Juan Carlos y el príncipe...Salina
Burt Lancaster (príncipe Salina), y Alain Delon, su sobrino (Tancredi), en el film de Visconti.
El rey Juan Carlos ha captado el mensaje.
¿Qué mensaje?
¿Acaso el de las elecciones europeas del 25 de mayo de 2014?
¿Hay alguna analogía con las elecciones municipales del 12 de abril de 1931?
¿Estas europeas han terminado con el rey como las de 1931 acabaron con la monarquía?
Si nos agarramos a las consecuencias, la monarquía cae el 14 de abril de 1931 por el fiasco de las elecciones municipales. En lugar de fortalecer a la institución, para lo cual son convocadas, expresan el rechazo de los ciudadanos.
El mensaje no puede ser más evidente.
Las elecciones europeas del 25 de mayo canalizan el castigo a los dos grandes partidos, el Partido Popular y el PSOE, que pierden 5,1 millones de votos largos entre ambos.
La recuperación económica que vende el PP se estrella contra la la realidad de las urnas. Y los ciudadanos extienden su castigo también al PSOE, por considerar que no ha hecho el ajuste de cuentas con su segunda legislatura, la de la Gran Crisis, y no ha renovado ni su programa ni sus dirigentes.
Pero, en cierto modo, el clima con el que se llega a las elecciones del 25-M es un clima de fin de época.
En ese clima de fin de época, la clase política y la monarquía, y, más precisamente, una parte de la familia del rey Juan Carlos, comparten protagonismo en los escándalos de corrupción.
No hay mejor foto para demostrar cómo estaban aquejados unos y otros que aquella del 27 de diciembre de 2011. Alrededor de 700 diputados y senadores, al inaugurarse en sesión conjunta la X legislatura, se ponen en pie para aplaudir durante largos, interminables, minutos al rey, a la reina y a los príncipes. Es una expresión de solidaridad.
El juez José Castro, por cierto, había aceptado aplazar la imputación de Iñaki Urdangarín varios días. Dejó primero que el rey pronunciara su discurso de Nochebuena, el 24 de diciembre, aquel en el que el monarca dijo que "todos, sobre todo las personas con responsabilidades públicas, tenemos deber de observar un comportamiento adecuado, un comportamiento ejemplar" y admitió implícitamente el daño a la Corona cuando apuntó que "cuando se producen conductas irregulares que no se ajustan a la legalidad o a la ética, es natural que la sociedad reaccione".
El juez Castro ya se disponía, tras el discurso, a anunciar que citaba a declarar a Urdangarín en calidad de imputado...pero tuvo que frenarse otra vez. Porque ese año de 2011 al empezar una nueva legislatura, el rey presidía, el 27 de diciembre, la sesión conjunta del Congreso y el Senado.
Castro, pues, se avino a aplazar el anuncio. Finalmente dio a conocer el auto el día 29 de diciembre.
Todos los esfuerzos del rey por erigir lo que hemos llamado el cordón sanitario, un cordón dirigido a separar a la infanta Cristina de los negocios de su esposo, fracasaron. Tuvo que ser el mismísimo fiscal del caso, Pedro Horrach, el que explicara, negro sobre blanco, a través de un hábil memorándum que lo mejor era que la infanta prestara declaración. Que ni su defensa ni la fiscalía debían recurrir la convocatoria del juez Castro para que declarase en calidad de imputada.
Y así se hizo.
Pero el rey sufrió -y asumió- el desgaste.
La Casa del Rey sabe que el juez Castro está elaborando ahora mismo lo que ténicamente se llama el auto de transformación de las diligencias previas en procedimiento abreviado del caso Nóos.
http://blogs.elpais.com/analitica/2014/03/los-pasos-del-juez-castro.htm
Con este auto, el juez concluye las diligencias. Y en este auto tiene que resumir lo que ha sido la investigación.
Los tres escenarios que se presentan, en relación con la infanta Cristina, son los siguientes:
1) El juez, siguiendo los argumentos del fiscal y de la Agencia Tributaria sobre la inexistencia de delito fiscal, no la mantiene como imputada.
2) A pesar del fiscal y de la Agencia Tributaria, sigue considerándola como imputada.
3) La Fiscalía, la Agencia Tributaria y la Abogacía del Estado (directamente perjudicado) recurren el auto de transformación para que decida la sección segunda de lo penal de la Audiencia de Palma de Mallorca sobre la imputación de la infanta Cristina.
Con todo, hay que decir que toda esta movida procesal no conduce a sitio alguno.
¿Por qué?
Porque después del auto de transformación, el juez pasará a las partes personadas el turno para que digan contra quién o quiénes debe abrirse juicio oral.
Y, según la doctrina Botín vigente, si la Fiscalía y la Abogacía del Estado (directo perjudicado) no acusan, esto es, no piden la apertura de juicio oral contra la infanta Cristina, el juez debe abstenerse de hacerlo. No basta con que las acusaciones populares lo pidan.
Por tanto, el juez Castro no puede sentarla en el banquillo si no lo pide la Fiscalía y la Abogacía del Estado. No puede, al redactar el auto de apertura de juicio oral, incluir a la infanta Cristina. Este auto ya no es recurrible.
Pero dejemos los avatares judiciales.
Si como ha explicado el rey en su mensaje a la nación, la decisión de abdicar está tomada desde enero quiere ello decir que se han tenido en cuenta múltiples circunstancias.
Y parece lógico que el rey deseara anunciar su dimisión antes de que el juez Castro haga público, en las próximas semanas, el auto de conclusión del sumario.
El rey no podía permitir que el acto de abdicación pudiera ser interpretado como su respuesta a la decisión judicial que concluye las investigaciones del caso Nóos.
Y, en verdad, no lo es.
Es aquí donde tenemos que remontarnos a Il Gattopardo, la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa.
Allí, en 1860, en Sicilia, víspera de la unidad de la nación italiana, los Borbones están de retirada. Garibaldi respalda el recambio a través de la Casa de Saboya. Fabrizio Corbera, príncipe de Salina, desmoralizado ante la situación y al saber que su adorado sobrino se ha alistado con el ejército de Garibaldi recibe de Tancredi Falconeri esta explicación:
-Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.
Es decir: en aquella encrucijada es mejor para los nobles y aristócratas asumir que una época ha pasado y que es mejor apoyar a los Saboya y expulsar a los derrotados Borbones que arriesgarse a perderlo todo con el advenimiento de una república.
Las situaciones de Sicilia y España nada tienen que ver históricamente hablando.
Pero la sensación de fin de época está en el ambiente.
La decisión de abdicar del rey es una forma de captar este mensaje. Es un intento, por otra parte, de abrir una nueva etapa. La abdicación es la asunción de responsabilidades. Le da a los dos grandes partidos un respiro, una oportunidad.
Si trasponemos Il Gattopardo, el rey Juan Carlos aparece como sensible a lo que le advierte la nueva generación. Es decir: el sobrino Tancredi.
La diferencia entre esta nueva etapa y aquella que el rey pilotó tras la muerte de Franco es mayúscula. El rey se puso al frente de la primavera democrática y la canalizó. La clase política le siguió.
Ahora esa experiencia democrática, Gran Depresión Española y casos de corrupción mediante, ha llegado a sus confines. Y también la Constitución de 1978. Por tanto, se requiere una Reforma Electoral y Constitucional. Y es la clase política, inmovilizada hasta el momento, petrificada, si se prefiere, la que debería tener la iniciativa.
En cierto modo, para que no se desmorone todo, diría Tancredi, hay que cambiarlo todo.
A estas horas espectaculares merece la pena recordar algo elemental pero no por ello menos importante: el rey reina...pero no gobierna. Así lo hemos decidido entre todos.
Colocar tamañas iniciativas de cambio sobre las espaldas de Felipe VI, sería como obligarle a empujar aquella enorme piedra hacia la cima de la montaña, una y otra vez, que Sísifo, el rey de Corinto, se vio obligado a llevar adelante en una tarea sin fin.
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