Negación de la evidencia
En vez de esa gran coalición, hay un repliegue con la propuesta de un pacto
Está pasando, lo estamos viendo, como rezaba el lema de aquella cadena de información televisiva. Veamos el caso del presidente de Rusia, Vladímir Putin, y el conflicto de Ucrania. Bastó una operación relámpago para que se anexionara Crimea, eso sí, negando impasibles la realidad de la intervención de los efectivos rusos, sin importar que fueran fotografiados sobre el terreno. Y los ejemplos disponibles se multiplican de modo incesante. El presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, reitera incansable su decisión de atenerse a la legalidad en la cuestión del referéndum previsto para el 9 de noviembre, mientras simultáneamente se afana en cumplimentar todos los detalles para su efectiva convocatoria. El otrora Molt Honorable President, Jordi Pujol, confiesa confuso y se declara a disposición de las autoridades judiciales y fiscales, pero intenta de modo denodado bloquear cualquier comparecencia y se lanza a amedrentar a los andorranos ejemplares que dieron el chivatazo de sus cuentas ocultas.
El tesorero nacional del PP, Álvaro Lapuerta, arropado a la manera de Noé por sus piadosos hijos, se declara incapaz cuando le cita el juez Ruz sin que eso le reste soltura y agilidad para moverse en la penumbra de los templos que frecuenta. María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, daba una respuesta cantinflesca cuando le preguntaban sobre el despido improcedente —simulado en diferido— de Luis Bárcenas al descabalgar de la tesorería, puesto al que había accedido en el Congreso de Valencia formando equipo con el presidente del partido, Mariano Rajoy. El presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, se agarra a su aeropuerto peatonal y, consolidado como cuentachistes de cámara del presidente José María Aznar, declara que nunca solicitaría el indulto al mismo tiempo que lo está formalizando como más le conviene.
La canciller de Alemania, Angela Merkel, viene a Santiago de Compostela para escenificar su amistad marianista que nos hace ganar y ganar peso en la Unión Europea como se ha comprobado con la designación del premier polaco Donald Tusk para la presidencia del Consejo y la de la ministra italiana, Federica Mogherini, para la política exterior y de seguridad común, eso sí, sin rozarle el pelo de la ropa a nuestro Luis de Guindos candidato a la presidencia del Eurogrupo, que ha quedado en la lista de espera para el año que viene siempre que Dios y los holandeses quieran o desistan. El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, se lanza a degüello contra los aforados para rebajar su número de los 17.621 actuales a sólo 22, pero reconoce a continuación que nada puede hacerse porque para ello sería necesario reformar la Constitución y los Estatutos de Autonomía. Del aborto y otras cuestiones, silencio.
La negación de la evidencia presenta otros muchos casos, de muy diferentes orígenes, que se despacharán el próximo día. Vayamos al sobre sorpresa de la inauguración del curso político ante el castillo pontevedrés de Soutomaior: qué alegría cuando nos dijeron que Rajoy tiene un plan a pactar en dos meses. En vez de esa gran coalición, que apuntaría a una patología del encubrimiento, hay un repliegue con la propuesta de un pacto. Si resultara imposible sería por la consabida indisposición del PSOE. Continuará.
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