Los desafíos económicos del nuevo Rey
España debe potenciar la industria, fomentar la agenda exterior y consolidar la recuperación La Corona habrá de apoyar esos esfuerzos
El pasado mes de febrero, con motivo de la celebración en Barcelona del Congreso Mundial de Móviles, el mayor evento del sector de telecomunicaciones del mundo, el príncipe Felipe acudió a la capital catalana para asistir como anfitrión. El Príncipe sustituía a su padre, con el que probablemente para aquellas fechas ya había hablado de la abdicación, y para él –seguramente para ambos-- era la oportunidad pintiparada para poner en valor sus intenciones como futuro Rey en un doble sentido: apoyar la marca España y proyectar la imagen internacional de Barcelona, haciendo así un guiño a la sociedad catalana ante la marea soberanista.
Se da la circunstancia de que el próximo 27 de junio celebrará también en Cataluña el que posiblemente sea su primer acto empresarial como Rey con la entrega de los premios Impulsa a emprendedores que otorga la Fundación Príncipe de Girona, título que él ostenta. El Príncipe aprovechó en febrero para reunirse con parte de lo más granado del empresariado catalán y madrileño en una cena organizada por el Foro Puente Aéreo en el Palacio Albéniz. Cuando se produzca el acto de Girona se habrá visto con muchos de ellos con el tema catalán, que probablemente en estos momentos es su prioridad número uno como Rey, como telón de fondo; pero también para recabar su opinión sobre la situación económica del país y bosquejar los retos que se presentan en el comienzo de su reinado. En esos encuentros, el Príncipe ha transmitido su obsesión de ser útil a la sociedad, y por tanto a las empresas, asumiendo el papel que, como jefe de Estado, le otorga la Constitución.
En ese sentido, el futuro Felipe VI ha encontrado una hoja de ruta ya trazada por su padre, que en 2012, quizá cuando más virulenta era la crisis, pidió a los empresarios que forman el elitista Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) que arrimaran el hombro. Ahora, su hijo probablemente tendrá que pedir que lo sigan haciendo. En estos momentos, en los que la economía mundial funciona con tres motores (la tecnología, la globalización y la liberalización y desregulación), España se enfrenta a unos desafíos importantes que pasan por potenciar la industria nacional, fomentar la agenda internacional y consolidar la recuperación económica y que la Corona debe apoyar. Y eso se traduce en la creación de empleo, como algo fundamental; el endeudamiento, en proceso de corrección; la mejora de la competitividad, como otro factor determinante y sin la cual no habrá crecimiento sostenido, y la incertidumbre regulatoria y supervisora.
Durante su reinado, Juan Carlos I desplegó una amplia actividad en apoyo de la empresa, con una dedicación particularmente intensa en los mercados internacionales –le ha apasionado encabezar las misiones comerciales con empresarios por todo el mundo, aunque con más entusiasmo en Latinoamérica y los países árabes--, y ha mostrado una obsesión confesa por la tecnología (le llevó a involucrarse de manera efectiva en la Fundación Cotec con José Ángel Sánchez Asiaín). Seguramente se va frustrado por no haber logrado que España pueda presumir de estar a la altura de los países más desarrollados. En esas relaciones, Juan Carlos I ha dejado su impronta personal: cercanía, relación directa, intuición, agilidad. Y lo ha hecho muchas veces bordeando los canales formales y protocolarios.
El futuro Rey parece tener esa misma inclinación y sensibilidad hacia la actividad empresarial y emprendedora. Durante los últimos meses, además de intensificar las reuniones con empresarios, no solo catalanes, les ha acompañado en los viajes a los que no ha podido ir Juan Carlos I y ha logrado su complicidad hasta el punto de ganarse su confianza sincera (“nos entiende, sabe que necesitamos su apoyo”, ha expresado uno de los ellos). Pero, quizá porque la Corona le ha prodigado más en esa tarea, ha mostrado mayor debilidad por las pymes y por los emprendedores, a los que ve más vulnerables.
Precisamente el primer encuentro que tuvo tras conocerse la investidura como Rey fue en Madrid con representantes de las pymes europeas, a los que animó a emprender y a aprender de los errores cuando se fracasa en un primer intento. “Las pymes son clave para la economía y contribuyen mejorar y definir el entramado productivo y comercial español”, enfatizó. Con la misma intensidad se ha expresado también en otros foros: “Para superar la crisis es fundamental promover la vocación empresarial, así se soluciona el empleo y se apuntala el peso industrial”. “Hay que detectar las fortalezas del país y buscar las soluciones para superar los problemas y las debilidades”, comentó en una jornada sobre España organizada por la Universidad de Georgetown, en la que se formó durante un año.
La mayoría de los empresarios consultados coincide en que mantendrá un nivel similar de apoyo al de su padre
Las debilidades de la empresa española surgen, precisamente, en la industria y la falta de competitividad, por eso ha abogado por la reindustrialización como complemento a la internacionalización que ha primado en estos años de crisis (“España tiene gran vocación industrial, debe superar la crisis a través del impulso de la industria y del fomento del espíritu emprendedor”, ha manifestado). ). “Es de gran importancia que las administraciones, las empresas y la sociedad en general nos comprometamos con el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación”, declaró en el centenario del Instituto Español de Oceanografía el pasado miércoles, mientras en el Congreso se votaba la ley que aprobaba la abdicación. Y es que son las empresas, más que la Administración, las llamadas a soportar las inversiones en I+D+i y las que deben ayudar a canalizar la mejor relación con la Universidad.
Son mensajes que demuestran que se ha aprendido bien la lección. “Pero no hay que hacerlo solamente solo, sino que hay que hacerlo distinto”, recomienda un profesor universitario de Economía. En ese sentido, destaca que una de las labores primordiales que debe reclamar el Rey a los Gobiernos es afrontar la formación y la relación entre la Universidad y la empresa, una de las asignaturas pendientes de la economía española pese a tener escuelas de negocios entre las mejores del mundo. Por otra parte también debe ser consciente de que el mayor crecimiento está generando al tiempo mayores desigualdades, y eso es algo sobre lo que, al menos en sus discursos, siempre ha mostrado muy sensible. En ese sentido, hay quien le recomienda de forma inapelable que estreche su relación con los sindicatos y otros agentes sociales.
La mayoría de los empresarios consultados coincide en que su comportamiento mantendrá un nivel similar de apoyo e involucración al de su padre y, aun siendo sus estilos personales distintos, también de eficacia. “Seguramente, Felipe VI habría sido menos efectivo en los años pasados; y Juan Carlos I no lo sería tanto en el futuro”, sostiene uno de los habituales en los viajes internacionales. “Como en muchos otros ámbitos, también en el de la actividad empresarial y su proyección internacional estamos transitando desde instituciones y sistemas basados en individualidades sobresalientes y en impulsos brillantes, pero discontinuos, a otros soportados en procesos más sólidos y estructurados donde el conjunto se beneficia de muchas y variadas fortalezas menos singulares pero más y mejor distribuidas”, añade.
“Cabe esperar, por ello, igual interés y grado de apoyo que su padre, aunque, por su carácter y forma de actuar, seguramente lo hará de acuerdo con patrones más estructurados y sistemáticos, de forma consistente y continuada, más acompasada a las acciones del Gobierno y de las instituciones y agencias competentes en esta materia. Es también mayor la sensibilidad y conciencia del país en general y de la clase política a favor de este apoyo y de la prioridad que debe ser la proyección internacional de las empresas”, comenta otro empresario cercano a la corte. “Parece, pues, que se mantendrá una sincronía entre el perfil, capacidades y habilidades del rey con el entorno en el que debe actuar: ¿buena fortuna en el azar de la genética?, ¿acierto y anticipación en su formación? o ¿será que la evolución del entorno general del país también le ha ido conformando a él para su misión?”, se pregunta.
Probablemente sea una combinación de las tres cosas y de otras en mayor o menor intensidad. No obstante, el cambio generacional que supone su nombramiento y al que apelaba Juan Carlos I cuando anunció su abdicación plantea también la misma evolución en el entorno empresarial. Las grandes empresas están dirigidas por veteranos empresarios, alguno de los cuales se pueden dar por aludidos, aunque es bien sabido que en el tejido empresarial la calidad no va ligada a la edad. Pero lo que parece claro es que con Felipe VI, salvo sorpresas, se ha acabado la España de las monterías y la escopeta nacional.
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