexión fuerte” le propinó “un golpe con la mano abierta en la cara”.

“¿Acho, estás loco o qué?”, respondió el agredido, según el atestado que figura en el sumario. Acto seguido, el mismo policía le ordenó: “Sube al coche”. El testigo tuvo tiempo de oír la conversación entre dos de agentes:

-“¿Lo llevamos a comisaría?

- No, lo llevamos a la guarida”.

B83 contó a los investigadores que la chaqueta de López quedó tirada en el suelo y que los tres coches de policía marcharon por caminos distintos.

Seis cámaras de tráfico ratifican su relato: captaron a esa caravana policial camino de Cala Cortina, el lugar donde apareció flotando el cadáver 14 días después. Dos patrullas de la guardia portuaria aseguraron haberse extrañado de ver tanta policía en esa zona. Llegaron a preguntarles si había pasado algo. Recibieron evasivas.

Ninguno de los agentes encarcelados contó a sus superiores la visita a esa playa alejada del centro. Ni durante las batidas para localizar a Pérez, ni cuando apareció el cadáver. Al ser detenidos, todos admitieron que hicieron mal en llevarlo a Cala Cortina. Que no le tocaron, que salió corriendo del coche y le perdieron la pista nada más llegar. Y que callaron todo durante siete meses por miedo a ser expedientados.

Pese a sus sospechas sobre el pacto que dejó patentes en los interrogatorios, la juez advirtió algunascontradicciones en el relato de los seis detenidos y decidió imputarlos a todos por homicidio —no ha descartado el asesinado— y detención ilegal. Las declaraciones que figuran en el sumario evidencian este segundo delito: aunque los policías detenidos aseguran que Diego Pérez subió por su propia voluntad al coche zeta y que lo abandonó corriendo cuando le abrieron la puerta, admiten que su destino lo decidieron ellos sin consultarle en ningún momento.

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Según deja patente en el auto de prisión, la juez considera crucial que los sospechosos hayan ocultado meses su extraña actuación la noche del 11 de marzo. Que mintiesen en los partes oficiales e incluso después del hallazgo del cuerpo. Y ha detectado algunas grietas en ese relato único. Subraya la instructora que, aunque todos los interrogados aluden a la huida de Pérez tras abrirse la puerta del coche zeta, “no todos afirman que lo hiciese hacia el mismo lugar”. Unos aseguraron que lo hizo monte arriba y otros que corrió hacia el mar para intentar suicidarse. Todos, sin embargo, coincidieron en que la carrera del hombre les pilló por sorpresa y que ninguno de los seis policías presentes fue capaz de darle alcance.

Añade la instructora que “pese a la inquietud” que, según los sospechosos, les generó su marcha, “sus actos contradicen dicha información”, puesto que en su búsqueda solo emplearon unos cinco minutos y tampoco reclamaron refuerzos. El auto de prisión sostiene como hipótesis más probable “que el detenido fuese golpeado por uno o varios de los agentes al llegar al lugar y que una vez se produjo la muerte del mismo, decidiesen deshacerse del cuerpo arrojándolo en la zona de Cala Cortina”.

En el relato que hicieron los días 6 y 7 de octubre desde los calabozos, algunos detenidos ofrecieron también explicaciones dispares sobre el objetivo de llevar a ese hombre enfermo a la playa. El arrestado R. M. F. S. aseguró que se trataba de “darle un escarmiento” para que no volviera a llamar al 091, y su compañero J. A. C. G., dijo que era un “servicio humanitario” para lograr que se calmase.

Entretanto, la defensa de dos de los policías detenidos ha pedido la reconstrucción de los hechos en un escrito presentado en el juzgado la semana pasada. El abogado Vicente Sanmartín, que representa a dos agentes encarcelados, sostiene que los detenidos no pudieron cometer el crimen y lanzar el cuerpo al mar en cinco minutos, el tiempo que según las imágenes de las cámaras de seguridad pasaron los coches patrulla en la playa adonde llevaron a Diego Pérez. La comitiva policial regresó esa noche dos veces más a la zona, según la declaración de los encarcelados, para rastrear la zona.

La tesis que manejan Asuntos Internos y la juez es diferente: apunta a que los coches patrulla abandonaron abruptamente la zona en un primer momento tras ver acercarse  a un coche de la guardia del puerto y que regresaron después, algo que avalan las grabaciones incorporadas al sumario. La defensa alega además que un vecino dice haber visto a Diego de regreso en el barrio la noche de su desaparición.

Cambios de versión

"Quitadlo de en medio". J. L. S. A. uno de los seis policías encarcelados por homicidio y detención ilegal declaró el 7 de octubre tras ser detenido por sus compañeros de Asuntos Internos que cuando aludió a "quitar de en medio" a Diego Pérez se refería a "llevárselo de la barriada donde no quería estar".

"Dadle un escarmiento". R. M. F. S., otro de los seis agentes encarcelados declaró a Asuntos Internos cuando fue arrestado el 6 de octubre que llevaron a Diego a esa cala apartada de Cartagena "para darle un escarmiento". Dos días después, ante la juez, el detenido explicó que "el escarmiento consistía en llevárselo lejos y que volviese andando".

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