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La dama de hierro del ‘palau’

Esther Pastor ha fabricado una coraza alrededor del presidente valenciano, Alberto Fabra El exceso de celo ha provocado la soledad del líder del partido

La secretaria autonómica de Organización, Coordinación y Relaciones Institucional,es Esther Pastor, en una comparecencia en las Cortes.
La secretaria autonómica de Organización, Coordinación y Relaciones Institucional,es Esther Pastor, en una comparecencia en las Cortes.

La secretaria autonómica de Organización, Coordinación y Relaciones, Esther Pastor (Algemesí, 1974), se ha convertido no solo en la mano derecha del presidente valenciano, Alberto Fabra (PP), sino en su más fiel defensora. Nadie se acerca al líder sin su consentimiento, sin su visto bueno. Pocas operaciones se materializan sin su autorización. Todo está bajo su supervisión. Ha fabricado una coraza con la intención de cubrir al dirigente de aquello que le pueda perjudicar. Y el exceso de celo ha provocado que Fabra esté cada vez más solo, orgánica e institucionalmente.

Pastor llegó a la sede de la presidencia del Gobierno valenciano hace dos años. En este tiempo ha ocupado tres cargos distintos. La relación de Fabra con ella se remonta, no obstante, a 10 años atrás. La convertida en dama de hierro del palacio de la Generalitat llegó a Castellón para estudiar derecho. Pero empezó a trabajar en la presidencia del Puerto de Castellón y dejó los estudios. Un máster en Dirección Estratégica de Comunicación y estudios de Protocolo y Organización de Eventos componen su formación académica.

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Llegó al Ayuntamiento de Castellón después de pasar por la empresa Marina d’Or. Accedió de la mano del exdirector de un periódico local ya cerrado, formando un extraño tándem en el gabinete de la alcaldía que aún no ocupaba Alberto Fabra. Siempre en segunda fila, un paso por detrás de su periodístico mentor, discreta y prudente, se ocupaba de la agenda, tarea que mantuvo cuando el ahora también presidente del PP valenciano llegó a la alcaldía de Castellón, en 2005. Fabra fue alcalde de la misma manera que seis años después accedió al Gobierno de la Generalitat: de rebote y por la dimisión de su antecesor; sin haber sido designado ni elegido para ello, algo que sus detractores no quieren olvidar.

La casualidad hizo que Pastor llegara a la Generalitat a la vez que Alberto Fabra, aunque la gestión de su traslado se tramitó antes de que se conociera la dimisión de Francisco Camps, juzgado y absuelto por el caso de los trajes, una ramificación del caso Gürtel.

Fabra accedió al cargo por imposición de Rajoy y sin el beneplácito de los prebostes valencianos. Pasó de gobernar la más pequeña de las capitales de las tres provincias valencianas a hacerlo en una comunidad que multiplicaba casi por 30 el número de habitantes y por más de 100 el presupuesto. La desconfianza, las suspicacias, la cautela de hombre prudente y el sambenito de provinciano llevaron a Fabra a rodearse de conocidos, obviando a veces su capacitación.

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Con un Alicante atacado por los casos de corrupción y casi descompuesto y un Castellón casi controlado tras la salida de Carlos Fabra, ahora condenado por fraude fiscal, Alberto Fabra tenía en la más potente de las provincias, Valencia, su punto de mira y sus mayores enemigos internos, el presidente de la Diputación y amo de toda la provincia, Alfonso Rus, y la alcaldesa, Rita Barberá.

A esos mimbres y con la idea de no tolerar a los muchos cargos sobre los que pesaban acusaciones de corruptelas se enfrentó confiando en Esther Pastor, hacia la que la indiferencia era imposible.

La preocupación de Pastor por proteger la imagen del presidente se ha traducido en una política errática que culminó hace diez días con la dimisión de Lola Johnson como secretaria autonómica de Comunicación, tras ser imputada por malversación, junto con otros cuatro exdirectivos de Ràdio Televisió Valenciana, de fondos en Canal 9. Un nombramiento que la propia Pastor impulsó tras presionar para forzar la destitución de la anterior secretaria de Comunicación, Paula Meseguer.

La dimisión de Johnson, apenas cinco meses después de asumir el cargo, ha sido criticada en privado por distintos dirigentes del PP, que no están de acuerdo con las líneas rojas marcadas por Fabra, que obligan a dimitir a cualquier miembro de su Gobierno que resulte imputado, con independencia de las circunstancias que motiven la judicial. Dirigentes como la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, o el presidente provincial del PP, Alfonso Rus, ha reiterado que el criterio inflexible fijado por el presidente de la Generalitat les deja a merced de las denuncias que presente la oposición.

Dentro del Gobierno valenciano el cese de Johnson también ha causado malestar, pero por razones distintas. Altos cargos de la Generalitat consideran que fue un error encargar a Johnson el área de Comunicación de Presidencia, apenas un año después de que el propio Fabra la hubiese apartado del Gobierno.

Johnson, directora de Canal 9 de 2009 a 2011, fue la responsable de controlar la información del caso Gürtel en la televisión pública valenciana y contrarrestar el deterioro de la imagen de Francisco Camps, que la recompensó nombrándola consejera de Turismo y portavoz del Gobierno valenciano. Fabra la retiró de la portavocía pero la mantuvo como consejera de Turismo, tras la dimisión de Camps, desde julio de 2011 hasta diciembre de 2012, cuando provocó una crisis de Gobierno para deshacerse de los miembros de su Gabinete más identificados con la etapa anterior.

¿Entonces, porqué la repescó Fabra un año después? La explicación hay que buscarla, según fuentes populares, en el círculo de confianza del presidente. Un reducido círculo que integran, principalmente, Esther Pastor; el secretario regional del PP, Serafín Castellano; y el consejero de Sanidad, Manuel Llombart, que han acabado por aislarlo del exterior.

Desde su destitución como consejera, Johnson, una persona que vive para el partido, se puso a las órdenes de Castellano (que le creó un inexistente puesto de coordinadora en el organigrama de la dirección regional del PP) y asesoró a Fabra (a través de Pastor) durante el traumático proceso del cierre de RTVV. Méritos que le sirvieron en diciembre del año pasado para regresar al Gobierno valenciano como secretaria de Comunicación, después de que Esther Pastor convenciese al presidente Fabra de la necesidad de deshacerse del anterior equipo.

Un equipo con el que las desavenencias se habían hecho insoportables. Pastor consideraba que Paula Meseguer, una periodista de Castellón (hija de la exsecretaria provincial del PP y uno de los primeros nombramientos de Fabra tras ser elegido), no era capaz de frenar las críticas al presidente, especialmente las de los medios considerados afines.

Cargos del PP argumentan que la enorme influencia que tiene Pastor sobre el presidente de la Generalitat también ha deteriorado su imagen en el seno del partido. Aunque fue designado por el propio Mariano Rajoy para sustituir a Francisco Camps, los intentos de Alberto Fabra por agradar han caído en el vacío. El propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el mitin central de campaña celebrado en L' Àgora de Valencia no tuvo ni una palabra de aliento para Fabra en su intervención. Una frialdad que contrastó con el discurso de agradecimiento a Rajoy que construyó el presidente valenciano, pero sobre todo con los halagos que si tuvo el presidente del Gobierno hacia otros políticos valencianos como Rita Barberá o Esteban González Pons.

El propio ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, que tiene residencia en Valencia no ha ocultado, en repetidas ocasiones, sus dudas sobre el liderazgo de Fabra a la vez que no dudaba en elogiar la valía y proyección de otros cargos del PP valenciano, como la consejera de Educación, María José Català.

El ensimismamiento de Fabra con su círculo más íntimo en el Palau de la Generalitat también han complicado las relaciones con la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, un auténtico peso pesado dentro del PP autonómico y nacional. Unas relaciones que están marcadas por la frialdad. Más tormentosas son las relaciones del presidente de la Generalitat con el presidente de la Diputación y del PP provincial de Valencia, Alfonso Rus, que no ha dudado en criticar las políticas del Ejecutivo autonómico y cuestionar las decisiones de Fabra, tantas veces como ha considerado conveniente.

Un escenario que ha puesto a Fabra en una difícil tesitura a un año de las elecciones autonómicas, en las que tiene poco margen para remontar los malos resultados de los comicios al Parlamento Europeo y la desconfianza que genera él y su círculo en el seno del partido.

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