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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Después de Rubalcaba

Su visión de conjunto nunca estuvo a la altura de sus labores como ministro del Interior

Antonio Elorza

Alfredo Pérez Rubalcaba pasará a la historia como un excelente ministro del Interior, al ser capaz de superar una dificilísima coyuntura: el fracaso de la política de negociación con ETA. Hombre más apegado a las realidades que a las ilusiones, atendió a las exigencias que le fueron impuestas por el presidente durante la tregua, pero al producirse el atentado de la T-4 no tuvo dudas: “ETA ha roto, liquidado y acabado el proceso”. ZP aún no le escuchó. Al disiparse el espejismo, pudo desarrollar una labor propia, colaborando con Francia, cuyo desenlace no fue otro que la derrota de ETA.

Solo que como tantos otros políticos dotados de una habilidad sectorial, para un cometido específico, su visión de conjunto nunca estuvo a la misma altura. Al suceder a Zapatero, quiso lograr la cuadratura del círculo relanzando a un PSOE amenazado de descenso a los infiernos, al mismo tiempo que impedía el examen retrospectivo de una política económica errónea. Claro que el PP afrontaba la crisis poniendo su coste sobre la mayoría de la población, pero la oposición socialista hubiese sido más eficaz desde la autocrítica y proponiendo alternativas concretas, no genéricas. Lo importante para Rubalcaba fue preservar la unidad interna bajo su mando, confirmado por los pelos en el Congreso de Sevilla, y ello supuso bloquear toda expresión alternativa. No hubo espacio para el debate de ideas. La voz del partido tenía que ser su voz, y su voluntad de control se ejercía incluso sobre sus entornos técnicos.

Adoptó una postura defensiva, sin duda por no agravar tensiones internas

El precio a pagar fue tanto un estrechamiento del discurso socialista, como la renuncia a la limpieza de los establos de Augías propios. El hecho es que adoptó una postura defensiva, sin duda por no agravar tensiones internas, quedando así el socialismo inerme ante una opinión pública harta de corruptos. Otro tanto sucedió con Cataluña. El PSOE disponía de la baza federal, que hubiese sido necesario desarrollar y exponer a toda costa. Nada se hizo, más allá de poner el rótulo y asistir a la agonía del PSC. Las respuestas en este diario sobre el tema de los tres candidatos a sucesores prueban que el vacío sigue.

Como químico (sic) aseguró una vez Rubalcaba que agua fría y agua caliente daban agua templada; pero esto no vale en política. Tenía razón: para reaccionar frente a Podemos al PSOE le hace falta una buena ducha fría. Las intervenciones de los tres candidatos en la encuesta de EL PAÍS les muestran próximos entre sí, correctos, y salvo en el tema del laicismo, inclinados a sustituir el examen de las cuestiones complejas por planteamientos generales. Así ante el nudo gordiano de la financiación y Cataluña, o la crisis de la socialdemocracia. Veremos el lunes.

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