El Rey no confió su secreto ni al Papa
EL PAÍS reconstruye la jornada en la que el Monarca abdicó en su heredero Pasó un día despidiéndose al teléfono: desde Isabel II hasta Cayo Lara
No se lo confió ni al Papa, cuando le vio, el pasado 28 de abril, en Roma. Tampoco a los jeques y sultanes del Golfo a los que ha visitado estos últimos meses y cuya relación es tan estrecha que se llaman “hermanos”. El Rey guardó el secreto que iba a convertirse en noticia del año durante meses. Con el Príncipe barajó tres fechas posibles para revelarlo: en la última semana de mayo, la primera de junio y la segunda de ese mes. El pasado viernes, antes de que don Felipe saliera de viaje a El Salvador para asistir a la toma de posesión del nuevo presidente, Salvador Sánchez Cerén, lo dejaron todo preparado. El secreto mejor guardado dejaría de serlo el lunes, pasada la resaca de las elecciones europeas del 25 de mayo, con el Príncipe ya de vuelta (llegó a las ocho de la mañana) y la Reina todavía en Madrid —al día siguiente debía estar en Nueva York, donde hoy recibe el premio Path to peace—. EL PAÍS ha reconstruido la recta final hasta el histórico anuncio de la abdicación de don Juan Carlos.
Mariano Rajoy llegó a La Zarzuela a las nueve de la mañana del lunes para ver al Rey, con el que estuvo hablando cerca de media hora. Justo después llegó, sin saber para qué había sido citado en palacio, un equipo de Televisión Española: el que a las once de la mañana grabó al Rey explicando por qué renunciaba al trono.
Antes de que Rajoy informara de la decisión del Monarca, don Juan Carlos llamó al presidente del Congreso, Jesús Posada, y al del Senado, Pío García Escudero, para comunicarles que renunciaba al trono porque creía que era “lo mejor para la Corona y para España”. A las 10.30, el Rey y el Príncipe vieron juntos por televisión la comparecencia del presidente del Gobierno.
Mientras los técnicos preparaban el despacho real para la grabación del mensaje, don Juan Carlos se encerró en una sala cercana que utiliza con frecuencia a repasar por última vez las palabras que iba a dirigirle a los españoles. Las había preparado hacía semanas, con el equipo de La Zarzuela. Hubo varios borradores: más largos, más cortos, que siempre vio don Felipe. También el Gobierno leyó el mensaje con anticipación.
A las once de la mañana comenzó la grabación, pero hubo que interrumpirla varias veces porque después de casi 39 años de reinado, don Juan Carlos se emocionaba al leer su mensaje de despedida. El Príncipe estaba con él en el despacho.
Tras el anuncio, el Rey cogió la larga lista —varias docenas, según fuentes de La Zarzuela— de llamadas que quería hacer a políticos, empresarios, editores, jueces, y todas las casas reales europeas, incluida la reina de Inglaterra. Pasó la mayor parte del día al teléfono. Quería despedirse personalmente.
En la lista de llamadas había más de un republicano. Don Juan Carlos llamó a todos los representantes de partidos políticos en el Congreso, incluido Cayo Lara, líder de IU. Este, según dijo ayer, le respondió que su intención era “pelear” por un referéndum para que los españoles pudieran decidir si querían Monarquía o República. Le dijo lo mismo cuando visitó La Zarzuela, en 2009, y don Juan Carlos le respondió entonces que le parecía muy bien, pero que entendiera que él era monárquico.
Una sorpresa se llevó el líder de UGT, Cándido Méndez, al encontrarse una llamada perdida del Rey. “Yo estaba en un acto en Barcelona y había puesto el teléfono en silencio. Cuando vi y devolví la llamada me dijeron en la sede que el Rey quería hablar conmigo”, relata a EL PAÍS. Como había hecho con el resto de sus interlocutores, don Juan Carlos explicó al líder de UGT que había decidido abdicar. Ambos bromearon —“Señor, ya lo sabía”, le dijo Méndez— porque para entonces —17.30 aproximadamente— hacía siete horas que la noticia había acaparado todos los espacios informativos. El Monarca le repitió a Méndez, como en todas sus llamadas, que era una decisión “muy meditada” y que lo hacía porque estaba convencido de que era “lo mejor para la Corona y para España”.
“Fue muy amable. Yo le agradecí que me hubiese llamado. Siempre hemos tenido una buena relación porque siempre estaba dispuesto a colaborar”, asegura Méndez. “Está muy bien informado y daba la impresión de que valoraba mi opinión. Teníamos una relación cálida, afectuosa. Él sabe crear ese tipo de proximidad. Yo le tengo cariño. Mi padre era republicano y yo sigo siéndolo, pero para mi generación la disyuntiva no fue Monarquía o República, sino democracia o dictadura”.
Méndez ha acudido muchas veces a La Zarzuela, algunas veces en audiencias públicas, y las más, en encuentros privados, de los que el Rey y el futuro Felipe VI acostumbran a tener con representantes de la sociedad civil, partidos políticos o empresarios para tener información de primera mano.
Don Juan Carlos llamó también al presidente de la CEOE, Juan Rosell, que esa misma tarde acudió a La Zarzuela para asistir a la audiencia con el presidente de la Cámara de Comercio de EE UU. El Rey quería mantener su agenda con normalidad y el único acto que canceló fue un viaje previsto a Cataluña esa mañana. Por la tarde tuvo una audiencia como otra jornada más, aunque hizo ver a los periodistas que se había dado cuenta perfectamente de que eran muchos más que un día normal. “Hoy sí que os habéis interesado en venir, ¿eh?”, bromeó.
El Rey habló con sus hijas, la infanta Cristina, en Ginebra, y doña Elena, que se encontraba en Ecuador con un proyecto de la Fundación Mapfre.
También telefoneó a los presidentes de Cataluña (Artur Mas), Andalucía (Susana Díaz), y País Vasco (Iñigo Urkullu), así como a los del Tribunal Constitucional, Francisco Pérez de los Cobos, y del Supremo, Carlos Lesmes. Y durante todo el día recibió llamadas que hacían difícil seguir el planillo previsto. Le llamó, entre otros, el presidente de Francia, François Hollande, quien destacó que el Rey encarnaba “la España democrática”. Don Juan Carlos también habló con la canciller alemana, Angela Merkel, y con el primer ministro británico, David Cameron, entre otros.
Durante el día, el Rey tuvo tiempo para ver las ediciones especiales que los principales diarios, como EL PAÍS, publicaron esa misma tarde. Estaba muy interesado en conocer la reacción ciudadana, según fuentes de La Zarzuela, y su equipo fue suministrándole información. La Casa del Rey no hace comentarios sobre las manifestaciones ciudadanas reclamando un referéndum.
Ahora quiere continuar con su agenda prevista hasta el día de la proclamación de su hijo, a partir del 18 de junio. Una vez aprobada la ley de abdicación, don Juan Carlos firmará en una ceremonia solemne en el Palacio Real la citada norma y dejará “la primera línea a la nueva generación”, como dijo en el discurso que el lunes, emocionado, no pudo grabar de un tirón. Seguirá viviendo en La Zarzuela, pero ya no irá todos los días al despacho desde el que el 2 de junio de 2014, después de “mucha meditación” transmitió a los españoles que, pese a lo que repitió toda su vida —“los reyes mueren, no abdican”—, su instinto había dicho que esta vez era mejor cambiar de opinión.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.